En ese momento en el que la oscuridad de la noche llega a su máxima expresión, el hombre espera en la parada de transportes próximo a la fábrica donde trabaja, pero en estas circunstancias el lugar se le aparece desconocido.
Cómo tarda el colectivo, ¿ pasará a estas horas ?, hace tanto que espera.
Cuando su compañero del turno noche le pidió que lo sustituyera, no titubeó, alguna vez necesitará él. Y ese colectivo que no viene, que hora será, está tan oscuro que no ve la que marca su reloj. Ah, parece que allá lejos asoman débiles lucecitas, apenas vencen la niebla que está bajando, ! lo que faltaba ! Será el que lo deja bien, no importa subirá al que sea, la cuestión es salir de este lugar cada vez más amenazante, no hay un alma en las cercanías, muchas en el cementerio próximo, dice en un retruécano, haciéndose un chiste de humor más negro que la noche.
En este discurrir se le ha acortado la espera y el colectivo o lo que sea está a la altura de hacerle seña de parada, disminuye la marcha, se estaciona, el hombre no se mueve se siente como engrillado, no consigue que su cuerpo responda movilizándose hacia el transporte, lo único que parece conservar actividad son sus ojos, aun así no distingue nada dentro del extraño vehículo.
El impacientado conductor lo mira y con irónico acento le dice ¿ sube ? al no obtener respuesta sigue la marcha.
Un fuerte estruendo saca al hombre de su catatónico estado.
Las llamas hacen visible los grandes trozos de chatarra que volando por el aire se los ve caer en la curva, frente al cementerio.
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