La farolera tropezó
y en la calle se cayó
y al pasar por un cuartel
se enamoró de un coronel.
Cumpliendo su ruta nocturna Macarena pasó por el cuartel donde su enamorado el Coronel cumplía su guardia.
Se paró un segundo como para captar desde lejos los suspiros de su enamorado y sonriendo bajó la vista porque su pie había tropezado con algo. Se agachó y lo tomó. Brillaba en sus manos como si fuera el sol de la primera mañana, lo atesoró tiernamente e iba a continuar con su ronda pero su vista fue atraída nuevamente por un nuevo brillo, otro roblón, lo guardó y cuando levantó la vista vió alejarse una figura que caminaba rengueando con su pata de palo.
Decidió seguirlo dobló el recodo y se enfrentó al mar embravecido y el malecón desierto. Su mano volvió a tocar los roblones y contándolos se fue cantando bajito:
Dos y dos son cuatro
cuatro y dos son seis
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