Llanto de lluvia en una esquina
La mujer estaba inmóvil parada en esa esquina. Sus lágrimas caían sobre la vereda formando pequeños lagos circulares, poco a poco se fueron extendiendo y ahondando. Cuando ya nada se pudo hacer, más que flotar, ella se elevó en un segundo. Los rayos del sol traspasaban la gran cascada, describiendo en su irrigar, el arco iris.
Casi siempre llueve
El sol no alumbra como antes. Su apariencia juvenil no revela los años vividos. El viejo ritual de la cacería ahora lo cumplen a solas, para que el otro no vea el hastío. Ayer ella no regresó, él, tras los vidrios del ventanal mojado por la lluvia, ve la llegada de un extraño. Cierra sus ojos y al abrirlos nuevamente, se desprenden pequeñas lágrimas sangrientas.
La sombra en la pared alargaba la noche. Tenues luces lejanas dibujaban
el frente del edificio, empapado por la lluvia. Fugazmente se deslizó por una abertura lateral. La calle estaba desierta. La penumbra interior se convirtió en un estallido fulgurante y volvió día la noche. Cuando la gente del pueblo salió para ver qué había sucedido, mezclado entre la multitud, un hombre de traje gris avanzaba quietamente tomando el ala del sombrero con una mano para cubrirse de la pertinaz llovizna. Una sonrisa torcida cruzaba su cara y en sus ojos un odio mortal brillaba embravecido.
Lluvia en el parque
Siente que ya no puede seguir avanzando. Sus piernas no permiten el movimiento necesario. Lentamente se deja caer en uno de los bancos del parque. A su derecha, un mendigo lo mira sorprendido. Las finas gotas de lluvia que comienzan a caer empañan sus lentes. Casi es mejor así, esa nube traslúcida le da una relativa tranquilidad que hace tiempo no tenía. Suspira aliviado, extiende el paquete de cigarrillos a su ocasional compañero y juntos comparten un momento de distensión bajo el aguacero impiadoso.
1 comentario:
muy hermosos todos mari cris
magú
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