lunes, julio 17, 2006

Integrante: María del Carmen Cerezal, Texto: De cuando la luna se desalunó, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.


De cuando la Luna de desalunó

Ay maltilio! També tatul, també tatul! La invocación desesperada de la mulata partía el corazón de quien pudiera oírla.
Sultilio malay, tatul també!Profería un grito visceral y desesperado mientras agitaba los huesillos de losancestros sagrados. Pero, ... la Luna seguía sin aparecer.Muda.Indiferente.Como si nunca hubiera existido una Luna.
¡Qué le importaban a la gran Dama del Cielo los pormenores de una vida tan mísera! Estaba fastidiada.Muy fastidiada.
Milatro ramé, tagua tetulia, repetía Tantividita. Tapal que namún, namún recué!
Pero, fue tal el sollozo que sacudió a la jovencita que, madre al fin, decidió contestarle.
Milatro taguá, Tantividita, dijo abriendo su velo y, una luz blanca, tierna,descendió suavemente hacia la Tierra, dulcificando las siluetas de los arbustos y bañando a la niña como en un abrazo total.Mal bilio també tatul. Las palabras de la Luna parecieron devolverle una calma tanto tiempo perdida.
Yambé, contestó la mulata, sintiéndose bendecida .
Milatra taguá, Tantividita?
Yambé...Su corazón ya sabía la respuesta.Ahora sí. Ahora sí.
"Al sultilio maley tatul, ay sultilio maley yambé",repitió la Luna sonriendo para sí.
Cierto, era una vida mísera, con un problema mísero, pero con un maravilloso corazón enamorado.

Integrante: Adriana Páez Montero, Texto: Cuando aprenda a leer, Curso : Jueves de 17 a 19 hs


Cuando aprenda a leer

Se trata de un señor alto. No, de dos señores, uno alto y flaco y el otro gordo y más bajo. No me acuerdo cómo se llamaban. El señor alto era un poco distraído, pero bueno y valiente. El otro también, pero no tanto. Porque el gordo siempre protestaba, se quedaba dormido y quería comer todo el tiempo. Lo acompañaba siempre, a veces lo cuidaba, le daba consejos y le curaba las heridas. Eran buenos amigos y compañeros y viajaban juntos. Iban a caballo a todas partes porque eso pasó hace mucho tiempo y no había aviones ni autos y ni siquiera teléfono, ni televisión, ni computadoras. Hablaban con la gente, querían ayudar a todos, pero a veces hacían líos como cuando el hombre alto se peleó con los molinos o cuando visitaban a su novia que tenía un nombre dulce o cuando iban a las islas, cuando encontraron un burro que se había perdido y muchas veces más.
Mi papá me dijo que cuando sepa leer me va a prestar el libro. Porque dice que esos dos señores están dentro de cada uno de nosotros y que nos hacen hacer cosas. A mí me parece que se meten cuando uno llega a grande. ¿O cuándo se es chico también?

Integrante:Miguel Ángel Grau, Texto: Cosas que pasan...nada más, Curso: Jueves de 17 a 19 hs


Cosas que pasan.. nada más

Llego y no hay nadie…la casa está fría y oscura. Sólo en la cocina hay luz y un poco de calor…de tu calidez. La veo en el brillo de las hornallas…en la presencia inmaculada de tus ollas…tus cacharros que se alinean obedientes, ordenados – como te gusta a vos, que no estás , tener siempre las cosas.
Me sirvo un café, oscuro como tu enojo…no puedo verlo así y el albo hilo de la leche lo vuelve castaño – como tus ojos – tus ojos serenos y con una chispita de alegría o de picardía traviesa…de cuando somos felices.
No llegas y me resigno a cenar solo – con la esperanza de sorprenderte con la cena preparada…con la esperanza de devolverte algo de lo mucho que me has dado, con la esperanza de ofrecerte algo de mí, que te agrade…y que volvamos a reír.
Frío la cebolla en el sartén y el ruido del aceite se me hace el de una tarde de lluvia repiqueteando en la ventana…como cuando nos conocimos y cocinamos juntos por primera vez.
Los trocitos agitados en el aceite hirviendo se me asemejan la frágil barca del amor, atormentada por los conflictos…por las culpas no reconocidas.
Abro la heladera y el rojo morrón me recuerda tus labios, y, me quedo mirándolo…no puedo cortarlo.
Siento la llave en la puerta y el borbotar del agua hirviendo se me vuelve grato como el bullicio de los pajaritos enjaulados en aquella primer tarde de lluvia en que nos conocimos y compartimos para empezar a ser juntos.
Estás ahí y tu sonrisa ante mis desastres en la cocina me devuelve el alma al refugio de mi corazón.