Sobre el microrrelato y sus alrededores


La extrema brevedad: microrrelatos de una y dos líneas
David Lagmanovich
Universidad Nacional de Tucumán
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La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración.
Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar “breve” un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente -y con mayor razón- algún texto de extensión aun menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera “cuento” o “relato” en nuestra propia literatura o en una distinta de ella.
Cuando se quiere ejemplificar cuán corto puede ser un texto narrativo, aparece el ejemplo indiscutido: “El dinosaurio”, de Augusto Monterroso. Ahora bien, en nuestra lengua no es éste un caso único: hay un buen número de microrrelatos cuyos textos caben en una línea o dos, a lo sumo en tres. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación?
Como las especificaciones gráficas -es decir, tipográficas- introducen variantes que no son productivas para el análisis de estos textos, volvemos a un principio que podemos considerar indiscutido: el del número de palabras de que consta una composición, incluido su título. Así, el mencionado “El dinosaurio” de Monterroso no consta de siete palabras, como a veces se lee, sino de nueve. Es que, en general en todo lo que consideramos minificción (y no es muy distinto el caso de la poesía), y de manera especial en los casos de una escritura minificcional especialmente breve, el título y el texto forman una unidad indisoluble. El primero cumple una indudable función de focalización y, al hacerlo, completa el significado -o, si así se prefiere, devela la intención autoral- a que aspira la composición en su totalidad.
A fin de constituir un corpus apropiado para estudiar este punto, hemos recogido algo más de un centenar de microrrelatos brevísimos (exactamente, 111 composiciones), y los hemos clasificado en una suerte de embudo, de mayor a menor. Tenemos así 13 textos (números 1 a 13) formulados en más de 30 palabras, aunque casi ninguno de ellos supera las 40. Vienen luego otras 41 composiciones (textos 14 a 55) que tienen entre 20 y 30 palabras de extensión. Finalmente, compilamos 55 relatos hiperbreves (números 56 a 111) que se desarrollan en menos de 20 palabras cada uno. Dentro de cada grupo, ordenamos los textos por orden descendente respecto del número de palabras que los constituye. Insistimos en que en el cómputo de cada texto queda incluido el título, ya sea éste tan económico como “Cien” (José María Merino) o tan explícito como “Justificación de la mujer de Putifar” (Marco Denevi). Por otra parte, dejamos de lado -al menos por el momento- toda discusión sobre qué constituye una palabra, aunque se trata de un punto teórico de cierta relevancia. Dividido así el corpus en tres segmentos, en cada caso presentamos ante todo los textos; ofrecemos luego un comentario sobre ese grupo, y hacia el final del trabajo nos ocupamos de las conclusiones generales.

Corpus, sección A: 30 palabras y más
1. AUGUSTO MONTERROSO (Guatemala-México): “El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio” (42 palabras)
Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.
La Oveja negra y demás fábulas, 1969
2. ALEJANDRO JODOROWSKI (México): “Después de la guerra” (38 palabras)
El último ser humano vivo lanzó la última paletada de tierra sobre el último muerto. En ese instante mismo supo que era inmortal, porque la muerte sólo existe en la mirada del otro.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 198
3. JOSÉ DE LA COLINA (México): “Ardiente” (35 palabras)
¿Quieres soplarme en este ojo? -me dijo ella-. Algo se me metió en él que me molesta.
Le soplé en el ojo y vi su pupila encenderse como una brasa que acechara entre cenizas.
En: Lauro Zavala, La minificción en México, p. 63
4. EUSEBIO RUVALCABA (México): “El melómano” (35 palabras)
Compra discos, lee biografías de músicos, colecciona programas de mano. Por sus venas circula música. Y muchas veces ama aun más la música que los propios músicos. Pero llora en vez de tocar.
En: Lauro Zavala, Relatos vertiginosos, p. 138
5. ADOLFO BIOY CASARES (Argentina): “Post-operatorio” (34 palabras)
-Fueran cuales fueran los resultados -declaró el enfermo, tres días después de la operación- la actual terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y con bailes.
Guirnalda con amores, 1959
6. ADOLFO BIOY CASARES (Argentina): “Para un tesoro de sabiduría popular” (33 palabras)
Me dice la tucumana: “Si te pica una araña, mátala en el acto. Igual distancia recorrerán la araña desde la picadura y el veneno hacia tu corazón”.
Guirnalda con amores, 1959
7. JAIRO ANÍBAL NIÑO (Colombia): “Cuento de arena” (33 palabras)
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.
En: Henry González Martínez, La minificción en Colombia, p. 60
8. JAIRO ANÍBAL NIÑO (Colombia): “Fundición y forja” (33 palabras)
Todo se imaginó Superman, menos que caería derrotado en aquella playa caliente y que su cuerpo fundido, serviría después para hacer tres docenas de tornillos de acero, de regular calidad.
En: Henry González Martínez, La minificción en Colombia, p. 62
9. POLI DÉLANO (Chile): “A primera vista” (32 palabras)
Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro.
Sin morir del todo, 1975
10. MÓNICA LAVÍN (México): “Motivo literario” (32 palabras)
Le escribió tantos versos, cuentos, canciones y hasta novelas que una noche, al buscar con ardor su cuerpo tibio, no encontró más que una hoja de papel entre las sábanas.
Retazos, 1996
11. JULIO CORTÁZAR (Argentina): “Amor 77” (31 palabras)
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Un tal Lucas, 1979
12. MARCO DENEVI (Argentina): “Don Quijote cuerdo” (31 palabras)
El único momento en que Sancho Panza no dudó de la cordura de don Quijote fue cuando lo nombraron (a él, a Sancho) gobernador de la ínsula Barataria.
Parque de diversiones, 1970
13. ANA MARÍA SHUA (Argentina): “69” (30 palabras)
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.
La sueñera, 2ª ed., 1996
Comentario a la sección A del corpus
La impresión de brevedad es fuerte, aun cuando estos textos no se cuenten entre los microrrelatos más breves que existen. Los más extensos son el de Monterroso ([1], con 42 palabras) y el de Jodorowski ([2], con 38). Luego la cuenta se va achicando, con los microrrelatos de Adolfo Bioy Casares, de Jairo Aníbal Niño, y otros. Se acercan al límite inferior de esta categoría los de Poli Délano, Mónica Lavín y Marco Denevi, que completan la lista
Mi preferencia personal se inclina por los textos situados a mitad de camino entre las 30 y las 40 palabras y, sobre todo, por los que apenas superan el umbral inferior, es decir, las 30 palabras. Parece que, si aumenta aunque sea en pequeña proporción el número de palabras, la sensación de lo “hiperbreve” se disipa. Y esto ocurre porque el lector advierte en el texto -aunque no lo razone de esta manera- posibilidades de fragmentación o de un análisis no de la totalidad, sino de partes o sectores de la composición.
Por otra parte, puede notarse que no existe una correlación rigurosa entre el número de palabras y los núcleos verbales contenidos en esas secuencias. Por ejemplo el texto [4] (del mexicano Eusebio Ruvalcaba), de 35 palabras, contiene 6 núcleos verbales: un número que puede parecer excesivo para la dimensión del trozo, pero que evidentemente es reclamado por las exigencias de la narratividad. Dicho esto de otra manera: la condición predominantemente verbal o nominal de cualquiera de estas composiciones puede tener interés para el análisis, pero no tiene una influencia decisiva sobre la cuestión de la extensión.
También sería posible someter a un análisis más riguroso la condición misma de microrrelatos que se asigna a algunos de estos textos. El ya mencionado de Ruvalcaba ([4], 35 palabras), por ejemplo, más que un proceso de cambio parece dedicarse a describir una situación estática o permanente: la caracterización de un tipo humano, y no la evolución sufrida por un individuo o por un grupo. Los dos de Bioy Casares (números [5] y [6]) tienen en común el transmitir opiniones: la de un enfermo después de sufrir una operación quirúrgica, y la de una mujer de extracción popular que repite una noción seudo científica adquirida de la tradición oral. En un examen que podríamos llamar “principista” del corpus al que hemos llegado, quizá la inclusión de estos tres textos resultaría discutible. Los hemos dejado, sin embargo, para no apartarnos demasiado de las ideas predominantes sobre la cuestión del microrrelato, ya que la mayor parte de los autores insisten sobre lo multifacético del género; y, en verdad, una lectura no demasiado exigente no encontrará objeción a la presencia de estos tres textos -de 35, 34 y 33 palabras- en esta breve selección.
Sigamos, pues, con los textos situados unos peldaños más abajo en nuestra escalera descendente.

Corpus, sección B: entre 20 y 30 palabras
14. ALEJANDRO JODOROWSKI (México): “Misterios del tiempo” (30 palabras)
Cuando el viajero miró hacia atrás y vio que el camino estaba intacto, se dio cuenta de que sus huellas no lo seguían, sino que lo precedían.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 196
15. CÉSAR ANTONIO ALURRALDE (Argentina): “El sillón” (29 palabras)
Se lo pasaba sentado todo el día, su trabajo al menos así lo exigía. Sólo fue necesario un impulso de sus manos en el sillón de ruedas.
En: Puro Cuento, núm. 23, 1990
16. ALEJANDRA BASUALTO (Chile): “Rosas” (29 palabras)
Soñabas con rosas envueltas en papel de seda para tus aniversarios de boda, pero él jamás te las dio. Ahora te las lleva todos los domingos al panteón.
La mujer de yeso, 1988
17. PÍA BARROS (Chile): “Trece” (28 palabras)
Me encantas, bruja, en tu vuelo nocturno. Así le dijo, lo que siempre había querido escuchar. Pero siguió de largo. Era el día de los malos augurios.
A horcajadas, 1990
18. JOSÉ DE LA COLINA (México): “La culta dama” (28 palabras)
Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado “El dinosaurio”.
—Ah, es una delicia —me respondió—, ya estoy leyéndolo.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 271
19. MIGUEL GÓMES (Venezuela): “Cotidiana” (27 palabras)
Tras una discusión, coloqué a mi mujer sobre la mesa, la planché y me la vestí. No me sorprendió que resultara muy parecida a un hábito.
Visión memorable, 1987
20. JORGE LUIS BORGES (Argentina): “El adivino” (26 palabras)
En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado...
En: Edmundo Valadés, El libro de la imaginación, p. 184
21. RODOLFO MODERN (Argentina): “Del ejercicio del poder” (26 palabras)
Cuando F’ang, el conductor, se sentía fatigado tras una dura jornada de labor, descansaba tres años. Y con él todo el reino.
El libro del señor de Wu, 1980
22. EDMUNDO VALADÉS (México): “Pobreza” (26 palabras)
Los senos de aquella mujer, que sobrepasaban pródigamente a los de una Jane Mansfield, le hacían pensar en la pobreza de tener únicamente dos manos.
En: Lauro Zavala, La minificción en México, p. 44
23. JAIME VALDIVIESO (Chile): “Cordero de Dios” (26 palabras)
- ¿Por qué vas a matarme? ¿No sabes acaso que soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo?
-Precisamente por eso.
En: Juan Armando Epple, Brevísima relación del cuento breve de Chile, p. 26
24. JUAN JOSÉ ARREOLA (México): “Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco” (25 palabras)
Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.
Obras de Juan José Arreola, 1972
25. MARCO DENEVI (Argentina): “Tú y yo” (25 palabras)
Leímos todo cuanto había sido escrito sobre el amor. Pero cuando nos amamos descubrimos que nada había sido escrito sobre nuestro amor.
Parque de diversiones, 1970
26. ARMANDO JOSÉ SEQUERA (Venezuela): “Una sola carne” (25 palabras)
Tan pronto el sacerdote concluyó la frase …y formaréis una sola carne, el novio, excitado, se lanzó a devorar a la novia.
En: David Lagmanovich, La otra mirada, p. 223
27. DAVID LAGMANOVICH (Argentina): “Equívoco” (25 palabras)
Era ciego y caminaba por la calle Florida con un bastón blanco, apoyado en el brazo de una robusta criada, pero no era Borges.
La hormiga escritora, 2004
28. CARMEN LEÑERO (México): [Sin título] (25 palabras)
La empatía entre los cuerpos lleva a una inercia de imitación: cuando salíamos apresurados del hotel, a media tarde, traías uno de mis aretes puesto.
Birlibirloque, 1987
29. JOSÉ MARÍA MERINO (España): “Cien” (25 palabras)
Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio. “Te noto mala cara”, le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina.
En: Raúl Brasca, Dos veces bueno 3, p. 79
30. RENÉ AVILÉS FABILA (México): “Euclideana” (24 palabras)
En una ciudad actual la distancia más corta entre dos puntos no es la recta: es el zigzag que nos evita los semáforos .
En: Lauro Zavala, La minificción en México, p. 34
31. TRIUNFO ARCINIEGAS (Colombia): “Pequeños cuerpos” (24 palabras)
Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron.
En: Raúl Brasca, Dos veces bueno 3, p. 75
32. JOSÉ DE LA COLINA (México): “Una mecenas” (24 palabras)
La hermosa y sensual señora se acostaba con los jóvenes escritores nacionales para mejorar la calidad de la nueva literatura erótica mexicana.
En: Lauro Zavala, La minificción en México, p. 62
33. MARCO DENEVI (Argentina): [Sin título] (24 palabras)
Lo sé -decía el escritor honrado-. He escrito la mitad de lo que quería escribir y publicado el doble de lo que debí publicar.
Parque de diversiones, 1970
.34. ALEJANDRO JODOROWSKI (México): “Calidad y cantidad” (24 palabras)
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.
Sombras al mediodía, 1995
35. ANA MARÍA MOPTY DE KIORCHEFF (Argentina): “Las alas” (24 palabras)
Tres veces soñó que le ponían alas; se propuso no soñar como niño o como beata, y se fue, dormido, sin alas.
Microrrelatos, 1998
36. LUISA VALENZUELA (Argentina): “Escribir” (24 palabras)
Escribir escribir y escribir sin ton ni son es ejercicio de ablande. En cambio el psicoanálisis no, el psicoanálisis es ejercicio de hablande.
Libro que no muerde, 1980
37. LUIS MATEO DÍEZ (España): “El sueño” (23 palabras)
Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo todavía me tembló durante un rato.
En: David Lagmanovich, La otra mirada, p. 165
38. JUAN JOSÉ ARREOLA: “El mundo” (23 palabras)
Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 60
39. ADOLFO BIOY CASARES (Argentina): “Gran final” (23 palabras)
El viejo literato dijo a la muchacha que en el momento de morir él quería tener un último recuerdo de lujuria.
Guirnalda con amores, 1959
40. MARCO DENEVI (Argentina): “El Cid y Jimena” (23 palabras)
Se amaron después de tantas dificultades que en el lecho nupcial les pareció que amarse no valía gran cosa.
Parque de diversiones, 1970
41. MARCO DENEVI (Argentina): “Monólogo de Calígula” (23 palabras)
Si yo, el primero de todos, soy lo que soy (una bazofia), ¿qué puedo esperar del resto de los romanos?
Falsificaciones, 1969
42. FELIPE GARRIDO (México): “Fracaso” (23 palabras)
Subir al tercer piso le toma cincuenta y ocho segundos. Decide terminar. Abre la puerta. Naufraga en sus ojos, color de miel.
En: Lauro Zavala, La minificción en México, p. 53
43. ORLANDO ENRIQUE VAN BREDAM (Argentina): “Las últimas noticias” (23 palabras)
Serán aquellas que escucharemos o leeremos poco antes de morir, poco antes de convertirnos, también nosotros, en una mala noticia.
La vida te cambia los planes, 1994
44. GONZALO CELORIO (México): “Mercado” (22 palabras)
Señora, si usted tuviera idea de mi soledad, no me exigiría que comprara cinco pesos de perejil: me vendería diez centavos.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 222
45. ORLANDO ENRIQUE VAN BREDAM (Argentina): “Derecho” (22 palabras)
-Yo te voy a sacar derecho, mocoso -le dijo mi vecina al hijo y le dobló la espalda con los golpes.
Las armas que carga el diablo, 1996
46. MARCO DENEVI (Argentina): “Paolo y Francesca” (21 palabras)
El Infierno se les antoja un Paraíso porque al menos están exonerados del tormento de callar su amor.
Parque de diversiones, 1970
47. LUIS FELIPE HERNÁNDEZ (México): “Escena conyugal” (21 palabras)
Lanzaba con presteza uno tras otro los cuchillos a su mujer, quien los recibía con el trapo para secarlos.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 256
48. ORLANDO ENRIQUE VAN BREDAM (Argentina): “Preocupación” (21 palabras)
—No se preocupe. Todo saldrá bien —dijo el Verdugo.
—Eso es lo que me preocupa —respondió el Condenado a muerte.
La vida te cambia los planes, 1994
49. RENÉ AVILÉS FABILA (México): “El harén de un tímido” (20 palabras)
Como temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.
Cuentos de hadas amorosas, 1998
50. GUILLERMO CABRERA INFANTE (Cuba): “Dolores zeugmáticos” (20 palabras)
Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra.
Exorcismos de esti(l)o, 1967
51. MARCO DENEVI (Argentina): “Adán y Eva” (20 palabras)
Recordando lo que él hizo con el amor de Dios, Adán siempre recelará del amor de Eva.
Parque de diversiones, 1970
52. MARCO DENEVI (Argentina): “Función de la crítica” (20 palabras)
Períptero —escribe el artista.
Períptero —acota el crítico— es lo que rodea la cella. ¿Está claro?
Falsificaciones, 1969
53. ALBA OMIL (Argentina): “Poema, I” (20 palabras)
De nuevo lo golpeó la realidad, con saña. Quiso aislarse del mundo. Borrarlo. Reconstruirlo. Y escribió el poema.
Con ritmo de jazz, 1998
54. ANA MARÍA MOPTY DE KIORCHEFF (Argentina): “Dibujo” (20 palabras)
Con claridad soñó que el que lo creaba, moría. Al día siguiente no pudo despertar ninguno de los dos.
Microrrelatos, 1998
55. ALBA OMIL (Argentina): “Obsesiones” (20 palabras)
Soñé que me besaban: era sólo el latido de tu nombre que esa noche se durmió entre mis labios.
Con ritmo de jazz, 1998
Comentario a la sección B del corpus
En los 41 textos que se extienden entre los números [14] y [55] del corpus nos aproximamos un poco más al que podríamos llamar el tipo clásico del microrrelato. La extensión que marca el número de palabras aquí considerado, es decir, entre 20 y 30, permite por lo general un despliegue de formas verbales conjugadas, indispensables para el relato, que resultan significativas y naturales. Esto suele tener como condición la unicidad o compatibilidad de la formulación temporal; es decir, que el microrrelato esté formulado exclusivamente en un tiempo verbal, o en dos tiempos vinculados entre sí. Esta última circunstancia, que surge espontáneamente en las emisiones de todo hablante nativo de español, es bien conocida, pero conviene repasarla periódicamente.
Es sabido que la alternancia entre los pasados terminativo y no terminativo es una suerte de ley fundamental de la narración en español; así aparece, por ejemplo, en el primer ejemplo de este grupo [14], de Alejandro Jodorowski: “se dio cuenta de que sus huellas no lo seguían”, o en un ejemplo que consta más adelante y pertenece a Juan José Arreola [24]: “Estabas a ras de tierra y no te vi.” O en la impecable narración “El sueño”, de Luis Mateo Díez [37], donde “soñé”, “desperté” y “me tembló”, por una parte, y por la otra “me estaba lamiendo”, son formas eminentemente apropiadas para reflejar el contrapunto entre lo puntual y lo continuo: dos series de hechos aparentemente situados en la misma franja de tiempo, es decir en el pasado (como corresponde a los tipos más explícitos de construcción narrativa), pero distintos y hasta opuestos desde el punto de vista aspectual.
En algunos casos, la velocidad e inmediatez de la narración exige otras soluciones: por ejemplo, el relato que usa solamente el presente (Felipe Garrido, “Fracaso”, número [42], 23 palabras). Análoga es la solución de Triunfo Arciniegas en “Pequeños cuerpos” (número [31], 24 palabras): en este caso como en el anterior, la narración es totalmente lineal y las cinco formas verbales pertenecen al mismo tiempo; se trata de una secuencia de hechos puntuales que, así como no utiliza elementos adverbiales, tampoco necesita de elaboración aspectual alguna.
En algunos otros ejemplos del corpus pueden producirse ciertos desajustes con respecto al modelo general del microrrelato contemporáneo. Por ejemplo, “Euclideana” [30] de René Avilés Fabila vuelve a un modelo que ya conocemos, el del texto que, más que una narración, nos presenta una reflexión o aguda observación de la realidad. El uso invariable del presente nos alerta sobre su pertenencia a otro tipo textual, más vinculado con la escritura aforística que con el microrrelato. Oscilaciones de este tipo podrán encontrarse en algunos otros ejemplos. No deseamos insistir sobre este punto, sin embargo, pues preferimos que en los fundamentos de construcción del corpus se preste atención también a la representatividad de los autores incluidos, aunque algunas reglas gramaticales tengan una realización un tanto borrosa.
Llegados a este punto, podemos preguntarnos si existe alguna diferencia sustancial entre los dos tipos que examinamos en primera instancia: el de los microrrelatos de más de 30 palabras, y el de aquellos que cuentan entre 20 y 30. La respuesta más razonable es que no es posible justificar tal diferencia. Los textos del grupo A situados cerca del límite superior que arbitrariamente hemos establecido (por ejemplo, el [2], de Alejandro Jodorowski, 38 palabras) parecen equivalentes a otros -no presentes en este corpus- reconocidos desde hace mucho como microrrelatos aunque no pretendan alcanzar la brevedad absoluta, o aunque superen holgadamente estas cifras. Por otra parte, los textos que, dentro del mismo grupo, están cerca del límite inferior (tomemos como ejemplo el [12], de Marco Denevi, 31 palabras) se deslizan hacia el grupo siguiente, es decir el B, sin que exista entre ellos nada que establezca una frontera firme.
Da la impresión, entonces, de que conviene revisar la división tripartita que a priori habíamos establecido (30 palabras y más, entre 20 y 30, y menos de 20 palabras). Parece evidente que la frontera que buscamos en este continuo descendente de textos breves está situada alrededor de las 20 palabras; en consecuencia, sólo se justifica establecer un punto de diferenciación, no dos. También arbitrariamente (pues las decisiones en materia taxonómica son arbitrarias), creemos que ese punto identifica dos tipos de relatos mínimos, a saber, los que tienen más y los que tienen menos de 20 palabras. A estos últimos -relatos de 18, de 15, de 12 palabras, por dar algunos ejemplos- es, en nuestra opinión, a los que en puridad conviene la denominación de hiperbreves. Interpretamos los prefijos micro- y mini- como referencias directas a la ‘brevedad’ (microrrelato, microcuento o minicuento, minificción), mientras que el término hiperbreve puede glosarse como ‘de brevedad extrema’. Contrariamente a un uso que ha cobrado cierta vigencia en España, entendemos esta última categoría, hiperbreve, como una subdivisión dentro de la clase más general de lo “mini”: un punto dentro del continuo, pues de un continuo se trata, que va -por ejemplo- desde composiciones de una página o una página y media de extensión hasta otras de una o dos líneas de extensión.
Formuladas estas consideraciones, todavía nos falta presentar y examinar los ejemplos que constituyen la tercera parte de nuestro corpus: es decir, los textos que constan de menos de 20 palabras. Abarcan desde el número 56 hasta el 111, y sus límites en número de palabras comienzan en las 19 y terminan -con una reserva que en su momento formularemos- en las 8 palabras. Veamos ante todo el corpus.

Corpus, sección C: menos de 20 palabras
56. JUAN JOSÉ ARREOLA (México): “Cuento de horror” (19 palabras)
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones.
Palindroma, 1980
57. MARCO DENEVI (Argentina): “Veritas odium parit” (19 palabras)
—Traedme el caballo más veloz —pidió el hombre honrado—. Acabo de decirle la verdad al rey.
Falsificaciones, 1969
58. GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN (Venezuela): “Los 1.001 cuentos de 1 línea” (19 palabras)
Quiso escribir los 1001 cuentos de 1 línea, pero sólo le salió uno.
Los 1.001 cuentos de 1 línea, 1981
59. DAVID LAGMANOVICH (Argentina): “Mensaje a la madre” (19 palabras)
No quiero verte como eres, sino como te veía cuando lo eras todo para mí.
Casi el silencio, 2005
60. EDUARDO BERTI (Argentina): “Otro dinosaurio” (19 palabras)
Cuando el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí, inventando a la carrera el resto del mundo.
En: David Lagmanovich, La otra mirada, p. 283
61. CÉSAR VALLEJO (Perú): [Sin título] (19 palabras)
Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.
En: Clara Obligado, Por favor, sea breve, núm. 157
62. JUANJO IBÁÑEZ (España): “Desinencia” (19 palabras)
Cuando estaba escribiendo el cuento más breve de su vida, la muerte escribió otro más breve todavía: ven.
Galería de hiperbreves, 2001
63. JUAN ARMANDO EPPLE (Chile): “El viejo y el mar” (18 palabras)
Lo desgastan los años y lo mantiene a flote el sueño del oficio.
Con tinta sangre, 1999
64. JAIRO ANÍBAL NIÑO (Colombia): “Fábula” (18 palabras)
Y los ratones hicieron una alianza y la serpiente de cascabel le puso el cascabel al gato.
En: Henry González Martínez, La minificción en Colombia, p. 61
65. ANA MARÍA SHUA (Argentina): “100” (18 palabras)
Mientras Aladino duerme, su mujer frota dulcemente su lámpara maravillosa. En esas condiciones, ¿qué genio podría resistirse?
La sueñera, 2ª ed., 1996
66. ORLANDO ENRIQUE VAN BREDAM (Argentina): “Urdimbre” (18 palabras)
—¿Tu marido es celoso? —preguntó él.
—Sí. Mi marido es el oso que viene ahí -respondió ella.
La vida te cambia los planes, 1994
67. EUGENIO MANDRINI (Argentina): “Prueba de vuelo” (18 palabras)
Si evaporada el agua el nadador todavía se sostiene, no cabe duda: es un ángel.
Galería de hiperbreves, 2001
68. JUAN JOSÉ ARREOLA (México): “De John Donne” (17 palabras)
El espíritu es solvente de la carne. Pero yo soy de tu carne indisoluble.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 50
69. MARCO DENEVI (Argentina): “Don Juan y las mujeres” (17 palabras)
A ninguna le disgusta tener antecesoras a condición de no tener sucesoras.
Parque de diversiones, 1970
70. BEATRIZ MARTÍNEZ MANZANARES (España): “Trasplante” (17 palabras)
Mi corazón te espera, es lo único que queda de mí, estoy dentro de otra. Búscame.
En: Clara Obligado, Por favor sea breve, núm. 165
71. JAIME VALDIVIESO (Chile): “Lengua de víbora” (17 palabras)
No tuvo que apretar el gatillo: bastó que lo forzara a morderse la lengua.
En: Juan Armando Epple, Brevísima relación del cuento breve de Chile, p. 27
72. MIGUEL SAIZ ÁLVAREZ (España): “El globo” (17 palabras)
Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.
Galería de hiperbreves, 2001
73. RICARDO REQUES (España): “Huida” (17 palabras)
Antes de caer pude ver cómo mis sueños se escapaban rápidamente por los pasillos del metro.
Galería de hiperbreves, 2001
74. JUAN JOSÉ ARREOLA (México): “De escaquística” (16 palabras)
La presión ejercida sobre una casilla se propaga en toda la superficie del tablero.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 49
75. ANTONIO DI BENEDETTO (Argentina): “Oscurecimiento” (16 palabras)
El suicida se cuelga del cuello con el cable telefónico. La ciudad queda a obscuras.
Cuentos del exilio, 1983
76. JAIME MUÑOZ VARGAS (México): “En estricto sentido” (16 palabras)
Se nos acabó el amor. Nos separamos. Cada cual cogió por su lado.
Arte de miniaturía, inédito
77. ÁNGEL GARCÍA GALIANO (España): “La última cena” (16 palabras)
El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.
Galería de hiperbreves, 2001
78. JOSÉ MARÍA PEÑA VÁZQUEZ (España): “El suicida” (15 palabras)
A la altura del sexto piso se angustió: había dejado el gas abierto.
Galería de hiperbreves, 2001
79. CÉSAR ANTONIO ALURRALDE (Argentina): “Pájaros” (15 palabras)
Las ramas se poblaron de pájaros. Sonó un disparo y el árbol cayó pesadamente.
En: Puro Cuento, núm. 23, 1990
80. ALBA OMIL (Argentina): “Génesis” (15 palabras)
El soplo dijo sí y fue la vida. Y no hizo falta la palabra.
Con ritmo de jazz, 1998
81. EUGENIO MANDRINI (Argentina): “Fantasma tradicional” (15 palabras)
En mitad de la noche, la sábana se despertó y salió a trabajar.
Galería de hiperbreves, 2001
82. MARCO DENEVI (Argentina): “De Catalina de Rusia” (14 palabras)
Si no hubiese sido por mi cuerpo, habría sido casta.
Parque de diversiones, 1970
83. LUIS BRITTO GARCÍA (Venezuela): “Última” (14 palabras)
La última muerte se me olvidó, que es como si hubiera muerto doblemente.
En: David Lagmanovich, La otra mirada, p. 218
84. DAVID LAGMANOVICH (Argentina): “Reencuentro” (14 palabras)
No eras tú la que yo quería volver a encontrar, sino tu recuerdo.
Casi el silencio, 2005
85. EDMUNDO VALADÉS (México): “La búsqueda” (14 palabras)
Esas sirenas enloquecidas que aúllan recorriendo la ciudad en busca de Ulises.
De bolsillo, 1989
86. ORLANDO ENRIQUE VAN BREDAM (Argentina): “Graffiti” (14 palabras)
Es fácil juntar de nuevo a Los Beatles. Sólo se necesitan tres balazos.
La vida te cambia los planes, 1994
87. MARCO DENEVI (Argentina): “Justificación de la mujer de Putifar” (13 palabras)
¡Qué destino: Putifar, eunuco, y José, casto!
Falsificaciones, 1969
88. GUILLERMO SAMPERIO (México): “Bebo tu boca” (13 palabras)
Cuando beso tus labios de agua, nunca son los mismos.
En: David Lagmanovich, La otra mirada, p. 160
89. GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN (Venezuela): “El hombre invisible” (13 palabras)
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
Los 1.001 cuentos de 1 línea, 1981
90. DAVID LAGMANOVICH (Argentina): “La hormiga escritora” (13 palabras)
Si una hormiga resultara escritora, ¿qué podría escribir sino minificción?
La hormiga escritora, 2004
91. DAVID LAGMANOVICH (Argentina): “Declaración de desamor” (13 palabras)
Crees ser mi poema definitivo, pero sólo eres una errata.
La hormiga escritora, 2004
92. ANTONIO SKÁRMETA (Chile): “Desnudo en el tejado” (13 palabras)
¿Y qué pretendes?
¿Qué viva desnudo en el tejado?
Desnudo en el tejado, 1969
93. LUIS VIDALES (Colombia): “Súper-ciencia” (13 palabras)
Por medio de los microscopios
Los microbios
Observan a los sabios.
En: Henry González Martínez, La minificción en Colombia, p. 33
94. ADOLFO BIOY CASARES (Argentina), “Escribir” (12 palabras)
Cada frase es un problema que la próxima frase plantea nuevamente.
Guirnalda con amores, 1959
95. DAVID LAGMANOVICH (Argentina): “El asesino” (12 palabras)
No mató por matar: es que se moría por matar.
La hormiga escritora, 2004
96. JAIME MUÑOZ VARGAS (México): “Justicia” (12 palabras)
Hoy los maté. Ya estaba harto de que me llamaran asesino.
Arte de miniaturía, inédito
97. WILLIAM OSPINA (Colombia): “Amenazas” (12 palabras)
—Te devoraré —dijo la pantera.
—Peor para ti —dijo la espada.
En: Guillermo Bustamante Zamudio y Harold Kremer,
Antología del cuento corto colombiano, p. 125
98. PABLO URBANYI (Argentina-Canadá): “El dinosaurio” (12 palabras)
Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí.
En: Lauro Zavala, Relatos vertiginosos, p. 154
99. LUISA VALENZUELA (Argentina): “Confesión esdrújula” (12 palabras)
Penélope nictálope, de noche tejo redes para atrapar un cíclope.
Libro que no muerde, 1980
100. ANÓNIMO (México): “Enamorado” (11 palabras)
Le propuso matrimonio. // Ella no aceptó. // Y fueron muy felices.
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 227
101. RAFAEL PÉREZ ESTRADA (España): “Sólo sé” (11 palabras)
Sólo sé que, si abro el poema, deberá sangrar.
El ladrón de atardeceres, 1998
102. AUGUSTO MONTERROSO (Guatemala-México): “Fecundidad” (11 palabras)
Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.
Movimiento perpetuo, 1972
103. JAIME MUÑOZ VARGAS (México): “Autobiografía” (11 palabras)
Fracasé. Soy, como todo mundo lo sabe, un perfecto desconocido.
Arte de miniaturía, inédito
104. ANTONIO CABRERA (España): “Corazonada” (11 palabras)
—Rápido —dijo—, arrojad a ese río las cenizas del Fénix.
Galería de hiperbreves, 2001
105. AGUSTÍN MONSREAL (México): “Cálculos renales” (10 palabras)
¡Cuánto sufrí para poder arrojar la primera piedra!
En: Lauro Zavala, Minificción mexicana, p. 244
106. OMAR LARA (Chile): “Toque de queda” (9 palabras)
—Quédate, le dije.
Y la toqué.
En: Juan Armando Epple, Brevísima relación del cuento breve de Chile, p. 51
107. AUGUSTO MONTERROSO (Guatemala-México): “El dinosaurio” (9 palabras)
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Obras completas (y otros cuentos), 1959
108. JAIME MUÑOZ VARGAS (México): “El corrector” (9 palabras)
Cuando enmendó, la herrata todavía estaba allí.
Monterrosaurio, inédito
109. JAIME MUÑOZ VARGAS (México): “El descarado” (9 palabras)
Cuando plagió, el copyright todavía estaba allí.
Monterrosaurio, inédito
110. EUGENIO MANDRINI (Argentina): “Fiesta completa” (8 palabras)
Y llovieron panes sobre el circo.
Galería de hiperbreves, 2001
111. JOSÉ COSTA SANTIAGO (España): “¡Sorpresa!” (8 palabras)
La primera mañana después de mi muerte.
Galería de hiperbreves, 2001
Comentario a la sección C del corpus
En este grupo llama la atención el fuerte influjo, en términos de intertextualidad, del famoso “El dinosaurio” ([107], 9 palabras), de Augusto Monterroso, el cual genera otros textos que tienden a asumir una extensión similar a la del original. La sección en que nos encontramos presenta ejemplos de esta influencia. Ante todo están “Otro dinosaurio”, de Eduardo Berti ([60], 19 palabras) y “El dinosaurio” ([98], 12 palabras), de Pablo Urbanyi. Pero también son de destacar las brevísimas construcciones de Jaime Muñoz Vargas (“El corrector”, [108], 9 palabras, y “El descarado”, [109], 9 palabras), parte de una larga serie -inédita hasta el momento de componer estas líneas- titulada Monterrosaurio. En este caso se adopta el molde de la celebérrima construcción de Monterroso y se lo rellena con contenidos diversos, sin sobrepasar nunca el límite determinado por el modelo que se está siguiendo.
La obsesión con la brevedad, o mejor dicho con la ambición de alcanzar la brevedad extrema, aparece con claridad en “Desinencia” ([62], 19 palabras) del español Juanjo Ibáñez: “Cuando estaba escribiendo el cuento más breve de su vida, la muerte escribió otro más breve todavía: ven”. Ingenioso, pero Ibáñez no escribe uno de los relatos más breves que conocemos, sino que hace referencia a uno que pudiera haberse escrito y al que se le atribuye brevedad extrema. Pero ¿cómo escribirlo? Porque, si intentamos escribir tan sólo lo que presuntamente dijo la muerte, no tenemos un microrrelato, sino una orden expresada con una monolexía, por añadidura monosilábica; y no es así como se construye la literatura. Otros microrrelatos en los que de alguna manera figura -temáticamente- la noción de la brevedad son: [58], de Gabriel Jiménez Emán; [80], de Alba Omil; [90], de David Lagmanovich; y [107], de Augusto Monterroso, con lo que vamos descendiendo desde las 19 palabras hasta las famosas 9 del ejemplo más conocido de todos.
¿Es posible reducir aun más esta extensión, o, en términos deportivos, batir esa marca? Puede ser: pero no de la manera como se intenta hacerlo al final de nuestra compilación. Vaya y pase, sobre todo por su carácter ingenioso y su recurrencia a la intertextualidad que evoca en el lector, “Fiesta completa” [110], de Eugenio Mandrini: “Y llovieron panes sobre el circo”. Pero el último aquí compilado, [111], de José Costa Santiago, “¡Sorpresa!”, es claramente objetable: “La primera mañana después de mi muerte”. ¿Un relato donde nada se relata, puesto que no existe forma verbal alguna que tome a su cargo la exposición del desarrollo de una acción? Cualquiera puede enhebrar unas cuantas formas nominales y dejarlas sobre el papel; pero, por mucho que las formas cambien, lo que el lector espera es -palabra más, palabra menos- lo que recibía como “cuento” el oyente de antaño: “Había una vez una viejecita que vivía en medio de un bosque…” No es broma: es que hay que distinguir entre un relato y aquello que no lo es. Se puede innovar, pero no a costa de la narratividad.

Observaciones generales
Hay dos o tres preguntas que resultan obvias. Se las puede enunciar en la forma siguiente. 1) ¿Es de alguna manera diferente el efecto que producen las construcciones minificcionales de más de 20 palabras y de menos de ese límite? 2) Si existe esa diferencia, ¿en qué consiste? 3) En la suposición de que estemos ante dos tipos textuales distintos, ¿cómo resolveremos el problema terminológico? Intentemos algunas respuestas.
1. Sí, el efecto no es el mismo. Se puede discutir si esa diferencia se produce exactamente en el límite de las 20 palabras, o un poco antes o un poco después; pero la recepción producida en un lector -letrado o no- varía en función de la extensión del texto. Esta circunstancia, relacionada con el proceso de la recepción, explica posiblemente la gama de reacciones con que, inicialmente, fue leído “El dinosaurio” [107], de Augusto Monterroso: una gama que fue desde el impacto sorpresivo hasta la imitación del procedimiento textual ([60], [108], [109]…). La imitación se dio por lo general con un fuerte componente de parodia no burlesca, o parodia en sentido estricto; pero también apareció en alguna oportunidad (como en “La culta dama” de José de la Colina, [18]) creando una atmósfera satírica dirigida a los lectores no familiarizados con estos nuevos textos.
Es equivalente lo que ocurrió (y lo cuenta el mismo autor, es decir, Monterroso) con otros textos de una línea. Así, relata el autor: “Yo escribí una vez un cuento que creí que era de una línea -y que era cuento-, se llama Fecundidad. Con esta confusión de géneros que se me atribuye, resulta que esto que yo había considerado un cuento ha sido publicado en una antología del ensayo hispanoamericano […]”. (En nuestro corpus, el texto en cuestión es el [102].) La anécdota, aparte de tener gracia, ilustra sobre las reacciones -en este caso, de lectores que ejercen la función de antólogos- que se producen o se producían frente a relatos de una línea, al menos en los primeros años del surgimiento de esta forma textual. Reiteramos: por un lado la extrema brevedad, y por otro el momento de la primera publicación, que puede manifestarse a contrapelo de las costumbres lectorales predominantes, producen conjuntamente el efecto diferenciador.
2. Básicamente, la diferencia a que nos referimos depende de la rapidez de la narración, en el sentido en que usa este concepto Ítalo Calvino. Esa rapidez o velocidad produce una sensación de inmediatez: anula la expectativa sobre “qué va a ocurrir después”, pues lo poco o mucho que se presenta ocurre simultáneamente, en un relámpago, frente a los ojos del lector. Se trata verdaderamente de un “relato vertiginoso” (Lauro Zavala), de una “ficción súbita” (Robert Shapard y James Thomas): los mejores ejemplos a los que se aplican estos calificativos son precisamente estos que hemos estado estudiando. Un ejemplo que no se cuenta entre los más conocidos: el de Miguel Saiz Álvarez, “El globo”: “Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño” [72]. O el magnífico “El hombre invisible”, de Gabriel Jiménez Emán: “Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello” [89]. Son 17 palabras en el primer caso, 13 en el segundo, y los dos textos son excelentes ilustraciones de este tipo de minificciones: los microrrelatos de una línea, o hasta de dos líneas, o de menos de 20 palabras de extensión.
3. El problema terminológico no es esencial: el creador no escribe en función de un marbete, sino a impulsos de una tensión interior que en un caso le hará encadenar 120 palabras y en otro 12, por ejemplo. En este trabajo hemos comenzado hablando de “microrrelatos de una o dos líneas” y nos hemos ido orientando hacia el concepto de “hiperbreves”. Como hemos indicado, es de lamentar que este último término sea usado por algunos editores como si fuera sinónimo de “microrrelatos”. Es mejor reservarlo para composiciones del tipo de las 111 que hemos compilado en el corpus que se estudia en este artículo. Hay que reconocer que no todo lo breve es hiperbreve, así como no todo lo extenso es vasto o dilatado. Si se reservara el término hiperbreve para los extremos de brevedad, podríamos apreciar mejor lo que podemos llamar la pirámide (o el continuo) de la narratividad: de abajo a arriba, hiperbreve, microrrelato, cuento breve, cuento, novela breve o nouvelle, novela, ciclo novelístico… De nuevo: como en muchos otros casos, siempre habrá detalles abiertos a la discusión, pero estaremos situados en un tramo coherente de una teoría general de las formas narrativas.
No pretendemos haber resuelto con estas consideraciones, y tampoco con estas conclusiones, todos los problemas que plantea la existencia de “microrrelatos de una y dos líneas” o hiperbreves: ni los problemas de género, ni los de lectura, ni aun los de terminología. Pero no lamentamos el alcance provisional de estas páginas: en cualquier actividad de investigación, el primer paso consiste en establecer y delimitar la existencia de un problema. Creemos haber hecho eso, y esperamos que otros prosigan la tarea que queda esquematizada.

Bibliografía
Brasca, Raúl, comp. (2002). Dos veces bueno 3. Buenos Aires: Desde la Gente.
Bustamante Zamudio, Guillermo, y Harold Kremer (1994). Antología del cuento corto colombiano. Cali: Universidad del Valle.
Círculo Cultural Faroni (2001). Galería de hiperbreves: Nuevos relatos mínimos. Barcelona: Tusquets. (Colección Andanzas.)
Epple, Juan Armando, comp. (1989). Brevísima relación del cuento breve de Chile. Santiago, Chile: LAR.
——, (1999). Brevísima relación: Nueva antología del microcuento hispanoamericano. Santiago, Chile: Mosquito.
González Martínez, Henry, comp. (2002). La minificción en Colombia: antología. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.
Lagmanovich, David, ed. (2005). La otra mirada: Antología del microrrelato hispánico. Palencia: Menoscuarto. (Reloj de arena, 11.)
Obligado, Clara, ed. (2001). Por favor, sea breve: antología de relatos hiperbreves. Madrid: Páginas de Espuma.
Zavala, Lauro, sel. y prólogo (2000). Relatos vertiginosos: antología de cuentos mínimos. México: Alfaguara.
——, comp. (2002). La minificción en México: 50 textos breves. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional.
——, sel. y pról. (2003). Minificción mexicana. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
[21.01.2005]

© David Lagmanovich 2006
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/exbreve.html
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Bibliografía digital
Blog de minicuentos
Cuentos Breves
Antología de minicuentos

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Cuentos cortos por Alejandro Dolina



"El hombre que va a menos (boceto de una vida completa)"

El protagonista ha nacido con una dotación formidable. Es inteligente,
valeroso, viril y apuesto.
Sin embargo, durante toda su vida disimulará estas cualidades, tal vez por
no apabullar a los demás.
Fracasará en sus estudios por fingir desconocimiento, aún poseyendo
erudición.
Renunciará a espléndidas mujeres y se casará con una verdadera bruja.
Retrocederá ante rivales que en realidad desprecia.
Cometerá injusticias para no sentir la soberbia de ser bondadoso. Se rodeará
de amigos miserables y les hará el homenaje de parecerse a ellos.
Tendrá gustos exquisitos, pero los negará para mentir regocijo ante las
cosas más despreciables.
Una noche sentirá venir la muerte y no tendrá miedo, pero gemirá como un
maula.
Jamás recibirá recompensa ninguna en este mundo, y tal vez tampoco en el
otro.

Alejandro Dolina



El duelo o la refutación del horóscopo

Los dos hombres nacen el mismo día, a la misma hora. Sus vidas no se cruzan
hasta que son enamorados por la misma mujer. Entonces se encuentran y pelean por
ella. Uno de ellos obtiene la victoria y el amor. Al otro le corresponde el
dolor, la humillación y quizá la muerte. Los astrólogos han previsto ese día el
mismo horóscopo para los dos. Tal vez son erróneos los vaticinios.
O tal vez se equivoca uno al pensar que el amor y la muerte son destinos
distintos.
Alejandro Dolina.


Los deberes de Pedro

Pedro se sienta en los últimos bancos del aula, como corresponde a un chico
que desdeña la educación y la vecindad de los poderosos. Las conspiraciones y
los batifondos nunca lo hallan ajeno. Busca el riesgo de las transgresiones y la
compañía de los más beligerantes. A veces lo tientan el estudio y la
inteligencia.
Entonces, como quien acepta un desafío, como una compadrada, resuelve arduos
problemas de regla de tres y cumple los dictados sin tropiezos.
Un día, la maestra le acaricia el pelo tiernamente. El piensa:
-Ay, señorita... Si supiera cómo me gustaría regalarle una flor y darle un
beso.
Pero Pedro sabe quién es y conoce su deber y su destino. Con una gambeta se
aleja del afecto inoportuno y va a buscar la gloria allá en el fondo, donde los
malandras se empeñan revoleando los tinteros para que se cumpla mejor el divino
propósito del Universo.

Alejandro Dolina, Crónicas del Angel Gris.


El hombre que era, sin saberlo, el diablo


Un caballero de la calle Caracas resolvió negociar su alma. Siguiendo los
ritos alcanzó a convocar a Astaroth, miembro de la nobleza infernal.
-Deseo vender mi alma al diablo -declaró.
-No será posible -contestó Astaroth.
-¿Por qué?
-Porque usted es el diablo.

Alejandro Dolina, Crónicas del Angel Gris


El hombre que pedía demasiado


Satanás: ¿Qué pides a cambio de tu alma?
Hombre: Exijo riquezas, posesiones, honores, distinciones... Y también
juventud, poder, fuerza, salud... Exijo sabiduría, genio, prudencia... Y también
renombre, fama, gloria y buena suerte... Y amores, placeres, sensaciones... ¿Me
darás todo eso?
Satanás: No te daré nada.
Hombre: Entonces no tendrás mi alma.
Satanás: Tu alma ya es mía. (Desaparece).

Alejandro Dolina, Crónicas del Angel Gris.