El tren y la plaza
El tren atravesaba un campo triste, amarillento, iluminado por el sol. Ondulaban en el cielo los árboles y las nubes. Los pinos surgían tras las ventanillas. El humo de la máquina ennegrecía el cielo.
El viento doblé hacia el este y el cielo se cubrió de nubes redondas, infladas y llenas de agua. Cuando salga el sol se pondrán rojas y lloverá y lloverá y lloverá hasta que pare.
La estación tenía una plaza y la plaza tenía una reja que impedía el acceso y los chicos en los juegos parecían monitos saltando de rama en rama. Todo era inverosímil. El color de la tarde gris, mohosa, con una casi garúa. Neblina.
A pesar de todo, los chicos jugaban y se ponían de acuerdo. A veces peleaban. En medio de todo ese ruido se escuchaba, cuando cerraba el semáforo, el chirrido del freno de un colectivo que no pudo pasar en verde.
El tren atravesaba un campo triste, amarillento, iluminado por el sol. Ondulaban en el cielo los árboles y las nubes. Los pinos surgían tras las ventanillas. El humo de la máquina ennegrecía el cielo.
El viento doblé hacia el este y el cielo se cubrió de nubes redondas, infladas y llenas de agua. Cuando salga el sol se pondrán rojas y lloverá y lloverá y lloverá hasta que pare.
La estación tenía una plaza y la plaza tenía una reja que impedía el acceso y los chicos en los juegos parecían monitos saltando de rama en rama. Todo era inverosímil. El color de la tarde gris, mohosa, con una casi garúa. Neblina.
A pesar de todo, los chicos jugaban y se ponían de acuerdo. A veces peleaban. En medio de todo ese ruido se escuchaba, cuando cerraba el semáforo, el chirrido del freno de un colectivo que no pudo pasar en verde.
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