
TESTIMONIOS FISURADOS
Había en mí profundas fisuras que venían de un alma agotada por buscar inútilmente imágenes de luciérnagas encendidas en corazones apagados.
Fisuras que desde la soledad dejaban a mi cuerpo y a mi esperanzas yertos, sentados en el umbral del que parecía ser mi único destino.
Instantes tan fisurados por entregas a destratos malditos que iban cerrando las pocas hendijas abiertas después de tantas malquerencias.
Besos oscuros que fisuraban mis pasiones mientras manos hacedoras de mentiras dejaban huellas de ilusiones muertas antes de nacer.
Fisuras por recuerdos abrasivos que arrebataron de mi vida el pudor y desataron caudales inagotables de resignación.
Pese a tanta verdad fisurada y al arcano desolador que se revelaba mortal; inauditas fuerzas que salieron de no sé qué intenso sentimiento me despertaron de un querer ig-
norarlo todo.
La locura piadosa del amor del mundo bajó una noche de luna blanca y con vendajes de ternura juntó los quiebres que había desde mis pies hasta cada uno de mis cielos. Y atre-
vidamente escondió por unos meses el fanal iluminado de unos ojos que se mostraron en una última y sagrada fisura ventral por la que salió mi hija
Había en mí profundas fisuras que venían de un alma agotada por buscar inútilmente imágenes de luciérnagas encendidas en corazones apagados.
Fisuras que desde la soledad dejaban a mi cuerpo y a mi esperanzas yertos, sentados en el umbral del que parecía ser mi único destino.
Instantes tan fisurados por entregas a destratos malditos que iban cerrando las pocas hendijas abiertas después de tantas malquerencias.
Besos oscuros que fisuraban mis pasiones mientras manos hacedoras de mentiras dejaban huellas de ilusiones muertas antes de nacer.
Fisuras por recuerdos abrasivos que arrebataron de mi vida el pudor y desataron caudales inagotables de resignación.
Pese a tanta verdad fisurada y al arcano desolador que se revelaba mortal; inauditas fuerzas que salieron de no sé qué intenso sentimiento me despertaron de un querer ig-
norarlo todo.
La locura piadosa del amor del mundo bajó una noche de luna blanca y con vendajes de ternura juntó los quiebres que había desde mis pies hasta cada uno de mis cielos. Y atre-
vidamente escondió por unos meses el fanal iluminado de unos ojos que se mostraron en una última y sagrada fisura ventral por la que salió mi hija