Cuando entró parecía dudar. Después enfiló hacia una mesa de dos pegada a los vidrios y se sentó. Traía una pequeña cartera de la que sacó unos papeles.
Con aspecto de profesora, el impermeable puesto, su cabello corto con claritos correctamente peinado, un buen maquillaje, hacía un todo fino, atrayente.
Después que pidió un café comenzó a leer en un papel. Luego quedó con la mirada fija; no se podía saber si leía o pensaba, o quizás sufría. En tres o cuatro minutos dio cuenta de la lectura y luego guardó el papel en su cartera.
Quedó pensativa, con las manos y brazos apoyados en la mesa, dejando ver su perfil armonioso. Instantes después extrajo de algún bolsillo un teléfono. Marcó y escuchó atentamente mientras revolvía el café que le habían traído. Su cara no expresaba emociones aunque los dedos de la mano izquierda apretaron sus ojos cerrados dos, tres veces. En un momento movió la cabeza en una lenta negativa y luego su expresión se hizo dura, como quien conmina, quien da un ultimátum. Después en tono siempre bajo dio fin a la conversación.
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