viernes, septiembre 01, 2006

Integrante: Rodolfo Sangiovanni, Textos: El cocinero y la millonaria, El hospital donde alguien ha muerto, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs

EL COCINERO Y LA MILLONARIA

Era una viuda joven y muy bella, que heredó una cuantiosa fortuna, incluso un deslumbrante castillo ubicado en lo alto de una pendiente, cerca de un río de aguas transparentes y tremulosas. Ese verano decidió disfrutar unos dias lejos de la ciudad. Hizo los preparativos ordenándole a su mayordomo que dispusiera lo necesario, éste era un hombre de experiencia, detallista, de modo que hasta pensó contratar un cocinero, recomendado por su buen gusto e imaginación.
La primera noche de esas cortas vacaciones le gustó tanto la cena a Sofía que al otro día quiso conocer personalmente a quien fue capaz de crear tanto deleite para el sentido del gusto. Estaba vestida con un mini short y una remera transparente que dejaba vislumbrar su íntima belleza, cuando se hizo presente el joven cocinero en el jardín que rodeaba la piscina; éste vestía una camisa muy ceñida al cuerpo que resaltaba su figura atletica, alto, delgado bien parecido, sus ojos verdes y mirada profunda produjo una extraña sensación en la joven mujer.
Mucho gusto-quería conocerte y felicitarte- conversar sobre futuras preparaciones culinarias, pienso quedarme un mes aquí y experimentar todos los gustos posibles…él la miró ahora, como acariciándola, le contestó con un tono de voz insinuante: todos los gustos son posibles si nos ponemos de acuerdo. Ella sonrió pícaramente, levantando su remera intencionalmente y se inclinó para tomar una copa lo que permitió al muchacho ver sus blancos y aterciopelados pechos; entonces dijo: de eso se trata, ponerse de acuerdo…
Quisiera complacerte pero necesito tu ayuda. Decime ¿cómo querés que te ayude?
La naturaleza que es muy generosa ofrece variedad de alimentos con diferencia de sabores, aromas, texturas e incluso colores; dame una orientación y prometo preparar exquisiteces que exalten tus deseos.
Te diré, sólo preciso probar y descubrir la esencia de lo que me ofrezcas, así soy para todo, curiosa por naturaleza, tengo necesidad de que las cosas me exciten, que me conduzcan a un climax y luego, enlazarme al deseo de beber algo que llegue muy profundo a mi interior y calmar ese estado, reencontrándome con un manso bienestar.
Soy amante de lo que dé vigor y plenitud; aquello que proporciona y realza la belleza. A veces pienso que tengo un pacto con Afrodita y quisiera mantener para siempre una figura plena de juventud.
Trataré de complacer tus deseos, sólo te pido que seas muy sincera, así podré mejorar lo que te ofrezca. Bueno, a propósito, me llamo Ariel.
Por la tarde, el mayordomo, se acercó a la sala donde Sofia tomaba el té. Le entregó una caja dorada con una gran cinta roja, era un envío de Lion D’or, tenía una tarjeta escrita: “Nada mejor que el chocolate, genera bienestar y permite percibir sutilmente todo lo que contacta con tu piel.” Firmaba “A”.
Se fueron sucediendo los días, los platos que preparaba Ariel eran mensajes llenos de calidez. Todas las mañanas el apuesto muchacho le servía a Sofía jugos de frutas naturales, no faltaban los cítricos y el kiwi, explicándole que eran esenciales para la fertilidad. Mutuamente sentían una atracción cada día mayor.
Transcurría ya la tercera semana y el sábado a media mañana llega Ariel con una gran copa de jugos adornada con trocitos de frutas; ella sin esperar que la sirviera estiró su brazo y al tomarla zozobró entre las manos volcando líquido entre sus piernas. Les provocó mucha risa. El humedeció el extremo de una servilleta y la pasó delicadamente sobre la piel; ella se sonrojó, tomó la mano del muchacho apoyándola sobre su cuerpo. Ariel, ésta noche quiero que cenemos juntos, le daré franco al personal y la velada será toda nuestra, yo misma haré los preparativos en la salita íntima que da al jardín, vos disponé lo demás. A las diez tendré todo listo, él le tomó las manos y contestó: de acuerdo.
Fue una noche mágica, se unieron el romanticismo y el arte refinado en la preparación culinaria, la selección era pródiga en manjares. No faltó el toque de la iluminación intimista con velas y un suave resplandor que daban las luces del parque adyacente.
Al principio tomaron un jerez noble, de añejado sabor; él mojó su dedo y le acarició su labio inferior, el gesto de la joven fue de grato deleite.
Para comenzar la cena sirvieron una copa de mariscos acompañada con un aromático y fresco sauvignon blanco, todo una delicia.
Ningún alimento tiene la propiedad excitante de la carne roja, bien sazonada y aromatizada. El joven gourmet eligió un lomo tierno, en rodajas moderadamente gruesas acompañado con una salsa de champignones; realzando sus propiedades le agregó un toque de pimienta árabe. Para acompañar una ensalada con mezcla de apio, manzanas y ananá unidas con una crema acariciante.
El postre fue el complemento ideal, básicamente helado de vainilla, que aumenta la resistencia física, desinhibe y reduce la ansiedad; salpicado con frutos de arándano-aumenta la circulación sanguínea y favorece el amor íntimo. Todo tenía el matiz de una música suave, apropiada a la situación y el infaltable, burbujeante champan.
Comieron frugalmente, bebiendo con discreción; la idea era disfrutar la noche a pleno y ardientemente; bailaron muy juntos bajo la luz de la luna; a medianoche, luego de interminables caricias y besos se encaminaron hacia la alcoba. Ella caminaba adelante, al subir la escalera, movía graciosamente sus caderas, mientras él, detrás, la contemplaba y llevaba en sus manos dos copas de cristal.

El hospital donde alguien ha muerto

Carmelo Carella, tuvo una jornada extenuante; le había dedicado a sus tareas casi doce horas de labor.
Después de una reconfortante ducha, se cambió la ropa y se dirigió al comedor atraído por un aroma acariciante; su esposa Andrea estaba cocinando pizza casera.
Se sentaron a la mesa para compartir la comida con deleite, solo ellos, ya que sus dos hijos habían salido y su hija se estaba arreglando para salir en cuanto llegara su novio.
Serían las 23 hs., cuando llegó el novio de Rossana, se anunció haciendo sonar la bocina bitonal de su flamante auto deportivo de color rojo. La chica se despidió de sus padres con un beso y salió a recibir al muchacho.
Luego de cenar ,Carmelo y Andrea tomaron un café, con un toque de cacao y canela y el se sirvió un coñac.
Ya relajado de todas las tensiones causadas por un día muy exigente el hombre se retiró a su dormitorio para descansar, un rato después la señora siguió sus pasos.
Avanzada la madrugada, cerca del amanecer, sonó el teléfono –Carmelo lo atendió- del otro lado de la línea una voz que se presentó como el Oficial Inspector Durán le dijo: señor perdone por la hora, tengo que molestarlo por cuanto tengo un pedido de la guardia del Hospital Regional.
Dígame ¿por que? ¿qué ha sucedido? Preguntó Carmelo evidentemente preocupado. No sé con exactitud, ocurrió un accidente, un auto nuevo de color rojo tuvo un fuerte choque y llamaron del hospital para informar que “alguien ha muerto”, lo requieren para realizar un reconocimiento, no sé nada más.
En unos minutos estoy en su domicilio para acompañarlo.


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