jueves, septiembre 07, 2006

Integrante: Marta Viñas, Texto: Viernes de Milonga, Curso: Jueves de 17 hs a 19 hs.

Dardo Zapiola es metalúrgico, labura desde muy pibe y a sus treinta y cinco años es capataz, que no es poco para un hombre que apenas cuenta con una primaria.
Es morochón, bien plantado y solterísimo. Vive con la vieja y de momento así seguirá, es fanático del dos por cuatro y de las camisas almidonadas, espera la llegada del viernes casi con emoción, para él “Viernes” es igual a milonga. Le gustan las luces, la música, los gomias, otear como viene el minerío, bailar con la colorada Rene un lujo, ni hablar de María... María Gómez, literalmente y como dice el tango "se paraban pá verla bailar" y no es que fuera linda, era diferente, distinta a todas, le batían "trompito" respetuosamente.
En el Social se conocían todos, las minas, los chabones los mozos, personajes que sabían vida y mjlagro de los concurrentes, por eso el día que entró aquel desconocido, todo el mundo lo miraba; vestía un paletó de cuero negro de puta madre, sesentón, entrecano; para el mujerío_ pintón; para los hombres un rival.
Tancredo Ulises Urraballereta Garzón, aparentemente no cuadraba en aquel lugar, sin embargo en su juventud y antes de todo el debacle que era su vida en este momento, ya que lo perseguía más de un acreedor y le estaban por rematar la última propiedad que le quedaba, había sido un asiduo visitante del Marabú, del Tabarís y hasta llegó a conocer los últimos tiempos del Salón La Argentina, catedral del tango en su momento, ahora convertido en restaurante for-export.
Esto era otra cosa. Miraba espantado las luces psicodélicas que se prendían y apagaban cada vez que se cambiaba de ritmo, porque eran cuatro tangos, cuatro milongas, cuatro valses y cuatro cumbias, sin error alguno.
Estaba indeciso, palpó su billetera, todavía le quedaban ciento y pico de pesos, fruto de su último empeño ¡ má si! pensó, esto no cambia nada, capaz que hasta encuentro una señorita que me de asilo.
Se sentó en una mesa, llamó al mozo, le entregó su paletó y pidió un Old Smuggler con hielo yagua, el trago le tenía que durar, ¡Mon Dieu ¡si lo vieran su amistades en semejante antro ¿Cómo había llegado allí? Recordó que se había subido a un colectivo en Santa Fe y Austria y que pensando, pensando no se dio cuenta que el mismo llegó al final del recorrido
“ Mataderos". Estimó que había caminado dos cuadras cuando sintió la música y vio las luces del bailongo y ahí estaba.­
Las minas con grandes escotes y taco aguja, lo miraban descaradamente, el hombre decidió ponerse en acción y a pesar de conocer ciertos códigos, no se animaba a cabecear, así que cuando vio a la René que lo fichaba con insistencia, se levantó, se acercó a la mesa y de una la sacó a bailar
Todos los tipos de la barra esperaban ansiosos que fuera un bagre, pero Tancredo había sido un buen bailarín, sumado “su elegancia innata”, se dieron cuenta que no era ningún pelandrún y quedaron boquiabiertos con su gran estilo.
Dardo Zapiola, acodado en el mostrador no podía creer lo que veía, lo único que faltaba que le birlaran la mina, encima la muñeca, se hacía la distraída, apenas le hizo un saludo levantando la mano cuando girando como una ruleta pasó delante suyo. ¡Pero qué caradura ¡ ,
Habría que esperar el cambio de ritmo y que la Colo se sentara .Se dispuso a esperar Estaba tomando una cerveza cuando llegó el rusito Elias.
-Qué hacés Dardito, ¿no bailas? ­
-Qué dice ruso ¿Sabes quién es el chabón que baila con la Colo?
El ruso que no tenía idea de nada para hacerse el interesante le dice que si, que es del "Sol de Villa Lugano y que es de la pesada.
-¿Si? ¡ mirá vos! Y a mí qué me importa, yo soy más pesado que él ¿Sabés los fierros que levanto en el laburo'!
-Pero viejo, calmate, con la sota que tenés minas te sobran
-Sí, pero que bailen como ella, no, además yo soy el de la casa -¿o no?
Cambió el ritmo y la René seguía en la pista, la furia de Dardo no tenía límites, se acercó a la pareja y con el dedo índice tamborileando en la espalda del hombre, le dijo-
Es mi turno, tomátelas
IQué Candombe! La Colo empezó a gritar, la María que estaba bailando pegada a ella con El Bala Quinteros , que así le decían por lo rápido y certero que era con los puños, le dio un empujón a Zapiola que lo hizo trastabillar, este pensando que había sido Tancredo, sin pensar se le fue encima, le tiró un piñón que de haber llegado al mentón lo hubiera dejado sin zapatos, pero el hombre lo esquivó y el puño fue a dar a la cara del Bala, de ahí en mas ya no se sabía quién le pegaba a quién, entró el Ruso queriendo calmar los ánimos y terminó inconsciente detrás de la barra, empezaron a volar botellas por el aire, los manteles estaban por el suelo y todos corriendo, cuando se oyó el ruido de las sirenas. Entró la ruta pitando con palos y cachiporras y a la gayola señoras y señores.
Cuando todo se calmó un poco, el hombre del paletó ya no estaba, en el entrevero se había ido deslizando en cuatro patas hasta casi la salida. Recogió su abrigo y sin un rasguño, salió caminando lentamente, dejando atrás todo el bolonqui. Iba sonriendo y pensando en sus amigos del Malba, lástima que lo sucedido era incontable.
Ya era de día cuando Zapiola y Quinteros salían de la comisaría.
Qué trompada me encajaste Dardito.
Perdoná Bala, vos sabés que no era para vos, ¡ qué mal me puso ese otario! Encima mirá como me quedó la camisa recién almidonada, una lágrima hermano y encima ese hijo de puta desapareció, se hizo humo
Bueno, calmate y vamos a buscar a las chicas por la otra puerta que ya les deben dar salida
- ¡Dale!- yo invito el café con leche

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