“Hay cosas que no se pueden
perdonar, o que nunca podremos
perdonarnos. Y sin embargo
lo hacemos, lo hacemos a todas horas.”
Alice Munro
Por supuesto que estaba oscuro, llovía. Te había
servido quizás el café muy caliente. Humeaba. Ni lo tocaste. No, es verdad,
ahora me acuerdo, le pusiste una cucharadita de miel. Y eso fue todo.
Yo esperaba unas palabras tuyas. Ahora ya lo sabías.
Yo misma te lo conté. Luego de eso, me serví un té, para mojar mi boca, que
luego de mi confesión, se secó de golpe.
No aflojabas, mirabas la taza de café. Suspiraste.
Esperé, sintiendo mi corazón dar golpes. Nada de tu parte. Solo el sonido de la
lluvia. Mi té también se enfriaba y no me animé a levantar la taza. Mudos los
dos.
¿Así terminarían esos años? ¿Sin ninguna reacción de
tu parte? Dios mío, cómo no ibas a decir algo. Me estabas mortificando.
De repente, te paraste, ni me miraste, diste la vuelta
a la mesa, abriste la puerta de salida y así sin otra señal que tu desprecio,
te alejaste.
Miryam Brollo
miryambrollo@yahoo.com.ar
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