Llegará el día en que alguien, algún ser iluminado y
valiente desenmascare por fin a los gatos, revele el cinismo gigantesco de su
mirada imperturbable, la imperdonable burla de sus modales distantes, el
verdadero origen plebeyo de su
pretendida actitud contemplativa.
Como aristócratas perdonavidas se pasean con paso elástico
pero en realidad están ocultando su incapacidad para sortear un aburrimiento
milenario. Gestos mínimos y estudiados disfrazan su falta de interés por el mundo que
los rodea, como si vinieran de un planeta brillante y divertido, y todo lo trascendente
lo hubieran dejado allí y ahora sólo les restara tolerar nuestra gris rutina con actitud condescendiente.
Comparten nuestro mundo con actitud desconsiderada: no sólo
se apropian de nuestro sillón preferido,
sino que además debemos resignar la mejor ubicación frente a la estufa
para que ellos se tiendan indolentes.
Es bien sabido que los
gatos o tienen dueño sino personal a disposición, que acceden a cruzarse de vez
en cuando en nuestro camino y a frotarse con desdén entre nuestras pantorrillas
con el único objeto de incentivar nuestra cándida alegría, ruta directa y
segura al plato de leche o a la latita de atún.
Y en el extremo de la
manipulación son capaces de emitir un maullido lacerante como llanto de bebé
recién nacido y abandonado para
extraernos hasta la última gota de compasión.
1 comentario:
Muy bueno. Me gustó mucho lo de "personal a disposición" Un beso.
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