martes, enero 22, 2013

Gatos, Alicia Infante




Llegará el día en que alguien, algún ser iluminado y valiente desenmascare por fin a los gatos, revele el cinismo gigantesco de su mirada imperturbable, la imperdonable burla de sus modales distantes, el verdadero origen plebeyo de  su pretendida  actitud contemplativa.
Como aristócratas perdonavidas se pasean con paso elástico pero en realidad están ocultando su incapacidad para sortear un aburrimiento milenario.   Gestos mínimos y estudiados  disfrazan su falta de interés por el mundo que los rodea, como si vinieran de un planeta brillante y divertido, y todo lo trascendente lo hubieran dejado allí y ahora sólo les restara tolerar nuestra  gris rutina con actitud condescendiente.
Comparten nuestro mundo con actitud desconsiderada: no sólo se apropian de nuestro sillón preferido,  sino que además debemos resignar la mejor ubicación frente a la estufa para que ellos se tiendan indolentes. 
 Es bien sabido que los gatos o tienen dueño sino personal a disposición, que acceden a cruzarse de vez en cuando en nuestro camino y a frotarse con desdén entre nuestras pantorrillas con el único objeto de incentivar nuestra cándida alegría, ruta directa y segura al plato de leche o a la latita de atún.
Y  en el extremo de la manipulación son capaces de emitir un maullido lacerante como llanto de bebé recién nacido y abandonado  para extraernos hasta la última gota de compasión.


1 comentario:

octavio dijo...

Muy bueno. Me gustó mucho lo de "personal a disposición" Un beso.