miércoles, septiembre 15, 2010

Rita, Alicia Sabella, lunes de 14 a 16 hs.

Dejo atrás la avenida y camino por el callejón. Aprieto el pucho entre los labios, mientras mi mano en el bolsillo estruja la carta que recibí desde Chivilcoy.
Bastaron unas líneas para que mi hermana me contara la enfermedad de mamá. Entonces un sentimiento postergado me asalta de golpe, la extraño y no quiero perderla.
Hago un inventario rápido de mis ahorros, tal vez me alcancen para un pasaje de ida. Me siento desvalida.Desde hace tiempo mi relación con Rudy se volvió difícil. Enojos, gritos, reproches y mi sensación de fracaso.Escucho las excusas atolondradas, pueriles, falta de trabajo, vergüenza porque se sostiene con mi dinero. Sin embargo las ausencias prolongadas y su desamor descubren lo que está oculto.
Entro en el teatro por la parte trasera, empujando la puerta que custodia el Turco. Un vaho impuro satura el pasillo mal alumbrado. El público espera.Conozco ese desfile de rostros trasnochados, percibo cada gesto, cada voz, aunque desaparezcan entre las luces tenues y el humo enrarecido.
Al comenzar la música, me muerde el miedo. No quiero pensar.
Vamos, Rita, hacé de cuenta que estás sola, me dice Gilda.
Bajo la escalinata envuelta en una capa brillosa. Un temblor me detiene.
Dale, piba, me apura el Turco.
Sonrío. Empiezo a deslizarme con gracia aprendida, me reciben silbidos y gritos. Los movimientos fueron ensayados calculados, pero deben tener la apariencia de únicos y espontáneos. La jauría de mirones se entusiasma. Una duda no deja de acecharme: ¿Será grave la enfermedad de mi vieja?
La melodía sensual se articula con mi cuerpo, me acompaña con su cadencia y respira a través de mi piel maquillada. Al descuido, lentamente, dejo caer los breteles del corpiño que vuela por el aire haciendo piruetas. De espaldas al público, oigo las respiraciones agitadas y las palabras groseras ¿Cómo será la vida sin Rudy?
Los enfrento, desafiante. Aúllan de placer, tratan de llegar con sus manos ávidas y el Turco vigila. Suelto la falda sedosa que flotando entre susurros se demora en la caída. Estallan los alaridos, aplauden, se descontrolan. Un haz de luz azulada me encandila y tengo frío.

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