Cuando me invitó a cenar acepté enseguida. Había esperado durante mucho tiempo ese encuentro. Un sin fin de veces me había preparado en vano. Hoy era el día y lo iba a aprovechar.
Nos conocimos en Bali hace años. “El chocolatinero”, como le decíamos en los noventa, había mutado en un maduro hombre de negocios sobrio e inquietante. El reencuentro en Bali no hizo más que avivar el fuego que, a pesar de los años, me consumía. No quería que lo notara .Al fin y al cabo me había dejado colgada.
La magia del lugar, los colores, aromas, sabores, todo hacía propicio el encuentro que tardó en concretarse.
Era el momento. Toqué el timbre. Al abrir la puerta un perfume a madera de cedro dulce con un poco de curry y sándalo me invadió.
El cuarto espacioso y despojado. Un sillón, una mesa, moquette ,dos luces tenues y todo el chocolate del mundo acomodado sobre dos bandejas de plata apilados en forma de pirámides. Lucían crocantes de almendra ,corazones de fondant ,erizo praliné con trocitos de almendra bañado de chocolate negro ,cubanitos ,chocolate en rama ,pétalos de chocolate y trozos de cacahuete acaramelado, gajos de frutas, troncos de chocolate blanco con sabor a coco, mazapán, nougat y mil variedades perfumadas y brillantes. Bocados pequeños formas arbitrarias, papeles fosforescentes a medida que el olfato se acostumbraba el aroma dulce se iba tornando por efecto de las esencias en un amargor picante .Los sentidos colapsaban. Lo que primero perdí fue la voz .Se dio cuenta, apoyó una mano en mi hombro mientras me acercaba con la otra un pétalo de chocolate casi transparente.
Probá, me dijo.
Apenas rozó mis labios se deshizo en una mezcla con gusto a piña y azafrán. Al tragarlo acidez y dulzor me invadieron .Me sentí florecer como un brote .Confundida me dejé llevar hasta el sillón , Me recostó y comenzó a desvestirme .Cuando estuve desnuda acercó una barra de chocolate contundente y gruesa de un color marrón muy oscuro y brillante ,uniforme ,sin ningún tipo de mácula ,burbujas o hendiduras. Despacio fue recorriendo mi cuerpo. La piel respondía a esa caricia firme y nada pegajosa . Con el calor de mi carne la barra se iba deshaciendo y pequeños trozos quedaron adheridos a mis centros neurálgicos de excitación.
Mis sentidos embotados estallando de gozo. Quería disfrutar. El se detuvo .Se puso de pie y se alejó .Temblé .Me sentí abandonada .Cuando volvió traía una jarra de porcelana. Antes de que me diera cuenta me empezó a cubrir con el chocolate más fragante y tibio que pudiera imaginar. A medida que se enfriaba se secaba sobre mí como una cáscara.
Podría comerte, pero todavía falta, quiero que seas mi mujer de chocolate, dijo mientras acercaba las bandejas .
Apagó las luces y encendió las velas. Se arrodilló a mi lado y comenzó a darme de comer pequeños bombones. Se disolvían en mi boca fácil, sin rastro alguno de granulosidades. Entretenida degustando esos sabores casi mágicos no me di cuenta que me iba cubriendo con el resto de las confituras. Para cuando caí en la cuenta dos, tres cien luces me cegaron. Todo pasó tan rápido que no me animé a moverme.
La cámara que disparaba el flash secó hasta la última gota de erotismo. Él seguía gatillando yo necesitaba gritar, pero no podía estaba atragantada incapaz de moverme ni de pensar.
Te quiero en mi campaña, sos la imagen a nivel mundial, afirmaba
Seguía invadiéndome con los fogonazos de la máquina nada podía detenerlo.
El fuego interior salía y yo ardía de bronca y odio. Tomé fuerzas, me levanté con tanta violencia que una oleada de chocolate brotó de mi cuerpo inundando todo el salón. Ni en ese momento la cámara se detuvo. Mi asombro y el descontrol furioso también eran útiles para su campaña. Humillada juntando como pude las ropas huí.
Él no hizo el menor intento por retenerme.
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