jueves, julio 23, 2009
¿Ocupación o trabajo?, Integrante: Carlos Merlino, Curso: Lunes 14.30 a 16.30 hs.
UNO
Me veo en el espejo y no me gusto. Ese pelo largo que quiere ser lacio y no puede; la altura mediana, mucho busto y algo de barriga. Las piernas, cortas y regordetas, que rematan en tacos altos.
Con dejar de mirar basta. Me calzo el vestido corto –cortito- y agradezco que estemos a principios de abril: no sufriré frío. Como dice la Sofía la mercadería hay que mostrarla, sino estamos jodidas.
Son las cinco y cuarto. En una hora tengo que estar en Solís y Cochabamba donde paro con las chicas. Esto de vivir en Guernica y trabajar en Constitución jode bastante, pero no hay otra. Desde las seis y media hasta las dos de la madrugada hay que estar, esperar, caminar. Hay que atender a los autos que piden precio. Una vez hecho el levante ir a los hoteles, después volver al puesto. Viernes y sábados se pasan rápido, pero hay que estar todos los días. Algunos lunes me quedo: estoy molida y descanso todo el día.
A la mañana duermo. Duermo pesadamente como si estuviera muerta, hasta la una. Juancito se levanta temprano. Trabaja en un taller de tornería y antes de irse toma mate con pan o galleta. A las siete y media se pianta. Al rato se va la vieja –tan vieja no es: tiene cuarenta y nueve. Ahora está trabajando por Caballito. Quedo yo con Oscarcito que va al cole a la tarde, y Miriam.
En tiempo de verano –aunque es calurosa- la casilla anda al pelo. Con una garrafa de diez nos arreglamos para cocinar y calentar agua para lavarnos. Juancito se baña en el taller y yo siempre que puedo me baño en los hoteles. Los demás se arreglan con una tina chica. En invierno no hay frazada ni estufa que alcancen.
Miriam tiene dieciséis y empezó segundo año del nacional de Glew. En la primaria repitió y no quería ni oir del secundario. Yo le rompí las bolas para que fuera. Resulta que como en el fondo me admira me hizo caso. Hasta aprobó en marzo dos materias que se había llevado de primero. Como buena adolescente no sabe lo que quiere y pensó en empezar con lo que yo hago. En cuanto me lo dio a entender la frené y le dije que ella tenía que estudiar. No es que me haga la moralista, pero prefiero que termine el secundario y haga la vida normal de una chica. Que se case o qué se yo.
DOS
A veces se da que comemos todos juntos en la mesa de la casilla. Entonces Juancito me mira como para decir o pedirme algo. Una vez me dijo que había un puesto para atender un maxiquiosco cerca del laburo de él. Cuando me habló del sueldo me reí, tratando de no ofender. –Yo saco el doble de eso, a veces más- le dije. Es lógico que no le guste lo que hago, pero él sabe que lo tengo cortito. Que se meta en sus cosas.
En relación a lo que piensa la gente me acuerdo que una noche cayó uno a pie. Vestía como todos con zapatillas y jean pero no era ningún pendejo. Arreglamos el precio y fuimos para el hotel. Una vez allí me empezó a hacer preguntas: - ¿tenés familia?¿qué hacen tus hermanos?¿y tu vieja? Yo, sin perder mi sonrisa pintada, lo frené. –Señor, usted me va a pagar por acostarnos y hacer lo que quiera. Deje a mi familia tranquila que usted no la conoce-. Contestó que quería saber cómo era el ambiente en que vivía. –Mi ambiente es mío- le dije –levante los brazos que le bajo el pantalón-.
Cuento esto porque para mí un cliente es sólo eso. Los hay suaves y caballerosos, y otros que son guarangos insoportables. Pero sé cómo tratarlos. Ahora, que me quieran arreglar la vida no lo acepto. ¿Para qué quieren saber de mi familia si van a pagar por mi cuerpo? Lo que falta es que los evangelistas y los moralistas se hagan clientes de las putas.
TRES
Oscarcito es inocente como cualquier pibe chico. El padre es gasista y vive por Temperley. A veces lo viene a buscar y lo lleva en la camioneta al Parque de la Costa o al zoológico. Para no estar es bastante cumplido y cada tanto le deja al nene un sobre con plata para que se lo dé a la madre.
Yo no sé dónde está mi viejo. Por mí puede estar muerto, para lo que sirvió.
En cambio Mario, el padre de Juancito y Miriam, de vez en cuando llama al taller y pregunta cómo están. O se junta con Juan en algún bar para verse, y manda guita para Miriam. Además los reconoció, llevan su apellido.
En casa todos, menos Oscarcito, saben a qué me dedico. La vieja no está de acuerdo pero sabe que es inútil que se meta a opinar y me deja tranquila.
Hubo uno en la villa que me quería para casarse. Como futuro de vida no me atraía en lo mínimo. Jesús era un buen tipo, trabajador, pero a juntarme con un pobre albañil prefería seguir en lo mío Cuando se lo dije de frente durante unos días se quedó piola. Después una tarde me encaró cuando yo me iba. Dijo que ya que lo rechazaba se quería acostar conmigo pagando. Le contesté que en la villa no trabajaba, que yo trabajaba en hoteles y que si quería me buscase por Constitución. Nunca vino. Y era verdad: ningún hombre ha entrado a la casilla para encamarse conmigo. Mi familia es sagrada.
CUATRO
Me metí en el puterío porque me salió fácil. Con Leonor, después de los dieciocho, nos avivamos que era una especie de trabajo por cuenta propia. Patrones hay: la cana, los hoteles. Pero cuando se conoce el trabajo no hay muchos problemas. A los borrachos sabemos cómo tratarlos, y sino está el celular para llamar y pedir ayuda. Desde el hotel mandan a alguien que los raja, y de no, los cagan a trompadas.
Yo trabajo con dos hoteles. Tengo que dejar una suma mensual en cada uno, como todas. Con eso arreglan al comisario y listo. A veces cae un patrullero en las paradas y hace como que nos llevan. Al otro día estamos otra vez en la esquina, firmes como rulo de estatua.
Hay que cuidarse: que el forrito por aquí, que el forrito por allá. Con una sonrisa y de buenas maneras pero exigir que se lo coloquen. Todos hacen caso, y el que no chau y gracias.
Indigna cuando nos cuentan de los travas que llevan a la televisión. Los empilchan y los pintan como artistas y todavía los entrevistan. ¿Qué les pasa a los porteños con los travas? ¿son todos putos?
El trabajo en sí es bastante rutinario. No habría gran cosa para contar, y tampoco hace tanto que estoy en esto. Lo más raro que me pasó fue una vez que nos vinieron a buscar dos tipos. Querían cuatro chicas para una fiesta de la Cámara del Automotor o de los concesionarios de autos, o algo parecido.
Era un viernes a la tarde y nos teníamos que presentar a eso de la medianoche. Dejaron una seña y a la hora pactada nos bajamos de un taxi en la calle Lima al trescientos. Nos esperaba uno que nos llevó en ascensor hasta un piso. Había ocho o diez tipos y se veía por los restos de comida y botellas en una mesa que ya habían festejado, aunque no parecían estar muy en pedo.
Dejamos las carteras y enseguida nos pidieron que bailáramos en corpiño y bombacha con ellos. Al ratito apareció uno con una filmadora y empezó a filmar. Quisieron que nos acostáramos en el piso y moviéramos las piernas. Podían tocarnos o besarnos pero nada más. La penetración en una orgía se permite únicamente con forro y allí nadie parecía querer usarlo.
Al rato alguien gritó: ¡Viene Joaquín! Mientras tomábamos algo con las chicas vimos que hacían entrar a un pibe, mogólico, que no tendría ni veinte años, y lo sentaban, en bolas, en un sillón. Después pidieron que nos moviéramos delante de él, provocándolo. El tipo se nos quería abalanzar, pero cada vez que se levantaba lo tomaban de los brazos y lo volvían a sentar. Se desesperaba y pedía que lo dejaran libre para agarrarnos. Mientras tanto todos se reían y se burlaban de sus esfuerzos. ¡Las chicas no te quieren, Joaquín! le decían. Estaba completamente al palo pero no lo dejaban acercarse, cosa que les debíamos agradecer a esos hijos de mil putas. Después de hacerlo desear y burlarse de él durante varios minutos se lo llevaron.
Terminamos la noche chupando y bailando todos desnudos. Ya muy tarde hubo dos que nos llevaron en coche hasta Constitución, donde nos pagaron lo arreglado.
CINCO
La vieja nunca llegó a prostituirse. Los hijos que tuvo con diferentes hombres fueron cosas que le pasaron en su vida. Laburó siempre de doméstica, lo que no tiene nada de malo. Su desgracia fue que con los hombres tuvo el sí fácil. Ahora dice que no quiere saber nada de sexo. Por lo menos un nuevo hermano ya no creo que me dé.
No quiero que Miriam haga la calle. No es para ella. Va a sufrir con las miserias que se ven. Mientras pueda le voy a bancar el estudio y no voy a permitir que se dedique al yiro.
Un sábado al mediodía Juancito trajo a la novia para que la conociéramos. Se acercó a mi cama, me despertó y me pidió que me levantara para presentarla. Se llama Nancy y se quieren juntar pronto. Parece que en la casa de ella les dejarán hacerse una comodidad. -¿Y para cuándo?- pregunté. –Yo entré de cajera en el supermercado el mes pasado-dijo Nancy-así que por ahí en unos meses…
-Ojalá- les dije sinceramente. Además sin Juancito en casa estaríamos más cómodos, pensé, pero no lo dije.
Juancito se casa pronto. Oscarcito va al colegio, Mirian-aunque sin ganas- también. A mí me gustaría largar lo que hago al llegar a los treinta. Conocí dos o tres chicas que encontraron buenos hombres y dejaron la calle. Por Constitución pasan miles de tipos. Puede ser que alguno se enamore de esta gordita teñida y también yo lo presente un día en casa, para avisar que me voy a juntar con él.
Hasta podríamos hacer una fiesta y todo.
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