por Manu
de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz
Escribir un cuento no
es difícil siempre que se tenga una historia que contar y cierto conocimiento
de los recursos narrativos. Pero si se trata de escribir un “buen” cuento…, eso
ya es harina de otro costal. Qué mejor que ir pasito a pasito, dando pautas.
El cuento como
tal tiene vida propia; los personajes en
él inmersos deben, al menos, dar la ilusión de tener
una voluntad ajena de la del autor o del mismo lector.
Ese es el signo de un gran cuento, un microcosmos
encerrado en las hojas de papel (J. Cortázar).
él inmersos deben, al menos, dar la ilusión de tener
una voluntad ajena de la del autor o del mismo lector.
Ese es el signo de un gran cuento, un microcosmos
encerrado en las hojas de papel (J. Cortázar).
1.- Selección. En primer lugar hay que tener una noción del tema, de lo que queremos
contar. En este punto destacamos como primer requisito esencial: la selección. La regla de oro del arte literario es omitir, decía
Stevenson. Es primordial elegir aquellos datos que son relevantes
para la historia. En nuestra cabeza bullen muchas ideas, grandes temas, pero no
vale todo; sólo aquello que llegue, incluso, a obsesionar. El conjunto de
elementos que el autor tendrá que volcar sobre el papel (los personajes, los
eventos y la atmósfera…) puede provocar molestia y angustia. Por eso afirma
Cortázar que escribir es de alguna manera exorcizar.
2.- Unidad. Una vez que tenemos claro este punto, hay que centrarse en contar una única historia,un único tema, y hacerlo de manera concentrada ―ya que disponemos de
muy poco espacio― para conseguir que cada descripción, cada escena aporte un
nuevo dato que, a su vez, genere la intensidad narrativa que
necesitamos.
3.- Tensión interna. Esa intensidad crea una cierta
atmósfera y la tensión interna hace que el lector se pregunte qué sucederá a
continuación. Hay que evitar la mala intriga, esa que proviene de la sucesión
absurda y accidental de acontecimientos. Cada línea tendrá que añadir
información, será necesario seleccionar los acontecimientos, disponerlos en el
sentido que más convenga a la trama para acceder al resultado final; ese del
que, en palabras de J. Cortázar, se sale como de un acto de amor, agotado y
fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco.
Pero antes hay que escoger el punto de vista narrativo adecuado al
desarrollo de la historia, analizar cómo se puede contarla, las distintas
posibilidades disponibles, fijar dónde se coloca el narrador y qué puede expresar
desde esa posición. Pensar en el tiempo, cuándo se van a
desarrollar los hechos: en presente o tal vez convenga que el narrador lo
cuente desde el pasado, conozca toda la historia y haya sido testigo de los
acontecimientos. Y también tener en cuenta el espacio narrativo en el que se
mueven los personajes y que aparecerá más o menos descrito en función de la
importancia de la vida que practican.
Recordé que siempre me han irritado
los relatos donde
los personajes tienen que quedarse como al margen
mientras el narrador explica por su cuenta (J. Cortázar).
los personajes tienen que quedarse como al margen
mientras el narrador explica por su cuenta (J. Cortázar).
4.- Prefiguración. La prefiguración nos prepara, sin saberlo, para el final,
nos insinúa lo que va a suceder, pero escatimándonos el desenlace. Son pequeños
hilos que el escritor va tirando.
5.- Verosimilitud. Es necesario detallar con precisión cada escena
para crear dentro del cuento un marco espacio-temporal reconocible o al menos
muy bien definido, con el fin de persuadir al lector de que la historia es
posible y, por lo tanto, de que el conjunto de la trama adquiere verosimilitud.
6.- Mostrar en lugar de decir. Los buenos
escritores pueden decir casi todo lo que tiene lugar en la ficción que escriben,
salvo los sentimientos de los personajes. Esta cita de Gardner
expresa muy bien la idea de que los sentimientos no hay que explicarlos, sino
que deben ser sugeridos mediante acciones de los personajes para que el lector
los perciba sin filtros.
En resumen, un buen cuento debe ser breve, de intensidad creciente, debe
producir en el lector una gran impresión y todo, en él, ha de ser significativo
y verosímil. Esas son las cualidades que califican a un buen relato para que
resulte inolvidable, para que el lector se adentre en él y le deje huella.
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