Comenzamos el taller leyendo un texto cada uno a modo de presentación, Norma Laniecki nos regala estas palabras vivificantes que son una reflexión, una mirada tierna y traviesa que define nuestra práctica en el taller de escritura, recordando ese primer día en que cada uno se presentó con pequeños fragmentos e hizo conocer su voz. Muchos de ustedes se sentirán gratamente identificados en estas palabras:
Horas y horas en silencio. Hilos
sutiles se escapan por las puntas de nuestros dedos. Se desborda el espíritu.
Va plasmando ideas.
Se luce, se muestra, y ya nos une y nos aprieta en el abrazo enorme de
la creatividad.
Y aquí estamos.
El alma va entendiendo..
Escucho las miserias de
un niño pobre. Y otras.
Historias
pequeñitas porque aún les damos poco tiempo. Tímidamente aparece la poesía
entre tanta prosa.
Me estremezco ante un hombre-tigre..
Casi nos asfixia el
olor de un gas humano que un empleado derrocha sin resultado y con mucho
esfuerzo, en el baño de su oficina.
Muere un amante terco a manos de un amor
imposible.
Un pez indeciso consigue sobrevivir.
Sonrío ante el misterio de un
nombre que no llego a descifrar.
La naturaleza nos pide comprensión, ayuda, más
cuidado, menos egoísmo. Se sufre. Se recuerda. Se inventa. Encuentros.
Reproches. Paisajes. Deseos. Ganas de compartir, de mostrarle a los otros qué
cosas logramos con
unas letras en la
urgencia irrefrenable de escribir. Y va
surgiendo, entre críticas, correcciones y algún aplauso contenido, entre
murmullos y disensos, la sensación sin par de la empatía.
Llega otro hoy. Mi mirada inquieta
va al encuentro de tu página. La estoy
esperando. Lista para aprobarla, o no. Pero
el deleite primero y genuino de lo nuevo conduce al hallazgo. Y entonces
aparecen, trenzados por la imaginación,
un crimen, la felicidad sin límites, los fantasmas de los vivos, las
voces de los muertos, la realidad ¿cruel? ¿la de tus sueños? ¿la que vivís?, el
dolor de la injusticia, la quimera o el iceberg. ¿Locura? Sin duda. ¿Escape?
Por supuesto. ¿Afán de mandar? Si, de ordenar y disponer. A veces hasta de
mejorar el mundo. ¿Ingenio? En algunos.
Y seguimos. Estrujando el idioma
entre vueltas y revueltas. Con comas o sin ellas. Gritando y susurrando.
Llorando de alegría . Perdiéndonos en el tiempo de un verbo difícil o en el dos
por cuatro del "Cambalache" de Discépolo, Si paso al tango tengo
miedo de enredarme en un ocho o en una quebrada. Será otro día,lo prometo.
Prefiero, por ahora, seguir disfrutando de la rutina
literaria que nos une.
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