En la cocina
Es invierno y toda la casa esta fría con sus ventanales al balcón y ninguna estufa. La cocina el lugar preferido de Pizarra con olor a pan, entibia su cuerpo.Cómo le gusta estar en la cocina. Eso si, las cebollas hacen lagrimas sus ojos y entonces aprovecha la doña y llora por todo lo que no pudo hacer, por lo que hizo sin permiso y por lo que quería realizar y no sabe como, porque seguro no queda ni tiempo. Como les contaré después la pobre se quedó solita pero los fantasmas siguen estando y entonces lástima que la cocina es el lugar donde todos pasan y nunca será su lugar, sólo para amasar la masa, para guisar mondongo o teñir sus dientes con el verde mate matinal, más otras cosas que Pizarra detesta hacer.Su finado marido cuelga de la pared dentro de un marco engrasado al lado de la heladera que pintó el otro día con sintético gris.Un potus amarronado y algo verdoso adentro de una lata roja contra la envidia, pende de un clavo enclenque en la esquina de la pileta.Hace cuatro días que llovizna y la ropa tendida sobre las sillas huele a perro en celo.Amalia, la mayor de sus hijas se juntó con el viejo diputado de la provincia y con sus tacones finos y sus extensiones doradas y sus lipoaspiraciones y sus tetas nuevas se olvido de su mamá.La debilucha de Cecilia sigue sola en la pensión del Abasto esperando que su trompa la mande a juntar un mango mostrando el traserito.Y el menor, Pato o Patito se fue al sur con el viejo de la funeraria quien lo tiene bien calzado y vestido de pendeja y de vez en cuando se lo come por atrás.Nunca se imagino Pizarra que andaría tan sola llorando por la cocina, casi sin dientes, con dos pelos locos, los ojos a media asta y llorando y llorando por todo y por nada. Era sábado por la tarde y ya desde hacía unos días no se escuchaba a la doña balbucear por las mañanas entre el mate verde y llorar y cantar como decía la vecina de al lado que con una copa invertida trataba de cachar algo por la medianera.¿Adonde estará Pizarra? Tal vez disuelta por el calor del horno atragantada por la bombilla, atrapada por la manga de un pullover mojado o ahogada entre canturreo y lágrimas en la cocina.Llamaron a la 40 y llega el oficial de turno y tirando la puerta abajo y revisando toda la casa no encontró mas que una sombra roja en el techo de la cocina como atravesándolo. Bastante asustado adentro de su uniforme de guerrero llamo a la autoridad mayor que lo primero que hizo fue subir a la terraza, advirtiendo a la altura del techo un pequeño agujero y arriba entre la niebla mientras tanto un pajarraco flaco chorreaba la pelada del comisario, llenándola de mierda con olor a lavanda.
Es invierno y toda la casa esta fría con sus ventanales al balcón y ninguna estufa. La cocina el lugar preferido de Pizarra con olor a pan, entibia su cuerpo.Cómo le gusta estar en la cocina. Eso si, las cebollas hacen lagrimas sus ojos y entonces aprovecha la doña y llora por todo lo que no pudo hacer, por lo que hizo sin permiso y por lo que quería realizar y no sabe como, porque seguro no queda ni tiempo. Como les contaré después la pobre se quedó solita pero los fantasmas siguen estando y entonces lástima que la cocina es el lugar donde todos pasan y nunca será su lugar, sólo para amasar la masa, para guisar mondongo o teñir sus dientes con el verde mate matinal, más otras cosas que Pizarra detesta hacer.Su finado marido cuelga de la pared dentro de un marco engrasado al lado de la heladera que pintó el otro día con sintético gris.Un potus amarronado y algo verdoso adentro de una lata roja contra la envidia, pende de un clavo enclenque en la esquina de la pileta.Hace cuatro días que llovizna y la ropa tendida sobre las sillas huele a perro en celo.Amalia, la mayor de sus hijas se juntó con el viejo diputado de la provincia y con sus tacones finos y sus extensiones doradas y sus lipoaspiraciones y sus tetas nuevas se olvido de su mamá.La debilucha de Cecilia sigue sola en la pensión del Abasto esperando que su trompa la mande a juntar un mango mostrando el traserito.Y el menor, Pato o Patito se fue al sur con el viejo de la funeraria quien lo tiene bien calzado y vestido de pendeja y de vez en cuando se lo come por atrás.Nunca se imagino Pizarra que andaría tan sola llorando por la cocina, casi sin dientes, con dos pelos locos, los ojos a media asta y llorando y llorando por todo y por nada. Era sábado por la tarde y ya desde hacía unos días no se escuchaba a la doña balbucear por las mañanas entre el mate verde y llorar y cantar como decía la vecina de al lado que con una copa invertida trataba de cachar algo por la medianera.¿Adonde estará Pizarra? Tal vez disuelta por el calor del horno atragantada por la bombilla, atrapada por la manga de un pullover mojado o ahogada entre canturreo y lágrimas en la cocina.Llamaron a la 40 y llega el oficial de turno y tirando la puerta abajo y revisando toda la casa no encontró mas que una sombra roja en el techo de la cocina como atravesándolo. Bastante asustado adentro de su uniforme de guerrero llamo a la autoridad mayor que lo primero que hizo fue subir a la terraza, advirtiendo a la altura del techo un pequeño agujero y arriba entre la niebla mientras tanto un pajarraco flaco chorreaba la pelada del comisario, llenándola de mierda con olor a lavanda.
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