domingo, diciembre 29, 2013

Magnificat, Delia Takara



Soy un pito, trozo de madera de caña, con agujeros, colores llamativos sobre la superficie. La más barata de las artesanías del Mercado de Oaxaca, Méjico, para que me compren todos, en especial, las madres de los pequeños.
Ellas acuden, les gusto, quieren reemplazar la vocinglería infantil por sonidos, que a veces, se transforman en estridentes coros de pájaros de la selva.
Me hacen bonido, para atraer las miradas mayores; me pintan primorosas florecitas, resaltando el vibrante color del fondo, que los niños ni siquiera distinguen. Ellos sólo toman el cilindro perforado, acercan sus boquitas ansiosas y soplan, soplan.
Soy un pito estudioso, leo mucho, sobre mis orígenes, mis parientes de otros continentes y en el Mercado, platico con paisanos y extranjeros, lectores como yo y me dicen que los "aerófonos" tenemos miles de años de existencia.
Sí, así le dicen los intelectuales. Aerófonos, o sea, instrumentos que provocan sonidos al mover el aire contenido en los tubos de madera o metal, de su estructura.
Mi parienta de Argentina, la flauta tucumana, es más grande que yo, tiene 7 agujeros y 33 cm., pero hay uno mayor, el Erke, de 3 a 5 m. de longitud, que cuando suena, semeja el bramido de un animal y es capaz de romper los hielos de las montañas.
Mi deseo mayor, es ser un oboe de orquesta clásica.
Cuando termina la jornada, los artesanos bajan las lonetas que cierran y cobijan los puestos, guardando todos los elementos, hasta otro amanecer.
Dedicado al descanso, leo, estudio, practico, duermo y sueño; que el dios de mis ancestros transforma mi humilde caña en madera noble, me alarga lo necesario, agrega otras cosas más para convertirme en un "oboe de amor", que es el que se usa en la interpretación del "Magnificat".
Ustedes saben qué es el Magnificat? Es música celestial, compuesta por un señor llamado Juan Sebastián, es el Cántico de la Virgen en los oficios religiosos  en las Vísperas Navideñas del sigloXVIII.
A mí me gusta la música que acompaña el texto que dice:" porque puso sus ojos en la humildad de su esclava".
La siento vibrar en mi interios y sé que puedo ejecutarla como él quiso.
Pero nadie me cree, porque cuando al día siguiente me prueba un infante que no llega al tablón de la mesa en la que estoy expuesto, el sonido que emito parece el de un cuervo, más que un canto virginal.
El niño no sabe de mi deseo, pero si me lleva, comenzará a transitar por un sendero, el de mi ilusión.
Es probable que dentro de algunos años, este acorde que tengo muy adentro y muy afuera, se mezcle con madera y metal y dedos jóvenes  y polvorientos genes, pulsen las llaves del instrumento y de mi deseo.
Así conmoverán auditorio, seres invisibles, creadores y cañitas abandonadas en la manta del Artesano paciente, de un Mercado cósmico y eterno.
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