sábado, octubre 31, 2015

Memoria de una mantilla, Delia Rosende

 
 Alta, revestida de gran dignidad, la abuela se movía en un mundo de cortinas al crochet, mantones de Manila, retratos y grabados antiguos. Entrar a la sala de su casa era retrotraerse a la España de l900.
Mis años de infancia fueron embellecidos con relatos de la abuela que estimulaban mi fantasía.
Durante mucho tiempo la perseguí para que nos permitiera, a mi hermana y a mí conocer, qué encerraba un arcón que guardaba muy celosamente.  Su respuesta siempre fue la misma: - "cuando sean mayores".
Al cumplir trece años y ante tanta insistencia accedió a nuestros ruegos y nos permitió abrir el arcón. Con vehemencia comenzamos a hundir las manos en él, hasta que aparecieron vestidos largos de suaves tonos, pañuelos de colores algo opacados por la acción del tiempo, zapatos puntiagudos con tacones y entre otras cosas, una guía del Madrid de entonces. Más al fondo descubrí muy dobladita una mantilla de encaje color negro. Cuando la tomé mis manos temblaron. A medida que iba desplegándola los relatos de juventud de la abuela se fueron corporizando. Apareció en mi retina El paseo del Prado, La Cibeles, los bailes de la Verbena y los teatros de Zarzuela. Al concluir las funciones, las noches culminaban bebiendo chocolate y churros en los típicos cafés madrileños.
Al levantar la mirada había lágrimas en los ojos de la abuela. Sus ojos antes tan negros se habían tornado, no sé si por el tiempo  o por los recuerdos, en un tenue color gris.
Y pasaron muchos años, guardo la mantilla como un amado e inapreciable tesoro. No hace mucho sentí la necesidad de revivirla,  con motivo de una ceremonia que aún estremece mi corazón, pero ese relato lo contaré cuando sea "mayor".

2 comentarios:

maria cristina dijo...

Delia, tu mantilla me recordó una mía que desapareció un día, es bueno atesorar recuerdos, nos enriquecen el presente.

Arte Marga Grigera dijo...

preciosa caricia de la mantilla...