sábado, abril 27, 2013

Los timbos, Raúl Oscar Gutiérrez


El edificio sigue igual y la feria con la misma estructura de hace más de cien años. Cuando la conocí, hace ya más de treinta, todavía se respiraban aires de prosperidad.  Entonces, la gente del barrio caminaba los pasillos entre los puestos; A paso lento, las mujeres volvían a sus casas con las bolsas pesadas y rebosantes de las compras del día, con los apios y las acelgas sobresaliendo de sus bordes, mientras otras esperaban sus turnos, charlando entre sí o con los puesteros.  Enorme, ocupa casi un cuarto de manzana, y hoy, en el mismo esqueleto habita otro cuerpo más viejo y gastado que mezquina la mercadería que supo abundar entonces.  En una de las paredes interiores, una enorme placa de bronce y todavía brillante, recuerda a 1882 como el año de su fundación. Ahora, un público  que regresa todas las semanas, deambula como buscando algo que se perdió en el tiempo, con la secreta esperanza que aparezca de nuevo ese día. Pero que buscan todavía¿  Allí mismo, donde antes estaban los alimentos, se arrimaron lentamente los puestos de venta de ropa, libros y revistas viejas,  jarrones de  vidrio azul y flores secas. Por otro lado sobreviven juegos de copas incompletos,  de pronto con una plancha a carbón, oxidada, o añejas copas con los ribetes gastados.  Los antiguos envases de galletitas parecen haberse quedado en el mismo lugar, vacíos y con su pintura desteñida cuando los patrones abandonaron sus locales.  Ahora esos espacios quedaron pequeños para albergar tal variopintos de objetos, donde sobreviven muñecos de goma con relojes que quedaron marcando las horas en que sus dueños decidieron desprenderse de ellos. De pronto un  gastado Papá Noel con un rosario colgando del cuello, y de un gancho, cerca de sus botas, dos viejas máquinas de vender boletos de los bondis de época.
Pero entremezclados con todo esto, los puestos de ropa que invariablemente le van ganando espacio al resto, y  donde yo me voy haciendo fiel devoto. Hoy llegué a la tarde, y fui derecho a los locales que siempre me surtieron.
Un mes atrás esa camisa celeste con el cuello “como nuevo” ( detalle en el que siempre me fijo) , algún botón que no coincidía, pero al final me las rebusqué. Después de todo éste invierno promete frío y la uso con la campera negra con tachas. Yo me surto cuando voy a las “ ferias americanas” . Como ¿ no eran locales de “ compra-venta de ropa” ¿. Al fin, es lo mismo, porque voy al perchero y elijo. Así de fácil. Y así ese día le tocó a la camisa celeste. Un poco ancha quizá, pero se disimulaba.
“ Era grande el finado “ me dijo la Maruca cuando volví ese día a la casa, porque ella, para criticar se pone en primera fila. Pero yo ni mus, que no es lo mismo que mozzarella, pibe ¡Bueno, sigo. Hace dos semana compré la corbata roja con las rayas grises, que no digo colorada por la tilinga ésa que escribe en la revista que leí en lo de tito el kiosquero.  Ahí decían que colorado es lo colorado y lo rojo y nada más. A mí me pudre que uniformen, y además, siempre fui un poco contra. No me preguntes contra qué… contra, entendés ¿  Pienso que por ahí te quieren domesticar, y entonces…salto, y por ahí discuto. En fin, que finalmente la corbata iba bien con la camisa. No importa si tengo un montón de corbatas…anchas, angostas, con rayas, con flores , hasta tengo una con la imagen de Carlitos que la usé el día que fui al Pellegrini en Palermo.  Y así, como te decía, yo sigo y sigo. Junto unos mangos y arranco para la feria. Hace un montón de tiempo. Es uno de los gustos que me doy.  En algunos locales ya me conocen, soy cliente, como en el 75, donde la dueña,  Noemí, me dice que tengo crédito si la guita no me alcanza. A ella también le compré el mes pasado  la campera de cuero negro.
Que me venga a joder la Maruca a ver si a ella le dan crédito. Minga le van a dar si todos saben que los mangos que le sobran se los juega a la quiniela. Que éste a la cabeza, que el otro a la redoblona… y se conoce todos los números que  se le representan de noche. Que el muerto que parla, la niña bonita, los dos patitos, y así no hasta cien, creo que hasta el infinito. Morfa mucho la Maruca. De noche sobre todo. Cosas pesadas, guisos, pucheros… unos guisos tremendos…Ella dice que en el día no tiene hambre y se guarda para la noche. Sabes porque morfa tanto ¿Porque con el buche lleno da vueltas y vueltas en la cama, y sueña…sueña. Se sueña todos los números o como dice el libro del astrólogo que guarda en la cocina, las representaciones de los números. Y a la mañana va y los juega y a la noche está seca. Y después me jode que yo compro en la feria. Pero yo siempre tengo un mango porque me hago la changa todos los días. A la mañana salgo con el carro y compro vidrio, fierro viejo, planchas, lo que venga…hasta heladera cargo , y después lo entrego en lo del turco Julian, que me paga al peso. Con eso me mantengo. Le pago a la Maruca , que me alquila una pieza, y lo que me sobra, para el morfi . El único vicio que tengo, aparte del pucho, pero poco , eh!  ( y yo armo , que me sale más barato ) , es la cancha los domingos cuando Huracán es local, y la feria de San Cristobal, donde cada 15 días estoy firme como clavo de mesa.
Hoy como siempre, entré y agarré a la izquierda. Llegué al local 95, que tiene todo tipo de zapato y zapatillas . De lo que busques tiene. Y ahí vi los timbos, lustrosos, como me gustan a mí.  Brillosos, negros y puntiagudos. Parecían mi número… por dentro impecables. Me los probé. Me iban al pelo. Había que cambiarle los cordones pero era lo de menos. Tal vez algún detalle en el taco. Ya estaba un poco pretencioso. Como puede ser ¿ Me resultó un poco extraño, que su dueño los hubiera entregado por unos mangos o los hubiera dejado para la venta . El vendedor me dice el precio y le pregunté si sabía de quienes eran. Bueno, por empezar, éste es un dato que cuando comprás en la feria ni se acuerdan de quien era si lo compraron , ni te dicen de quien eran si lo tienen en consigna. Yo pienso que por si sos supersticioso, viste, con eso de que el finado o la finada…ma´si , mejor hacerse el sota. Pero al fin me dijo que el dueño los dejó y no sabe cuando vuelve.
Te cuento que mi otra pasión aparte del Globo es la milonga. Todos los viernes estoy firme en el club, pero hacía un tiempo que no iba porque los zapatos que tenía estaban gastados. Vos sabés        que en la milonga las minas te junan como bailás pero también te echan un vistazo a los timbos. Y éstos que ya eran míos, serían mi herramienta de trabajo. Porque si te querés levantar una mina, la tenés que trabajar milongueando y bien empilchado.
Al otro día a la tarde lo vi a José el zapatero y le pedí que les diera una repasada.” Es para la milonga, José ¡” , le dije. El los miró, levantó la vista de una forma que me pareció rara, misteriosa,  fue como un guiño que se le escapó, tal vez esa ceja llena de pelos que cuando se mueve un poco flamea como una espiga. Se le arrugó la frente .No  supe qué, pero fue algo rápido y siguió con lo suyo. El viernes, me los entregó listos, cobró y antes de irme me dijo…” Pibe, estos eran de Rufino…” “ De quién” , le dije ¿. De Rufino, pibe, Rufino Paiva. Y me contó una historia de milongas, amores y traiciones. Finalmente el hombre, que supo vivir no lejos del barrio, y que milongueaba como pocos, tropezó una noche con otro fulano que le afanó la mina con la que se lucía en cada baile. Parece que el Rufino esa noche arrugó y la vergüenza lo llevó lejos. Cuando me iba contando la historia, yo sentía que algo adentro mío se iba aflojando. Como una tristeza que crecía y no dejaba de aumentar. Yo te dije pibe, soy contra, pero los códigos se respetan. Me imaginé al Rufino yendo pa’ la feria con los timbos, pero no era la guita, pibe, no era la guita... Había algo más, de congojas y traiciones que no me iban , pibe, y para cuando el José terminó, yo ya  sabía que hacer. Al otro día enfilé al 95, y cuando el dueño me miró asombrado, le dije, “ no se haga problemas, maestro, se los dejo mejor que antes y vuelvo otro día por el cambio”.

                                                                                   Oscar Raúl Gutierrez 
Ilustración fuente: http://www.imaginense.net/argentango/numeros/09/nota_01.html

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