Intertextos que acompañan sucesos trágicos, gestos heroicos, vidas revividas y homenajeadas, recuerdos. Voces que se cruzan, registros que producen tensión, fragmentos de canciones, poemas, noticias periodísticas. Personajes históricos iluminados por la ficción, generaron estos cuentos.
miércoles, junio 13, 2012
Por el culo de la Mariposa, Nadia Settecasi, Jueves de 18 a 20 hs
El cachetazo sonó como un estampido ridículo que aturde más a los ojos
que a los oídos y se fue abriendo como un abanico extenso tocando hasta los más
íntimos recovecos, inundando la cristalería, las puntillas, los canapés de una
sensación acuosa y nauseabunda con olor a bilis.
(Aún me llamaban Minerva...)
La respiración quedó detenida en el tiempo de las mil preguntas sobre mi
futuro paradero y el terror de todos los ojos que me apuntaban. De aquellas
bocas semiabiertas, semisecas, semimudas que abarrotaban las palabras bajo sus
lenguas para no cavarse sus propias tumbas.
(Aún no me apodaban Mariposa...)
Sólo unos minutos antes mi corazón palpitaba dispar de todos los
corazones, mientras masticaba la violenta cena de candelabros y mantelería
lujosa.
En esos minutos donde mi cuerpo se agrietaba, se descascaraba de rabia
amarilla inyectada en los ojos, en la saliva, en la transpiración y no podía más
que agachar la cabeza con parsimonia y media sonrisa si me miraba fijo.
(Aún quería ser abogada...)
En vano aquietar el temblor de mis brazos, de mis alas. El poder me
abrazaba, me obligaba, destrozaba mi ser. Busqué algún tipo de ayuda. Algún
alma heroica que me rescatara de ese saqueo absurdo.
Pero nada. Estamos solas. Como las mariposas.
Imposible bailar a su ritmo, apretada entre sus medallas y ese brazo
fuerte sujetándome de pies a cabeza. Me sumergí en imágenes de una infancia recién
acabada, donde la granja era todo el universo que me alimentaba, lleno de pájaros
y caballos que pintábamos con barro sobre las piedras de nuestro arroyo
inventando figuras para cada palabra y viceversa. Y entonces nos tirábamos
panza arriba a soñar un país libre, donde el polvo de nuestras alas se quedara
en nosotras por el día entero, sin el manoseo de ningún hijo de puta que nos
sometiera con buenos modales y favores dibujados de amenazas.
Pronto ya no escuchaba la música. Ya me había escapado, volando, como
siempre quería. Desde los techos observaba la ubicación de los invitados, el
terror de sus ojos, la mudez de sus labios.
Me anticipaba al fin. Y ahí, cuando paso su mano sobre el lazo de mi
vestido ceñido a la cintura justo al final de mi espalda cayendo sobre los
pliegues de la falda y sin delicadeza alguna, me toco el culo de lleno, como si
fuera parte de su uniforme de gala, como si mi culo fuera un accesorio mas de
su patético traje de medallas y no necesitara pedirle permiso a nadie ni a nada
para tomarlo y acercarlo como mejor le viniera contra su pantalón, al tiempo
que con mi mano en la suya, la llevaba hasta sus lentes acomodándolos levemente
para ver mejor la reacción impune de los invitados, el cachetazo sonó como un
estampido ridículo. Sus guardias se acercaron pero el los envió de regreso a
sus puestos.
Minerva Mirabal me decían.
Aun no me apodaban Mariposa.
Aun quería ser abogada.
Y además, soñaba con un país libre, donde ningún hijo de puta manoseara
mis alas.
Así habló Marte, Alicia Infante, miércoles de 18 a 20 hs.
Oh! Dioses del Olimpo, cesad ya
vuestros lamentos, y no acuséis a mi voluntad que no ha sido la autora de esta penumbra infectada de moscas que
reina en un incierto recoveco del
Hospital Central de Ramadí, donde se
afanan los facultativos sobre el cuerpo frágil y lastimado al cual bien pronto
le darán la espalda mientras allá fuera
fluye celeste el Eufrates, los jeques
toman té negro y las mujeres hornean pan
en el extraño sosiego de la única ciudad que mis garras aún no palparon...
Expediente
N° 606/3 Proyecto de declaración Texto original. Senado de la Nación,
Secretaría Parlamentaria. Dirección Publicaciones.
El
Senado de la Nación declara su más profundo pesar por la muerte de la
camarógrafa argentina Verónica Cabrera, quien desempeñaba su trabajo como
corresponsal de guerra en Irak.
Fundamentos:
Señor Presidente: La camarógrafa argentina Mariana Verónica Cabrera de 29 años
murió el 15 de abril en Irak a consecuencia de un accidente que también le
costara la vida al periodista Mario Podestá (en cuyo honor presentamos
inmediatamente el Proyecto de Declaración que lleva el número 0576-03)
Oh! Tú Afrodita que pintaste su cabello de dulces avellanas y le diste a su rostro la luz de su sonrisa ancha que iluminara los peligros de la ruta al compás de sus caprichos de mensajera y testigo... Fuiste tú quien la animaste a emprender el camino, desde el más lejano y tercero de los mundos, desde la esquina ventosa de su Bahía Blanca natal, resistiendo el ruego de esos ojitos pardos que se multiplicarían luego de a miles en las calles destrozadas, en los campamentos arrasados... ¿Cómo pudo rehusar la tenaza de esos brazos fuertes, de esos otros ojos amados que ahora sienten una súbita congoja mientras las manos temblorosas discan una y otra vez el mismo número telefónico que no responde… ?
Su marido la definió como “una persona con
ideales “ y aseguró que si no tuvo más éxito en su trabajo fue porque nunca se
vendió a nada” Mariana Verónica deja una hija de tres años de edad, una
sensación de profundo dolor que nos embarga por ello y la convicción de que el
ideal de la libertad de expresión vale tanto o más que la propia vida”
Oh Dioses
una vez más os pido que no me inculpéis de su apasionado trajín, de su loco
deambular entre los hierros retorcidos, y el bramido de las explosiones... Yo
reconocí su mirada atenta en las ruinas de Kosovo, en las trincheras de Kabul,
mientras las balas silbaban su lenta canción y ella apretaba los dientes
aplazando las lágrimas y el miedo para un después que nunca llegaba, porque
había que partir nuevamente y esta vez acompañando a su maestro....
Necesito explicaros, oh dioses implacables, que estaba
yo retirándome a descansar, la faena recién concluida, las volutas de humo
disipándose y presagiando el tiempo del desdén que sobreviene a la conquista
cuando sus apretados pasos, sus impacientes movimientos la depositaron en el
asiento trasero de esa destartalada camioneta que partió de Amman en rauda
carrera a través del desierto con destino a
la nueva Bagdad del caos, de los saqueos que su corazón latinoamericano adivinó con los
grises y el perfume acre de aquel tórrido diciembre tan argentino.
Cabrera, no pudo superar los fuertes traumatismos
de cráneo y tórax que
le causó el accidente y falleció en el hospital Saddam Hussein de la
ciudad de Ramadí. El automóvil en el que viajaba junto a Podestá (que
falleció en el acto) integraba una caravana de treinta vehículos que
viajaba a alta velocidad para llegar a Bagdad, desde Aman (Jordania),
antes del toque de queda.
Familiares y otros periodistas argentinos destacados en Irak intentaron
hacer lo posible por llegar a verla con vida con la intención de
trasladarla a un lugar seguro, pero sus gestiones se vieron frustradas
por el prematuro deceso.
le causó el accidente y falleció en el hospital Saddam Hussein de la
ciudad de Ramadí. El automóvil en el que viajaba junto a Podestá (que
falleció en el acto) integraba una caravana de treinta vehículos que
viajaba a alta velocidad para llegar a Bagdad, desde Aman (Jordania),
antes del toque de queda.
Familiares y otros periodistas argentinos destacados en Irak intentaron
hacer lo posible por llegar a verla con vida con la intención de
trasladarla a un lugar seguro, pero sus gestiones se vieron frustradas
por el prematuro deceso.
Oh Zeus,
padre espiritual, créeme que no logré
detener esa veloz carrera, no pude evitar que el asustado iraquí al volante se
alejara incautamente del convoy para eludir las acechanzas de los asaltos y de
los francotiradores mientras un fuerte ruido vaticinaba la explosión, los
tumbos, el amortiguador clavado en la rueda trasera, las llantas deshechas, los
cuerpos despedidos a tres, a diez metros y a miles y miles de kilómetros de la
salita amarilla del jardín “Ranitas” en la ciudad de Bahía Blanca. Allí donde a una niña se le acababa de
esfumar la mitad de la infancia.
“Ella sabía que ahí estaba la muerte pero
la guerra era su pasión y fue feliz así” sostuvo su hermana a la vez que
recordó que peleó mucho para poder ir y para poder entrar a Irak.”
Tampoco hemos
de culparte a ti Mercurio, protector de los viajeros, que distrajiste tu mirada
de esta camioneta destrozada y sola en el
desierto cuando una horda de beduinos saqueaban sus pertenencias ante
los ojos impávidos de sus camellos,
mientras el viento despeinaba las palmeras y su voz en un hilo imploraba,
gemía por una ayuda que llegó tarde de la mano de unos colegas rusos que la
depositaron casi exangüe en una desvencijada camilla de un oscuro hospital de
Ramadí envuelta en su mentiroso chador rezando una ensangrentada despedida …
Entonces os ruego queridos cofrades:
no carguéis sobre mis espaldas este estúpido accidente que mi misión es alta y
suprema y debo continuarla no muy lejos de aquí en otro palmo del desierto
donde empiezan otra vez a rugir los motores de los helicópteros, a zumbar
entrecortadas las metrallas... Que una nueva noche se avecina y ya brotan las
llamaradas de los pozos en disputa... que tengo los puños rebosantes de pólvora,
sangre y cenizas... Todavía parece que
late, pero son los últimos estertores de la conciencia moribunda de los
hombres...
Por
esta razón solicitamos a nuestros pares su voto afirmativo para la aprobación
de este Proyecto de Declaración. Senador Luis Falcó.
(En
memoria de la periodista argentina Verónica Cabrera muerta en una autopista de
Irak el lunes 14 de abril de 2003)
¿Qué cielo hay que mirar?, Edith Marinozzi, Miércoles de 18 a 20 hs.
Cuando un día ese fuego se apague, quedará
el
recuerdo, en tu pecho, de haber sentido calor.
Ese día salí de mi casa contento, lo
que alegró a mi mamá: me lo dijo al despedirme. Porque yo, dicen, siempre cara
tranca, hasta de chico, pasara lo que pasara.
Era época de
fiestas, y a mí las fiestas no me van (ni me vienen). El único dios que, creo,
adoraron juntos mis viejos, fue Gieco. Por él me pusieron León. Por él y por mi
abuelo Miguel, que era trotsko. Las reuniones son para comer con la familia y
darse regalos... y tener que escuchar siempre las mismas boludeces...
Vivo con mi mamá y
el marido; mi viejo vive en Moreno, con su mujer. Tengo dos hermanas, una por
cada lado; con la que convivo me llevo bien, con la otra pibita, ni bien, ni
mal. Voy a la casa de mi viejo cuando no tengo nada que hacer. Es lo que él me
dice: “vení cuando no tengas nada que hacer”, y es lo que hago. Esa navidad
decidí cambiar el cassette de boludeces: la pasé en la casa de él. Se ve que
les cayó bien, y agradecidos, me dieron unos mangos. No era mucho, pero me
alcanzaba para darme el gusto de mi vida.
Es cierto que la
psicóloga insistía: que siga con la música, que por ahí se canaliza. Y con la
poesía, que siga con la poesía: eso me lo decía la de Literatura, si hasta me
hizo participar de un concurso y acertó, porque al poema me lo publicaron... Y
este grupo me re cabía, por la música −rocanrol del bueno, prolijito−, pero
sobre todo por las letras, bien de acá, que les pegaban a toda la sociedad.
Que la
idea sea el sol, que al milagro lo cambien
y se
haga verdad.
El calor apretaba. Subí al 86. Venía repleto de pibes. Por los cantitos
y las banderas podía darme cuenta de qué barrios o de qué clubes eran, pero ahí
no se hacían diferencias: nos unía esa vibración común que da el rocanrol.
Minitas, unas cuantas, porque el rock no tiene sexo y esta banda prendió
fuerte. Un flash. Ni a palos me la iba a perder.
Y sí, yo estaba contento. Habíamos quedado con unos chabones en hacer la
previa en El Lavadero, estar ahí unas
horas antes, y disfrutar. Birra, amigos, charlar de fútbol, de minitas... y el recital ¿Qué más?
Eran las siete de
la tarde cuando me bajé del colectivo. Cuatro horas después, a las once de la
noche, el bardo, el humo, las
sirenas, el infierno, la fisura que no cierra. Los que nunca volverán.
Desde ese día me
cuesta subir a los colectivos. Cierro los ojos cuando paso por Once. Y las
pesadillas se repiten.
Pero a las siete
de la tarde del 30 de diciembre de 2004 yo tenía diecisiete años, estaba
tranca, era feliz.
martes, junio 12, 2012
Poner el pecho, Rubén Hojman
Robustiana había soportado desde su infancia, sobre todo en
el colegio, las chanzas de sus compañeritos, que la cargaban por su nombre, tan
desusado. Más tarde, en el secundario que abandonó temprano y en los trabajos
que fue probando, el apellido Abrile –que mostraba la mixtura entre lo criollo
y sus vestigios inmigratorios-, no favoreció el cese del asedio.
-“Mirá lo que tengo para vos, abrile”.
-“Robus, ¿sos tan cerradita vos que hay que pedirte? Dale, abrile…”
-“Abrile, no te abras tanto que te podés resfriar la que te
jedi”
-“Robustiana, te regalo esta banana”.
Y así, hasta que perdió la esperanza de acabar esa condena que la hacía sentir tan
infeliz y avergonzada, sin ánimo para contestar, levantar la voz, insultar,
pelearse.
Finalmente se pegó a sus cábalas como soporte en su
desfallecimiento: si sucedía tal o cual cosa, si el perrito del encargado la
ignorara o ladrara a su paso, si la patente del primer vehículo que viera al
salir a la calle terminara en sus números de suerte, tendría o no un día
tranquilo en su trabajo. A veces eso sucedía, durante varias horas bajaba su
ansiedad, hasta que al final de la jornada, los compañeros contentos por la
hora de salida arreciaban con sus pullas, haciéndola enrojecer.
Incapaz de cambiar las cosas, desilusionada por la
ineficacia del modesto entramado de recursos con que luchaba contra esa
adversidad, descubrió en una revista las promesas de horóscopos que le pintaban
hechos futuros, más allá de las tristes experiencias de cada día, menos
gravosas al poner esperanza en el mañana.
Se convirtieron en el sostén de su ánimo, su numen
inspirador cargado de promesas para el día siguiente, para la semana, para el
mes, para la vida al fin, que le infundían valor para seguir poniendo el pecho.
Con esa afición y dependencia, comenzó a actuar, casi sin
darse cuenta, de acuerdo a los textos, que devoraba.
Lunes 2.
AMOR: Una persona
irresistible tratará de seducirla y le costará no rendirse a sus pies. Si no
busca compromisos, puede ser un momento ideal para un fogoso romance y
diversión.
Y andaba por la calle y en el subte haciendo mohines y clavando
sus ojos en los de cualquiera que supuestamente respondiera al tipo indicado,
hasta que oyó un zafado:
-¿Qué te pasa gordita, estás muerta de hambre?
Martes 3.
DINERO: Fuerza para
avanzar contra viento y marea, pese a que los negocios no acompañen. Mientras
no pierda las ganas, todo se arregla.
Eso galvanizó su temple, maltrecho por la falta de
resultados, compensando el carecer de negocios con la obsesiva búsqueda del
seductor, ése era su negocio, cuando le pareciera encontrarlo avanzaría en
cumplimiento de la consigna, “contra viento y marea”.
Miércoles 4.
AMOR: Cierto
mar de fondo agitadísimo. Esté en guardia: se aproxima una tormenta. Haga
aquello que le conviene, no lo que dicta el orgullo.
Tal cual: estaba por entrar al subte y se largó un aguacero
que la empapó en segundos. Los truenos convalidaron la certeza del horóscopo,
pensó en la otra parte de la consigna y se dispuso a hacer su conveniencia. Con
la camisa pegada al cuerpo como segunda piel, en el vagón atestado le tocó
apretarse al guaso de la otra vez.
Jueves 5.
DINERO (aunque viene bien para el AMOR): Llegará a la meta en la mitad del tiempo
calculado. Tal vez precise hacer algún tipo de sacrificio en nombre del
progreso.
Y bueno, está escrito, al sentir que el otro le arrimaba la
mano a la cintura mientras le pareció verle una mirada diferente. ¿Será esto el
progreso? ¿Y el sacrificio, cuándo?
Recordó la clave de otro día: Las emociones no tienen lógica: entréguese de lleno a la pasión.
El tipo le sopló al oído: nos bajamos en la que viene y te
venís conmigo, estás mejor que lo que parece y encima olés bien.
Cuando era llevada por el andén aferrada por el hombro,
recordó en tropel otras consignas:
Si juega a dos puntas,
puede quedarse sin el pan y sin la torta.
Si le toca debatir con
gente preparada, hable poco.
Por cada pena tendrá
diez alegrías.
Avanzará rápido, tanto
que los afectos quedarán atrás.
Las emociones (¿Cómo
era?), ¡ah, sí!: entréguese de lleno a la pasión…
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