jueves, abril 19, 2012

Presentación..Producción Literaria, Norma Laniecki


Comenzamos el taller leyendo un texto cada uno a modo de presentación, Norma Laniecki nos regala estas palabras vivificantes que son una reflexión, una mirada tierna y traviesa que define nuestra práctica en el taller de escritura, recordando ese primer día en que cada uno se presentó con pequeños fragmentos e hizo conocer su voz. Muchos de ustedes se sentirán gratamente identificados en estas palabras: 


            Horas y horas en silencio. Hilos sutiles se escapan por las puntas de nuestros dedos. Se desborda el espíritu. Va plasmando ideas.
 Se luce, se muestra, y ya  nos une y nos aprieta en el abrazo enorme de la creatividad.
Y aquí estamos. 
El alma va entendiendo.. 

Escucho las miserias de un niño pobre. Y otras. 
Historias pequeñitas porque aún les damos poco tiempo. Tímidamente aparece la poesía entre tanta prosa. 
Me estremezco ante un hombre-tigre.. 
Casi nos asfixia el olor de un gas humano que un empleado derrocha sin resultado y con mucho esfuerzo, en el baño de su oficina. 
Muere un amante terco a manos de un amor imposible. 
Un pez indeciso consigue sobrevivir.
Sonrío ante el misterio de un nombre que no llego a descifrar. 
La naturaleza nos pide comprensión, ayuda, más cuidado, menos egoísmo. Se sufre. Se recuerda. Se inventa. Encuentros. Reproches. Paisajes. Deseos. Ganas de compartir, de mostrarle a los otros qué cosas logramos con
unas letras en la urgencia irrefrenable de escribir. Y va surgiendo, entre críticas, correcciones y algún aplauso contenido, entre murmullos y disensos, la sensación sin par de la empatía.
             Llega otro hoy. Mi mirada inquieta va al encuentro de tu página.  La estoy esperando. Lista para aprobarla, o no.  Pero el deleite primero y genuino de lo nuevo conduce al hallazgo. Y entonces aparecen, trenzados por la imaginación,  un crimen, la felicidad sin límites, los fantasmas de los vivos, las voces de los muertos, la realidad ¿cruel? ¿la de tus sueños? ¿la que vivís?, el dolor de la injusticia, la quimera o el iceberg. ¿Locura? Sin duda. ¿Escape? Por supuesto. ¿Afán de mandar? Si, de ordenar y disponer. A veces hasta de mejorar el mundo. ¿Ingenio? En algunos.
             Y seguimos. Estrujando el idioma entre vueltas y revueltas. Con comas o sin ellas. Gritando y susurrando. Llorando de alegría . Perdiéndonos en el tiempo de un verbo difícil o en el dos por cuatro del "Cambalache" de Discépolo, Si paso al tango tengo miedo de enredarme en un ocho o en una quebrada. Será otro día,lo prometo.
 Prefiero, por ahora, seguir disfrutando de la rutina literaria que nos une.

La marca del nombre - Variaciones -

Qué es un nombre? Recordemos este diálogo de Romeo y Julieta:
" Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco» ? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera!
Te tomo la palabra. Llámame « amor » y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más seré Romeo.
¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche e irrumpes en mis pensamientos?
Con un nombre no sé decirte quién soy. Mi nombre, santa mía, me es odioso porque es tu enemigo. Si estuviera escrito, rompería el papel.
Mis oídos apenas han sorbido cien palabras de tu boca y ya te conozco por la voz. ¿No eres Romeo, y además Montesco?
No, bella mía, si uno u otro te disgusta."
Sin embargo otros consideran el nombre como marca, identidad, bandera. Todas estas voces que a continuación transcribimos nos darán cuenta de la importancia de llamarse....

Los invitamos a escribir acerca de su nombre, jugar con sus letras, contarnos su historia.


Ciertas vocales abiertas evocan la claridad, la redondez. Cuando elijo nombres para hipotéticos hijos, los que no tuve,  pienso en nombres de mujer con A, bastante A,  que traiga luz y sonoridad. No fue por esas razones  que decidió mi padre.
Pero por lo que fuere, la A domina mi nombre; una vez sola, otras, acompañada. Cantarina ele, cerrada bilabial y un final con diptongo para quebrar tanta  abertura.
Heredado, sin vibración ni estallido, se desliza como el balbuceo infantil hacia  la gravedad española; mi signo más neto de identidad, mi nombre.  (Amalia Catania) 

De padecerlo pasé a sentir que me poseía. Su salvajismo dio forma a mi identidad ajena, anárquica, intensa. Él me eligió, yo sólo debí aceptarlo en el documento, la cabeza y la piel.
Se manifiesta si escribo, si canto o si hago el amor. Sobretodo a la hora del amor. Cuando el otro lo pronuncia entro en el vórtice de ese sonido que por decreto alguien dejó afuera de la civilización.
Al hacer de la entrega el fin de mi placer soy extraña, alocada, barbárica. Es por él que mi extrovertida apariencia se torna voraz y tomo a mi hombre dejándome llevar por una explosión de sentidos.
Araño con brutalidad controlada su espalda. Le recorro el cuerpo con mordiscos en los que escondo la ferocidad de mi libido. Mientras me pierdo en su ingle sorbo extasiada los fluidos obsequiados. Y, ya a punto de fagocitarlo, cierro las fauces y abro las piernas con primitiva pasión  (Bárbara Benitez)

Es el primero y no me gusta, lo dejo alejarse para que nadie pregunte si el segundo es ese solo. Está la I encerrada entre dos consonantes que nada tienen que ver la una con la otra, es como si se enroscaran entre los dientes enredándose en sus raíces produciendo un confuso sonido chirriante. Después  otra consonante solitaria medio larga, tajante, típica, terca de la mano de una vocal intrépida llena de alegría,  de asperezas, de algo y nada. Es breve. Cinco letras y no me siento identificada. Lo odio.  (Mirta Beatriz López Siritto) 



EN TUS LABIOS

El arco dibuja su primer consonante
abriéndose al febo rey cuyo nombre idolatra.
Los griegos me llamaron venerándome Artemisa.
Su impronta signa mi naturaleza.
Instinto arremolinado,
                                  danza salvaje y primitiva
 de ninfas descalzas
en el bosque nocturno de tus labios.

                                                           Diana Espíndola


 
Esperaba mi nacimiento, yo era el elegido.  Enmudeció en medio de mis llantos al verme  y con un firme acento exclamó  mi nombre… fue  la dulce voz  de mi madre. A partir de ese instante ya sabía quien era .Con avidez mis pupilas se orientaban hacia  la sonoridad de aquella palabra. Mientras tanto agitaba brazos y piernas de contento  gracias a aquellos dulces  labios que pronunciaban mi nombre.
Hoy a los sesenta  me siento más dueño que nunca  cuando  lo escucho. 

Héctor J. Villafañe

Comienza como si quisiera echar o asustar a alguien. ¿Será que quiero impresionar cuando me nombro?  Termina con una segunda sílaba dulce. Mi madre así se llamaba, con solo tres letras suaves.
Como lo decían en casa no me gustaba, ni siquiera en diminutivo. Entonces explicaba que era en honor de mi bisabuela, que tuvo la mala suerte de morir un día antes que yo naciera.
A pesar de eso nunca me inventé otro, como solían hacer mis amigas en la adolescencia. Ahora me gusta, en realidad reconozco que no podría llevar otro que no sea el mío. 

Juana Pereira

 
 
Nombre compuesto. E n el primero la profusión de letras virginales remite a la espiritualidad. La sonoridad reside en su unión con el segundo. Entrelazados se robustecen.
Nombre con alcurnia y abolengo decía mi madre levantando el mentón como si el hilo invisible de la historia la estirara quien sabe hasta donde. Abolengoooo recalcaba y fruncía la nariz mientras se llenaba de tanto orgullo que parecía a punto de explotar.
Por ser ella portadora del mismo nombre compuesto heredado de sus ancestros suponía que esa marca en el orillo despertaría mi vanidad. Lejos de eso cargar con un nombre  que no era solo mio y encima con el abolengoooo era  demasiado, el peso me agusanaba. Para complicar más el panorama mi padre, ignorante de todo lo que a la nobleza se refería y tal vez en un intento por diferenciarme del resto de parientes homónimos, empezó a llamarme apocopando el primero y anteponiéndole el artículo la. El artículo la que para los porteños vulgarizaba cualquier nombre era bien visto en el interior.  Así según quien me llamara yo era aristócrata o vulgar. Las familias se dividieron marcando unas diferencias que ya existían pero de las que yo ,con mi autoestima desteñida me hice cargo. Resultó entonces que la familia paterna usaba el apocopado y la materna el otro. Por momentos sentía que tenía tres nombres y cuando, en el cine apareció una película nacional cuyo título era el famoso apócope con artículo y todo mi madre estalló, no por el nombre por el que ya no discutía sinoporqueademásdevulgarespuralujuriaaaaaaa y estirando ahora la mano daba un portazo mientras mi padre seguía leyendo el diario.
Para mi nada cambió , me sentía diferente en el mundo de las Mirtas, Gracielas,  Alicias mi nombre me sonaba antiguo. Ahora no pienso lo mismo hasta me parece original, será porque hace muchos años que lo llevo.
En mi adolescencia otro episodio hizo famoso mi nombre. Esta vez el segundo apareció como título de una zamba que cantaba todo el mundo. A partir de ese momento cada vez que me presentaba me sorprendían con los acordes. Claro que la fuerza era llevar los dos juntos. Terapia mediante me apropié del nombre compuesto y lo adopté por elección. Lo hice mio. Ahora si es mi marca, mi esencia, soy su dueña y es mi orgullo. Creo que se cumplió en parte el deseo de mi mamá pero de tan mio que lo siento este nombre morirá conmigo.
                                                                                                María Angélica Larocca


Increíble que ella dijera que yo era su todo, su vida entera desde la mismísima concepción, desde la interna afirmación de saberse embarazada y, luego del parto, me nombrara en opuesto.
Crecí con una idea equivocada del afecto, tambaleando entre un cariño mal dado con manotazos de abandono disfrazado. Me dormían entre cuentos de hadas que no me registraban, arropándome con el amor sofocante de la posesión.
Mientras ella se aferraba a mi existencia y creaba una simbiosis de dolor, controlaba cada paso, me nombraba cada miedo, marcando entre caricias esas cinco letras inundadas de abismo, de si me paro en el borde me caigo, de si me doy la vuelta me pierdo en el laberinto.
El eco suelto creció conmigo y de repetirse se quedo.
Del “no te veo, no estas, no sos” maduro el “nadie te ve, nadie sabe de vos. Sos nadie en este mundo de todos.”
Con los años, malparida y sobrante de terror me empeñe en desterrar esa E decorada con cicatrices. Y en el mientras tanto de sudor, te envié mis ojos por correo, para buscarte, para sanar mi corazón, para abrirte un rincón de mis secretos y jugar al “quedate conmigo y yo con vos”, a que me destapes por las noches y yo me cure y te escuche, bajito, bajito: “Nadie podrá amarte mas que yo”.

Nadia Settecasi

 
En el nombre de realidades, utopías y batallas ganadas
Ayer
Se sentía frío, en el más amplio sentido de la palabra. Y como broche, la l pegada a la d,  se convirtió en el trabalenguas de rigor. Ni romántico, ni dulce, ni raro. Cómo decir nada. Y para llenar el vaso de la frustración, cuatro o cinco rivales, ganando en la memoria de todos.
Sin embargo, nada es aparente
N  no naciste para dibujar, ni pintar, ni escribir. Sos mujer
i    ilusiones. De eso no se vive
l    lectura. En estos tiempos, hay que invertir energía sólo en los libros sagrados
d    dudas, de todo, menos sobre dios
a     amor, sinónimo de vanidad. Hay que dar sin esperar

Hoy

 Sobrevuela en mi vida un pájaro de papel, convertido en letra viva, al que perfumo con mis sueños, amores, palabras y mi libertad de elegir. Símbolo, metáfora o vaguedad  que permite  al espíritu convertirse en un vuelo victorioso.
N  no nací sabiendo dibujar, pintar, ni escribir. Conocí el desafío de aprender
i   ilusiones nunca faltan. Son el condimento de mis días
l  lecturas, me transformaron en la amante insaciable de todo lo bueno que me  ofrece el mundo
d dudas, a veces y sobre todo de dios
a amor, sinónimo de la pasión por vivir

Hijas del fuego eternamente encendido
las chispas existen como espiral
de luciérnagas que paren la luz
Atreverse a volar sobre el abismo, es el desafío
La creación no es otra cosa que la batalla a la ignorancia
llamada prohibición
Nilda Marruco



Vasto trabajo me ha dado mi nombre. Trabajo de pérdidas y recuperos.
Sabía su origen bíblico pero dado que mi padre fue anarquista practicante, siempre me extrañaron dos cosas: que se interesara en la Biblia y me enseñara a leer con los titulares del diario La Prensa.
Como sea, la vida no me dio tiempo a preguntarle. Además él lo suplantó con un sobrenombre. Me contaron que cuando jugaba conmigo de bebé  me llamaba afectuosamente mamita que derivó en Mita y me ha pesado toda la vida pues yo no soy la mitad de nada.
Por épocas logré recuperar mi nombre oficial, que me calza como un guante, pero siempre aparece alguien  que reflota el apodo.
Finalmente, logré un equilibrio en mi dirección de correo electrónico.

                                                                                                          Noemí Müller


No me gustaba que me llamaran así cuando niño. Salía de la moda, era diferente. Como no quería ser distinto me inventaba apodos, acepte los que me propinaban.
Pasó el tiempo, crecí. Al empezar a reflexionar más en las palabras de mi padre y en su obra, comencé a sentir afecto por mi nombre.
Tiene sonoridad. Aunque parezca machista, fue creado para hombres. No puede ser llevado como la mayoría mediante una vocal al género femenino.
Para ellas me agradan los de mujer que describen a la dueña. O los que fluyen con suavidad, dulzura.
El mío tiene una sola vocal. Fuerte, rotunda, parece evocar el círculo de los escudos de antiguos guerreros germanos. También a quienes no aceptaban culturas extrañas.
Tiene carácter. No son muchos los personajes famosos que lo usaron.
Comienza como un rugido, que puede ser también canción de cuna. Sigue como un desliz del habla, que atempera la primera silaba; termina firme con la misma vocal como diciendo ¡acá estoy!
Comparto mi nombre con mi hijo y un nieto. Tengo la esperanza de que ellos lo usen con orgullo como yo.  
                          OTRO.
Suena duro, lo sé. Quien lo oye y no me conoce puede hacerse una idea equivocada de mi carácter. Pero me agrada. Afirma mi personalidad.
Solo una vocal le basta para expresarse. Se repite tres veces. Es sonora, cerrada, fuerte.
Comienza como si fuera una orden militar perentoria; sigue como tomando aliento con otra silaba que acompaña. Termina afirmando la primera.
Sin embargo, no me gustan las ordenes, menos las marciales.
Y es raro, pero me siento orgulloso de usarlo.                                                                                                                     Rodolfo Falchetti