lunes, octubre 31, 2011

Bailar Tango, Irma Alvarez



Viví años trabajando en el campo, guiaba el arado que abría los surcos, esparcía las semillas, recogía los granos, y los llevaba  al molino. Con la harina, suave, blanca, lista a dejarse amasar, volvía. 
Desde niña, la música me acompañó. Escucharla alegraba mi corazón y  movía mi cuerpo una sensación de armonía.
Ya mayor  me establecí en el pueblo. Y llego el día. Yo Salomé estoy decidida, esperé años, este momento, escuchaba  y practicaba siempre sola. Hoy comienzan a bailar tango en un tablado cercano y ahí voy acompañada por los recuerdos.
Un muchacho se acerca, me invita y comenzamos a bailar. Las mejores cosas en la vida se hacen de a dos y el baile es eso, unir almas, corazones, intenciones y dejarse llevar  que la música como diosa nos domine y como el viento a los juncos nos doblegue. Apoyar el cuerpo al lado del otro y comenzar a moverse al compás de las notas, aprieto mis ojos para gozar esa magia que envuelve, sentir la mano  del compañero que guía, apoyar la mía rozando su cálida espalda, hermanar los sueños hasta ser uno. Fundirse con el otro, deseando que sea eterno ese instante.
Percibir las respiraciones en éxtasis. Girar como calesita y volver a unir nuestros pasos. Al cambiar el compás la cintura se acomoda en los brazos del compañero, alejarse es alegre y  volver a unirse en esos brazos, gozoso.
Sentirse feliz en los reencuentros. Como en la vida.

No hay comentarios.: