miércoles, julio 28, 2010

Silvia Fabiani, Textos invertidos, martes de 14 a 16 hs

LA BORRA DEL CAFÉ Texto original

El pequeño remolino absorbe la mirada fija, se detiene la
cuchara y el líquido travieso sigue girando mientras me introduzco por el frágil túnel de los recuerdos.
Océano celeste, agua pura, esa, por donde navegué sin fronteras, me perdí en inhóspitas selvas, naufragué tantas veces, hasta que la razón extendió su barrera de acero e impidió tu avasallante paso.
Tiempo sin tiempo, este que se adueña del alma sin permiso, nos cautiva en el espacio de los sentimientos.
Fragilidad humana que desciende hasta las zonas abismales, pero también se proyecta como un misil irrefrenable impulsado por el amor que lo sustenta.
Esos ojos, tus ojos que me miran desde el fondo oscuro de la borra de café, ahuyentan luminosos, a las sombras que a veces sobre mí se abalanzan, me salvan del abismo y en silencio me alientan.

LA BORRA DE CAFÉ – texto invertido

Océano celeste, agua pura, esa, por donde navegué sin fronteras,
me perdí en inhóspitas selvas, naufragué tantas veces, hasta que
la razón extendió su barrera de acero e impidió tu avasallante paso.
tiempo sin tiempo, este que se adueña del alma sin permiso,
nos cautiva en el espacio de los sentimientos.
Fragilidad humana que desciende hasta las zonas abismales,
pero también se proyecta como un misil irrefrenable impulsado
por el amor que lo sustenta.
Esos ojos, tus ojos que me miran desde el fondo oscuro
de la borra de café, ahuyentan luminosos, a las sombras
que a veces sobre mi se abalanzan, me salvan del abismo
y en silencio me alientan.
El pequeño remolino absorbe la mirada fija, se detiene la
cuchara y el líquido travieso sigue girando mientras
me introduzco por el frágil túnel de los recuerdos.

Otra versión: (Adriana)

Esos ojos, tus ojos que me miran desde el fondo oscuro
de la borra de café, ahuyentan luminosos, a las sombras
que a veces sobre mí se abalanzan, me salvan del abismo
y en silencio me alientan.
El pequeño remolino absorbe la mirada fija, se detiene la
cuchara y el líquido travieso sigue girando mientras
me introduzco por el frágil túnel de los recuerdos.
Océano celeste, agua pura, ésa, por donde navegué sin fronteras,
me perdí en inhóspitas selvas, naufragué tantas veces, hasta que
la razón extendió su barrera de acero e impidió tu avasallante paso.
Tiempo sin tiempo, este que se adueña del alma sin permiso,
nos cautiva en el espacio de los sentimientos.
Fragilidad humana que desciende hasta las zonas abismales,
pero también se proyecta como un misil irrefrenable impulsado
por el amor que lo sustenta.

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