miércoles, julio 28, 2010

María Angélica Larocca, Qué hacen las calles cuando nadie las transita, martes de 14 a 16 hs.



Pasó el torbellino. Las calles sin transeúntes,  sin coches y sin bullicio descansan, se desperezan somnolientas. Eso les dura un momento, después conversan en susurro para que nadie las oiga.  El problema es cuando  desde la esquina quieren hablar con la mitad de cuadra.  No pueden gritar para no despertar sospechas.  Qué es ese ruido se preguntaría la gente.  Los desvelados asomados a las ventanas o a los balcones aguzarían el oído.  Entonces adiós a la magia, se acabó el juego.
Por eso resolvieron mandarse mensajes, oleadas de palabras deslizándose con cuidado para no caer en un pozo o no tropezar con las veredas rotas pues ahí el mensaje se interrumpe o llega entrecortado como ya ocurrió una vez.
Otro tema son los cordones. Fríos indiferentes permanecen aislados, rudos y malhumorados no quieren saber nada, es más cuando pueden se interponen violentos. La vez del gran lio colaboraron con su mala onda y se produjo una confusión de aquellas. Que Ayacucho Milcuatrocientos escuchó todo lo que pasa entre Milcuatroveintiocho y Milcuatrotreintidós. Hay romance. Y no era. Despertando los celos de Milcuatrocuaretiuno que si era. El enredo fue tal que los involucrados estuvieron a punto de arder en gritos. El coche de algún juerguista pasó echando chispas y el asunto se detuvo pero, el tiempo que llevó que se acabara hizo que esa noche Pacheco de Melo quedará incomunicada. Peña se coló porque era testigo del verdadero romance, pero como se hacían tareas de bacheo solo pudo mandar una onda débil a ras del cordón y,  cuando llegó,  era tarde,  estaban todas contra todas.
El sexo es el tema más frecuente. El contacto de autos, camiones, colectivos, personas, manifestaciones, piquetes, caminando, corriendo, saltando, marchando lo exacerba. Es que les calles se sienten tocadas excitadas.  Durante muchas horas son acosadas por hordas de neumáticos y de pies. Se tienen que contener y, por eso a la noche, bueno, alanochepasadetododetodooo.
Las calles necesitan descargar tanta adrenalina, quieren jugar, ser mimadas y no solo poseídas.
Se expresan como solo pueden hacerlo, con olas. Son olas pequeñas  que corren veloces de la vereda par a la impar y otra vez de la impar a la par sin interrupción, solo se detienen cuando aparece alguien, se vuelven lineales para disimular.
Las calles cuando nadie las transita tienen sexo. A veces es tan alocado que por la mañana aparecen baches que no estaban el día anterior. La cuadrilla los arregla y, PÚMBATE, otra vez roto.
Las calles, en especial las del centro de nuestra ciudad, de noche cuando nadie las transita, son una bacanal de sexo y lujuria.
Quedan exentos los pasajes, nacieron y morirán como pequeños traviesos,  muy juntos, amuchados no ahí no pude pasar nada. Lo mismo pasa con las calles empedradas. Esas por viejas.
Quisiera poder confiar esto a las autoridades y a la gente. No puedo. Si supieran como se ríen cuando los oyen protestar. Son recuerdos de noches llenas de locura, quisieran decirles. Intenté hacerlo con el auto importado que rompió el tren delantero en Córdoba y Pueyrredón. Hágale entender a la señora que metió el pie en una hondonada en Santa Fe y Thames y luce un yeso hasta la cadera. Todo esto las preocupa pero no pueden dominarse. Queselevaser.
Han intentado parar las olas Hasta dejaron de comunicarse para evitar el oleaje. Entonces aparecía alguna callecita en el norte, en el sur en cualquier rumbo de la ciudad, quien creyéndose impune se atrevía a mandar un movimiento suave, apenas perceptible y al rato era una tromba. El roce. El roce. Lo que nos pierde es el roce. Es imposible evitar que nos rocen, nos caminen, nos corran.
Por eso nuestra ciudad aparece tan caótica, tan fuera de límites.
Las calles tienen un tiempo en que sí o sí piensan o hablan de otra cosa. Los días de lluvia se preocupan. La que  no desborda es un lodazal y son conscientes que cualquier movimiento puede desatar un cataclismo peor al que viven. Aisladas, transformadas en ríos sólo pueden esperar
El tema de las avenidas se arregló de acuerdo a las circunstancias. Ahí el sexo es rapidito. Nunca están vacías. Siempre algún que otro coche pasa. Igual se las arreglan
Ah, las calles de los barrios alejados, de casas bajas, serenas, ésas son unas mojigatas. Mejor de ésas no hablar, Ordenadas. Sólo algunos chicos jugando a la pelota. Una línea de colectivo. Los autos de los vecinos domingueros. Poco roce. Pequeños escozores que reprimen.  
Esas calles  se aburren, se cuentan chimentos, se critican. Ésa no está tan limpia. Qué desordenada Virgilio. No pasó el barrendero por Pola. Antiguas, sin vida, se adormecen en siestas eternas. Las de Parque Chas, cortas, se divierten inocentemente con la confusión que genera su trazado.
Cuando nadie las transita,  las calles viven, cada una a su ritmo y modo.

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