domingo, septiembre 28, 2008

Integrante: Bárbara Benitez. Curso: Lunes 17.30 a 19.30


TESTIMONIOS FISURADOS

Había en mí profundas fisuras que venían de un alma agotada por buscar inútilmente imágenes de luciérnagas encendidas en corazones apagados.
Fisuras que desde la soledad dejaban a mi cuerpo y a mi esperanzas yertos, sentados en el umbral del que parecía ser mi único destino.
Instantes tan fisurados por entregas a destratos malditos que iban cerrando las pocas hendijas abiertas después de tantas malquerencias.
Besos oscuros que fisuraban mis pasiones mientras manos hacedoras de mentiras dejaban huellas de ilusiones muertas antes de nacer.
Fisuras por recuerdos abrasivos que arrebataron de mi vida el pudor y desataron caudales inagotables de resignación.
Pese a tanta verdad fisurada y al arcano desolador que se revelaba mortal; inauditas fuerzas que salieron de no sé qué intenso sentimiento me despertaron de un querer ig-
norarlo todo.
La locura piadosa del amor del mundo bajó una noche de luna blanca y con vendajes de ternura juntó los quiebres que había desde mis pies hasta cada uno de mis cielos. Y atre-
vidamente escondió por unos meses el fanal iluminado de unos ojos que se mostraron en una última y sagrada fisura ventral por la que salió mi hija

Integrante: Elida Cristina Calabrese. Curso: Martes 14.30 a 16.30


Repiquetea el ruiseñor

En una tarde radiante, rumbo a Rosario, Rolando Ramos, con su carro de dos ruedas, arrastrado por Rocinante file compañero y compinche de aventuras, va al encuentor de Rosaura Rodríguez, conquistada con sus ojos verdes reverdes.
Sin rebenque y al trotecito dibuja rasgos en la tierra, y es el relincho que anuncia la llagada al rancho de don Ramiro Rodriguez.
Risueña, Rosaura, con su vestido rosado, cinturón rojo ajustado a la cintura, con sus lindos rizos dorados, que maravillan a Rolando. Lo recibe arrinconada en el corredor con la rigidez de una preciosa estatua.
El perro Rufián ladra encerrado en su territorio, mientras recorre con la mirada hacia arriba, el vuelo de un gorrión que arrogante salpica sus alitas en el arroyo que corre muy cercano a los campos de arroz.
Atrapado por los aromas de la cocina, que rebalsa de artesanías, abraza a su dama, ruborizado. Sobre el mantel bordado, ciruelas, frutillas, rúcula, remolachas y grandes morrones carnosos, esperan ser devorados con gusto, deleites del alma, el espíritu y apetito de cálidas sensaciones.
Sorprendidos por ruidos raros, el rum rum de afuera interrumpe Don Ramiro sin pedir permiso.
Salta felíz Rosalía, la gata celosa a los brazos de Rolando, quien sostiene un ramillete de rositas rococó rosadas. Revolotean en el aire golondrinas de primavera, mientras repiquetea el repentino murmullo del ruiseñor.
Todo es un resplandor, y así como en un cuadro que crece, llega una suave ráfaga de ilusión iluminada, en el crepúsculo de una tarde inolvidable, que siempre será recordada.

Integrante: Carlos Merlino. Curso: Lunes de 14.30 a 16.30


Rosita

Fue cuando no quiso seguir en la escuela que su madre trató de convencerla, de motivarla.
Estás en quinto grado y ya no querés estudiar más. A vos te parece. Qué vas a ser cuando crezcas.
Rosita se daba cuenta de que el reproche era justo. Todas las chicas conocidas - mal que mal - iban al cole. Pero qué le importaba a ella lo que le enseñaba la maestra. Ya sabía- lo poco que leía- leer - y ya sabía - lo poco que escribía- escribir.
Le concedía la razón a su vieja, pero a ella le gustaba vagar por ahí, pasear con la Agustina y las otras chicas por el centro de Glew. Los sábados a la tarde o los domingos le pedía a su hermano Marcos unas monedas y se iba en colectivo con las otras a Temperley, a ver vidrieras y descubrir si los chicos las miraban. También los días que faltaba al colegio - antes de dejar - agarraba la bici de su hermano y se iba a ver conocidos en el barrio. Libertad total (que le dicen), sin obligaciones.
Un vecino de la cuadra, el Ricardo, hijo de una conocida de su madre, la miraba con interés. Interés que ella, tres o cuatro años menor, retribuía. Cualquier tarde lo encararía con algún motivo inventado, y que fuera lo que Dios quiera.
Al tercer día de ausencia a la escuela la directora mandó a buscar a su madre. Le dio a entender que los doscientos pesos mensuales que cobraba de la Municipalidad le serían retirados si Rosita dejaba la escuela. La Nelly habló con su hija. Le explicó lo de la amenaza de la directora y le rogó que retomara el estudio, que sinó perjudicaría a la familia. De muy mala gana Rosita se dio cuenta que no le quedaba salida. Había plata de por medio y la necesitaban.
Cuando finalizaron las clases, y próxima a cumplir doce años, Rosita se vio obligada a hablar con su madre: se había acostado con el Ricardo en la pieza de él, en su casa. Ahora no sabía, - aunque parecía que sí - si estaba embarazada. Lo que sí cuidó de decirlo - que si estaba encianta zafaría de ir al sexto grado y a su vieja le seguirían dando los doscientos mensuales.

Integrante: Diana Kempfert - Curso: Martes de 17.30 a 19.30


La Feria


Dedicado a mi suegro


Hoy la mamá nos llevó a la feria de Simoca. El papi habia acabado de cobrar el jornalito, que ya ni papa ni mandioca quedaban. Ni yerba quedaba y, yo no, pero los chiquitos lloraban de noche cuando no hay.
A mí me gusta la Feria porque entonces la mamá me deja arriar el burro porque soy el mayor. Nube es mi burro y yo lo quiero, aunque no es muy entendido. Al Nube se lo regaló el patrón al papá cuando yo nací. Dicen que se echaba cerquita de mí cuando hacía frío y así dormíamos los dos. Por eso es como mi hermano.
A veces, cuando la mamá se enoja me dice que soy burro como él.
Una vez teníamos que ir donde el papá que tenía un trabajo en la Ciudad. Habíamos de tomar el tren de la tarde. Cargamos a los chiquitos con las mantas y los morrales sobre mi burrito. Pero él, acostumbrado como está a tomar el otro camino, el que va a la ladera del cerro a pastar, no quería ir a la estación.
Cuando llegamos el tren se había ido y hubimos de tomar el de la noche.
Pero el papá pensó que veníamos al otro día y se fue.
Hubimos de pasar la madrugada y el día en la estación y gracias a Dios y a la Virgencita que el hombre de ahí nos dijo que el papá nos había estado esperando y nos dió lugar donde quedarnos, en la sala de espera.
Así de poco entendido es el Nube.
Así de bruto soy yo para las cuentas y la lectura. Sí me gusta la geografía y las ciencias naturales.
El profesor Marcos dice que soy inteligente. Una vez, cuando yo no iba a la escuela, vino a casa. Estuvo charlando con la mami y al otro día me trajo un par de zapatillas y juntos andamos hasta el colegio.
En el camino, me fue conversando de muchas cosas: hay un país donde las calles son de agua y la gente cruza en botes. El estuvo. Hay otro que las vacas andan por la calle como si fueran perros y nadie las carnea para el asador.
Me preguntó qué que quería ser yo de grande y le dije que no sé, pero ahora creo que me gustaría ser como él y leer libros con dibujos de pintores como él me mostró.
En el colegio hice amigos. Mi mejor amigo es el Ramón, el hijo del almacenero. El papá habla mal de su papá, sobre todo cuando anda picado, pero a mí no me importa.
También más antes de ayer me agarré a las piñas con los mellizos del Cándido, que le andaban molestando a la Iona.
Me dieron una buena y encima, cuando llegué a casa con la camisa rota hube de ligar de nuevo. Igual, no me importó. La Iona siempre es buena conmigo y me convida pasteles de batata que le hace su abuela. Ella sí ya escribe de corrido y siempre levanta la mano primera.
Cuando nos separaron sus ojos me miraban llenos de estrellas.
Ella también estaba en la feria, pero cuando me vio agachó la cabez y se puso colorada. Es porque su mamá estaba al ladito y no la deja hablar con los changos.
A lo lejos via la profesor Marcos. Estaba comiendo una empanada frita. Cuando me vio me llamó y yo, que estaba luchando con una gallina bastante enrevesada, dejó todo y me abrí paso donde él como pude. Olía a aster iave que es un perfume muy lindo que se compra en Buenos Aires, nos contó.
Sin decirme nada, me dio la carta de la Iona.
¿Querés ser mi novio? - decía con su letra parejita.
¡La pucha que vale haber aprendido lectura!

Integrante: Héctor Di Bello . Curso: Lunes 14.30 a 16.30


Diálogos

Apenas los ví, despertaron mi curiosidad. A tal punto que entré al café para sentarme a la mesa de al lado de la de ellos y escuchar su conversación. No había terminado de acomodarme en la silla cuando me enteré dle nombre del chico.
Pará Boludo, le dijo ella. María, dejame hablar, contestó Boludo, el de acá a dos cuadras no debe ser caro, pagamos la mitad cada uno.
Boludo insistió, dale María, vos andás de guita mejor que yo.
María empezó a aflojar, abrió su carterita, revolvió por un instante y mirándolo a los ojos, resignadamente, le dijo: bueno, vamos.
Tomaron sus cosas y se dispusieron a partir.
Acentuada mi curiosidad, llamé al mozo para pagar, urgente, y seguirlos. El mozo que no venía. Y que no vino.
Desaparecieron de mi vista. Me quedé triste, sin saber de qué hablaban.
Al levantar la mirada vi a una morocha que estaba sentada a la mesa del fondo. Intercambiamos una sonrisa, a la vez invitación. Evidentemente estaba laburando. Me levanté para ubicarme en su mesa. En el trayecto, pagué mi café y el de ella. No te confundas, no soy una de esas, lo hago porque tengo a mi hijito enfermo. En seguida nos pusimos de acuerdo, cerramos en cincuenta.
Vamos, me dijo, el de acá a dos cuadras no debe de ser caro.

Integrante: Isabel Linden. Curso: Lunes de 14.30 a 16.30


El tren y la plaza

El tren atravesaba un campo triste, amarillento, iluminado por el sol. Ondulaban en el cielo los árboles y las nubes. Los pinos surgían tras las ventanillas. El humo de la máquina ennegrecía el cielo.
El viento doblé hacia el este y el cielo se cubrió de nubes redondas, infladas y llenas de agua. Cuando salga el sol se pondrán rojas y lloverá y lloverá y lloverá hasta que pare.
La estación tenía una plaza y la plaza tenía una reja que impedía el acceso y los chicos en los juegos parecían monitos saltando de rama en rama. Todo era inverosímil. El color de la tarde gris, mohosa, con una casi garúa. Neblina.
A pesar de todo, los chicos jugaban y se ponían de acuerdo. A veces peleaban. En medio de todo ese ruido se escuchaba, cuando cerraba el semáforo, el chirrido del freno de un colectivo que no pudo pasar en verde.

Integrante: Marta Viñas. Curso: Martes 17.30 a 19.30 hs


TRI-TRI

Traía el mismo traje trucho que le había regalado la Trini para el cumplesaño número treinta y trés. Cuando Traverso lo vio, tragó saliva ¿Dónde vas Tri.tri con ese trajedia? Voy al Tropezón, me dijeron que toca Troilo - tomátelas, no podés ir así, las minas no te van a dar bola, te van a triturar, pero ¿Qué decís? yo las atraigo así nomás, las convido con un trago y con el primer tango las dejo transtornadas, las transo bien y después me las llevo al trailer que lo tengo estacionado en la calle Tronador. Quedate tranquilo. Sabés como las conozco, a la final son todas trotacalles.
Bueno, me voy Traverso, trancá bien la puerta no sea que cuando vuelva te encuentre traspasado por el tramontina de algún traba trasnochado.

Integrante: Alicia Zarza. Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs


Katy

Katy es kastaña, de ojos kafé tiene la kara lavada y kabeza tapada, kakarea kada mañana y es loka como una kabra. Siempre kamina katorce kuadras, vestida con kapa, kapucha y kalzas de lana kolor kaki. Es kaprichosa y kapaz de kualkier kosa. No tiene karisma, no es kariñosa ni karikativa. Kome karne y kalabaza hasta el kansancio.
Mi nombre es Karlos y es un karma estar kasado kon Katy.

Integrante: Adriana Páez Montero - Curso: Lunes de 17.30 a 19.30 hs


Llueve sobre la ciudad silenciosa
los patios con baldosas blancas y negras
las canchas de golf
las villas miserias.

Llueve sobre los estadios de fútbol vacíos
los trentes repletos
los chicos que corren
los ancianos con bastón.

Llueve sobre el cirujano que corta al paciente
el peluquero que corta el pelo del cliente
el mozo que corta el café
la mujer fatal que corta el aliento.

Llueve sobre los aviones de guerra volando
los nidos entre las ramas
las cartas de amor no mandadas
las palabras de perdón no dichas.

Llueve sobre los hombres que hacen su trabajo
los banqueros que hacen dinero
las parejas que hacen el amor
los poetas que hacen canciones.

Llueve sobre las mujeres que hacen el almuerzo
las que bailan en televisión
las que se depilan las piernas
las que leen cuentos a sus niños pequeños.

Llueve sobre las ilusiones rotas
los sueños cumplidos
los comerciantes mezquinos
los corazones que cantan.