jueves, noviembre 08, 2007

Leer de noche, Adriana Páez Montero, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs-

El hombre estaba tan concentrado en la lectura que no advertía nada de lo que pasaba a su alrededor. Había tomado el libro, que durante semanas dormía en su mesa de luz, y esa noche al acostarse comenzó la lectura. La trama de la novela pintaba, con profusión de detalles localistas, la vida pobre de una familia entrerriana que vivía en una casucha en las márgenes del río Paraná. El hombre seguía con atención la narración y no miraba nada: ni a su mujer dormida a su lado en la cama, ni el televisor andando, ni la ventana abierta sobre la avenida por donde llegaban los ruidos de la calle. El hombre admiraba la habilidad del novelista al describir las características de esa pesada tarde de primavera: las nubes plomizas que cubrían el cielo, la algarabía de los pájaros que volvían a los nidos, el aire quieto que envolvía a las personas y a las cosas y esa serenidad tan intensa que intranquilizaba a los animales. El hombre no oyó las dos campanadas que dio la torre de la iglesia cercana y continuó la lectura. En el texto la lluvia comenzó mansamente y luego de tres páginas el autor seguía narrando las alternativas de una tormenta que se perfilaba como temporal. Y las consecuencias previsibles: el campo anegado, el río desbordado, los caminos que desaparecían bajo el agua, y la lluvia constante cayendo y cayendo. El hombre pasaba las hojas con mano nerviosa y nada interrumpía su lectura. Por es no advirtió un hilito de agua que se colaba por la puerta que daba al baño. La narración se regodeaba en la pintura de esa lluvía que parecía que no tenía fin y en los sufrimientos de la gente, los animales, las plantas y la tierra de esa región que parecía abandonada de la mano de Dios. Cuando el reloj dio cinco campanadas el hombre sintió algo en el suelo de su dormitorio que lo hizo apartar los ojos del libro. Las pequeñas alfombras que estaban a ambos lados de la cama, las chinelas de él y de la mujer y una revista de ella caída, flotaban sobre una capa de agua en el piso. El hombre saltó hacia el baño, gritó a su mujer y tiró el libro que fue a navegar sobre el parquet. Cayó cerrado y se pudo ver el título: "La inundación".

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