martes, noviembre 27, 2007

La recorrida, Integrante: Norma Laniecki, Curso: Martes de 14.30 a 18.30

Este grupo de casas modestas,sólidas, coloridas ,parte de un paisaje solitario y separado de toda civilización, me atrapa. Lo miro primero de lejos. Me voy acercando. Quisiera recorrer cada una de esas viviendas, ver como son por dentro, conocer a la gente que ahí vive. Sobre todo cómo vive. Que me cuenten su historia, sus orígenes, sus amores. Lo intentaré.
Una ventana abierta me invita a mirar. Es baja. Pequeña. Pero ventana al fin, permite ver algo de afuera hacia adentro y mucho,seguramente, de adentro hacia afuera.Siendo un intruso que encuentra misterio y belleza por donde pasa y pone en palabras todo lo que entra por sus ojos y llega a su alma , busco, veo y Escribo, aunque sea soldado de uniforme y armas.
Ningún ruido. Silencio. Apenas un plato vacio sobre la mesa rústica. Me recuerda las mesas listas y ordenadas de los restaurantes cuando aún no llegaron comensales. Pero es una asociación de un hueco habitante de ciudad ,devenido en militar sin quererlo.¿Sin quererlo? Aquí debería haber una historia única. Ese plato espera a alguién que ya conoce. Sino no estaría en ese lugar. Pienso que cuando ese alguién llegue lo llenará de algo caliente y reconfortante. Lo comerá despacio, mientras piense, tal vez, en su gran cansancio, en su ayer feliz, en su próximo amanecer. ¿Me atreveré a hablarle? ¿Me invitará a pasar? ¿Compartirá su comida
conmigo? De pronto unos miaus me dicen que en esa habitación hay un gato. Pasa lentamente delante de la mesa. Me descubre. Me mira. Sigue maullando. De golpe hace como que va a saltar hacia mí pero se sube a la mesay¡zas! El plato ya no está. Unos cuantos pedazos en el suelo y mi paisaje ha cambiado. Noto más la soledad del lugar. El único ser viviente no me ha recibido. No me ha aceptado. Vuelvo a mirar al gato que ahora se arrima a un almohadón con un corazón bordado en él. Evidencia de una mano femenina. Como la muñeca que acabo de descubrir sentada en la silla expectante, frente al lugar en que hace un rato estaba el plato entero.
Todo lo que puedo decir,hasta aquí, es que alguién va a retar al gato.¿Lo castigará? ¿Hará como yo, soldado de uniforme y armas, que suelo castigar y hasta matar al que no me obedece?

Carta nueva a mi hoja en blanco, Integrante: Norma Laniecki, curso: martes de 14.30 a 16.30

Te miro con respeto, con admiración, con cariño. Con el respeto que se siente frente a quien reconocemos fuerte, a quien necesitamos y sabemos nos puede ayudar. Con admiración por no mostrarme límites anticipados y estar dispuesta a contener y mostrar todo lo que mi alma dibuje en tu cuerpo. Aún no conocemos ninguna de las dos qué, cuánto, cómo será, lo que resulte, cuando el punto final indique que ya está terminada mi "Carta Nueva" y vos, "Mi Hoja" hayas dejado de estar en blanco.
Sos un pedacito de futuro. Estás naciendo. Me siento tu madre. No me duele este parto. Me liberta. Me hace felíz. Nos damos vida mutuamente. Por supuesto fuiste engendrada por un padre genail, complejo, no siempre comprensible, a veces indomable, otras dócil, amante. Sujetos de la vida que nos toca vivir, nos mueven la inspiración y el azar. Las palabras bendicen mis ideas y en una simbiosis total, intento mostrar otros mundos, destinos distintos, sentimientos, la ausencia de ellos, lealtades, traiciones, caminos.
La maravilla de escribir (bien o mal) me deslumbra. Siempre. Cuando escribo yo o leo lo de otros. Todo. Ya sea el diario, Proust, Abelardo Castillo, Peicovich, o alguno de mis compañeros de taller.(...) El leer y escribir, escribir y leer, mezclados ambos en mi caso, me deja esa sensación de unión con lo que amo, con lo desconocido (el lector), con lo lejano y que tal vez nunca vea, con mis dudas y la posibilidad de encontrar respuestas. Aunque más no sea haciendo muchas preguntas. Es poder aprender y aprehender. Comprender y recordar. Olvidar, no siempre. Crear. Compartir. Sí, compartir mis hojas escritas, llevadas por el viento de la vida, emulando un otoño fecundo. Y despertar inquietudes y sueños en quien detenga su mirada en ellas y recorra conmigo parte del camino. Tal vez al cambiar el viento su dirección, alguien amplíe este loco y divino círculo de escribir, leer, escribir, y yo pueda seguir disfrutándolo. Con Ustedes.

jueves, noviembre 08, 2007

Apolonio y la Luz, Miguel Angel Grau, Curso: Miércoles de 17.30 a 19.30 hs

Yo Apolonio, reflexiono sobre le mundo, lo percibo claro y apacible: SE ENTIENDE MI MUNDO, el de los demás no me importa. El mío es un universo en que casi todo es tranquilidad y calma. Puedo por lo tanto darme el lujo de quedarme plácidamente sentado viendo el devenir de la corriente eterna del tiempo como pasa ante mis ojos y ante mi mente como un arroyo manso. ES ESTE APOLONIO UNIVERSITUS (donde no hay motivo de inquietud) mi orgullo, pero lo que me molesta es este "casi" que no me permite llegar a lo absoluto: EN REALIDAD HAY EN TODA SU MAGNITUD, sólo un pequeño rincón oscuro, viene a ser para mí lo que piensan los demás. ME INCOMODA PENSAR que solo ese minúsculo cuadradito, esa insignificancia mugrienta, rotosa y miserable cosa no me permite llegar a la perfección. Si esa porquería de irrelevante desperdicio geométrico no fuera tan pesada, tan persistente, sino fuera que siempre aparece para que yo lo tenga que mirar, yo sería tan feliz. Y EL CONDENADO SABE QUE AMI ME DISGUSTA, por eso aparece.Hablemos por lo tanto a calzón quitado: EL TENER QUE VER A ESE PDORIDO Y PIOJOSO CUADRADITO es lo único que muta mi serenidad, yo no puedo dejar de hacerlo, tengo que reconocer que ese pequeño engendro de cuatro líneas es más fuerte que yo. Sé que en realidad no tendría que ser para tanto. En realidad si me propusiera ser un poco más condescendiente y amable con todo aquello que está fuera de mi universo personal, mi felicidad mutaría tan sólo en una partícula diminuta de fastidio, y como todo pasa y todo cambia, volvería a ser felíz. ES HORA DE QUE SEAMOS FRANCOS Y NOS DEJEMOS DE HIPOCRECIAS BARATAS. La verdad es que el maldito cuadradito negro es una mancha en la inmaculada pureza y blancura de mi universo, es lo único que no le permite llegar al sumum.QUE BUENO SERIA QUE UNO EN LA VIDA pudiera pegarle una patada, una hermosa patada a todos sus pulguientos y mal nacidos puntitos negros, levantarlos en el aire y sacárselos de encima como a cualquiera de esas basuras que son obstáculos en nuestro camino. UN MOMENTO, pensemos con frialdad, con calma, a la oscuridad uno se la saca de encima con un poco de claridad, la claridad es luz y la luz es consecuencia de una llama en algún lado. Cómo no me dí cuenta antes, YO SOY EL DUEÑO DE LA LLAMA QUE TANTO NECESITO, es mi razón y produce la llama de mi pensamiento (cuadradito negro empieza a despedirte, porque te vas a ir y no regresarás nunca). Pero, ¿saben una cosa?, me olvidé algo: LAS LLAMAS A VECES PRODUCEN INCENDIOS, todo lo que antes era claro se vuelve oscuro, ahora se ha formado todo un universo negro y sólo me ha quedado un miserable, raquítico cuadradito blanco, de luz y de claridad. Sin embargo en su insignificancia esa migaja de luz me permitió aprender un gran secreto, a mí que creía que estaba a punto de hacer a un lado al CREADOR y ocupar el trono de DIOS. Descubrí que entre todo lo que existe, soy apenas un simple hombre.

Leer de noche, Adriana Páez Montero, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs-

El hombre estaba tan concentrado en la lectura que no advertía nada de lo que pasaba a su alrededor. Había tomado el libro, que durante semanas dormía en su mesa de luz, y esa noche al acostarse comenzó la lectura. La trama de la novela pintaba, con profusión de detalles localistas, la vida pobre de una familia entrerriana que vivía en una casucha en las márgenes del río Paraná. El hombre seguía con atención la narración y no miraba nada: ni a su mujer dormida a su lado en la cama, ni el televisor andando, ni la ventana abierta sobre la avenida por donde llegaban los ruidos de la calle. El hombre admiraba la habilidad del novelista al describir las características de esa pesada tarde de primavera: las nubes plomizas que cubrían el cielo, la algarabía de los pájaros que volvían a los nidos, el aire quieto que envolvía a las personas y a las cosas y esa serenidad tan intensa que intranquilizaba a los animales. El hombre no oyó las dos campanadas que dio la torre de la iglesia cercana y continuó la lectura. En el texto la lluvia comenzó mansamente y luego de tres páginas el autor seguía narrando las alternativas de una tormenta que se perfilaba como temporal. Y las consecuencias previsibles: el campo anegado, el río desbordado, los caminos que desaparecían bajo el agua, y la lluvia constante cayendo y cayendo. El hombre pasaba las hojas con mano nerviosa y nada interrumpía su lectura. Por es no advirtió un hilito de agua que se colaba por la puerta que daba al baño. La narración se regodeaba en la pintura de esa lluvía que parecía que no tenía fin y en los sufrimientos de la gente, los animales, las plantas y la tierra de esa región que parecía abandonada de la mano de Dios. Cuando el reloj dio cinco campanadas el hombre sintió algo en el suelo de su dormitorio que lo hizo apartar los ojos del libro. Las pequeñas alfombras que estaban a ambos lados de la cama, las chinelas de él y de la mujer y una revista de ella caída, flotaban sobre una capa de agua en el piso. El hombre saltó hacia el baño, gritó a su mujer y tiró el libro que fue a navegar sobre el parquet. Cayó cerrado y se pudo ver el título: "La inundación".

El Desafío, Integrante: Fany Karpp, Curso: Martes de 14.30 a 16.30 hs.

¿Oiste lo que dijo? son simplemente un ovillo de hilo y una aguja. Qué cretina, qué pronto se olvidó cuando el bromista del botón se fue de parranda y sosteniendo en sus manos, sus bragas, a fin de que no se le cayera, salió desperada buscándonos.
Déjala, recuerda a su madre que bien nos trató, cuando tenía esa enorme cantidad de ovillos de hilo blanco, que colocados en un delantal, con un ganchillo que parecía una horquilla, nos daba vuelta, hasta marearnos y luego nos sujetaba con otra aguja. A ella nunca le hicimos una trastada, porque nos trataba con delicadeza, y la dejamos que terminara el vestido para el bebé, sin dificultad.
Ya que te sientes ofendido, hagámosle un desafío, hagamos un paro; cuando la niña se siente a bordar su mantel, yo me caigo de sus manos; y tu aprovecha esa oportunidad para enredarte lo más que puedas y cuántas veces puedas, en tanto yo me clavo en la tela que está en el costurero y tiro el mismo al suelo desparramando a nuestros amigos los botones.
Viendo ella que le es imposible continuar, me clavará sobre tu lomo con mucha rabia, y entonces nosotros habremos realizado nuestro paro, que habrá sido todo un desafío.

La mujer caminaba a lo largo del camino, integrante: Lydia Di Luciano, Curso: Martes de 14.30 a 16.30 hs.


La mujer de tez oscura de cara surcada por arrugas, de rostro avejentado no por los años sino por el ardiente sol de la montaña reflejando en sus brillantes piedras el espejo del azul cielo pocas veces atravesado por nubes, encorvada por el peso que llevaba cargado en su espalda cubierta sólo por un deshilachado poncho de colores apagados por el polvo y el tiempo, sus cabellos renegridos en una trenza gruesa y espesa que llegaba hasta su cintura donde una faja ajustada marcaba su abultado vientre, haciendo de su cuerpo un trapecio dibujado en las sombras del atardecer donde todo se veía con diferentes colores como un calidoscopio enloquecido, caminaba y sus pies hinchados atravesados por espinillos y pequeñas piedras que se levantaban en un juego de golpeteo como si pequeños tambores marcaran su paso cansado, lento, como si avanzar fuese un esfuerzo, una fatiga, un desafío a todo aquello que tenía que atravesar sin pensar si era mucho o poco lo que le quedaba a lo largo de ese camino sinuoso, lleno de peligros pero que la llevaban a su única esperanza, llegar. No podía esperar más, ya era su hora, faltaba poco, a lo lejos se divisaba el pequeño edificio donde una bandera celeste y blanca ondeaba al lado de otra con una cruz roja. Había llegado a tiempo para que naciera su hijo. Lydia Di Luciano