jueves, diciembre 28, 2006

Buenas Noticias para compartir

Carlos Merlino nos acercó su primera edición de su Diccionario de Argentinismos, y nos ha comentado que está diseñando un blog literario de su autoría. Es un gusto para nosotros compartir en este espacio los logros de nuestros talleristas. Felicitaciones a Carlos por su trabajo de investigación y esperamos pronto poner un enlace a su blog.

Por otro parte Alejandro Crimi ha ganado un merecido premio en el II Certamen de Cuento Breve y VII de Poesía organizado por el Centro Cultural del Tango Zona Norte. Felicitaciones y aquí va el relato premiado que espero disfruten:

Revelándose




Apoya sólo el extremo de sus alas, si digo bien, el extremo de sus alas sobre el nácar de los botones. Estoy seguro que no hay forma de que algún humano haga sonar de este modo, esa pequeña cajita de madera con pulmón de cuero. Si hasta yo que no sé por donde empieza o termina un pentagrama y que mi oído por ilógico que parezca, carece de toda función. Puedo darme cuenta del exacto momento de la cópula entre el sostenido y un par de bemoles. Y que al rato de escucharlo, me abra la cabeza como un higo maduro. Y desde allí se interne en la búsqueda de lo que alguien llamó alma. Y repetidamente la viole sin piedad al encontrarla y vaya a parar definitivamente al sucio piso de una vieja estrella, y observe desde allí pasar al resto del mundo debajo de mis pies. Enroscarme en esa galaxia de piel, que me parece tan conocida ahora, que la palpo y la huelo y mi mano sirena empieza recuperar la sensación perdida. Hasta que se rompen ciento cincuenta kilos de nueces al mismo tiempo y ese ruido pardo me hace volver. Los maldigo en no menos de veintitrés idiomas y otros tantos dialectos. Dejo de buscar al menos por ahora. Mientras el resto de los mortales golpea sus manos, como una bandada de orangutanes. Como si eso alcanzara para rendirle una ofrenda a este viejo, que solo mueve los labios debajo de una luz mortecina, como si no fuera él mismo quien nos lava y ensucia al mismo tiempo con ese pedazo de arrabal que no deja de soñar.
Ha empezado a abrir lentamente los ojos. Descuelga de sus alas, (otra vez dije alas), sutilmente al bandoneón, que ya no respira, o es la fatiga que lo ha dejado así. Mudo.
Yo sigo buscando y termino coincidentemente donde tus huellas están más frescas. En el bar. Aprovecho el lugar y lo justifico pensando que vos nunca estás donde debieras y solo por eso me veo forzado a encontrarte en el alcohol. Exijo un whisky doble y coincido mágicamente (tal vez) con el viejo. Ahora tiene los ojos levemente abiertos, o el resto de su cara más cerrada. No le pregunto, por París, igual que los otros, o si conoció a “Gardel”, o si el tango se nos muere acá mismo esta noche. No. Le invito uno o dos whiskys, y al rato son tres o cuatro los tragos. Él revuelve el hielo con los dedos y yo no puedo, o tal vez no debo creer que se vean tan burdos en el contraste con ese fino velo de cristal de agua. Y es en esos momentos(maldito sea) que no creo en Dios, en el mío, en el de él, si es que lo tiene, o en cualquiera que alguien crea. Y me niego a pensar que este tipo, con esos ojos amarillos, hace un rato me haya volado la vida con su música. Haya desflorado intencionalmente cada una de mis miserias, dejando expuesto un pedazo de mí, que hasta ahora, si bien había escuchado sobre ella, nunca supe donde residía mi alma. Me contuve para no insultarlo, o tal vez patearle los dientes hasta que caigan de a uno. Pero estaba tan borracho, que apenas pude ver como tomó el último sorbo. Creo que sonrió , escupió un resto de hielo . Hasta pudo haber canturreado el borde de un tango o quizás recitado sin tacha una buena porción del sermón de la montaña. Se fue otra vez a la tarima, mirando hacia abajo como quien mira un barco de papel navegar en el mar de la vereda, o también porque no, haciendo huella en el agrio camino del Gólgota.
Yo en cambio estoy pegado a este banco. Inmóvil. Tan atado al cuarto whisky doble, como un animal salvaje que no suelta su presa. Él ha vuelto ya a la tarima, está parado, o parece tan grande ahora, o quizás un fantasma del whisky no se apiade de mí. Él abrió su boca, se acurrucó el fueye en las rodillas y otra vez la horda de orangutanes aplaudió. Y yo quisiera no tener que pensar esto, pero desde aquí con este cielo de neón amarronado que está a punto de estallar, empiezo a estar seguro que no son alas. No. Me niego y blasfemo pero es casi inevitable que mi razón se desfigure al comprobar que son las aspas de la mismísima cruz. Y el bandoneón. El Centurión Romano, y como tal le incrusta la lanza debajo de las costillas otra vez. Y todas las notas se expanden en el aire (polvo de alas de miles de polillas) y un borbotón de sangre caliente revienta contra el piso. Y yo que soy un pobre infeliz, me arrodillo y lloro como un chico que sueña con su padre muerto.
Ahora se ha quedado dormido. Al menos sus ojos, se han cerrado, formando un par de líneas horizontales. Sin embargo, sobre sus rodillas, el bandoneón se arquea como un chico resistiendo a las cosquillas. Abriendo y cerrándose espasmódicamente hasta el fin de la respiración.

viernes, diciembre 01, 2006

Finalización del curso de Escritura

El año termina y nuestro taller llega a su fín. A lo largo de este tiempo que compartimos una vez por semana logramos construir un espacio para experimentar recursos, deslizarnos por el trampolín de consignas juguetonas, reflexionar sobre el lenguaje, conocer decálogos de autores consagrados, definir los propios, buscar un estilo, transgredir y cuestionar, en definitiva embarcarnos en la aventura de leer y escribir. Podemos sentirnos orgullosos del proceso y del resultado final. Este blog, "La piedra en el estanque" seguirá creciendo y será nuestro punto de encuentro y de todo aquel que se acerque a leernos y dejar sus comentarios. Todo comentario enriquece y nos ayuda a crecer asi que lo agradecemos de antemano. Estar en red tiene esa magia, la de que cualquier internauta se acerque a nuestras costas atrapado por las ondas concéntricas de nuestras palabras y deje bogando una botella con un mensaje.

Agradecemos a la Biblioteca del Congreso de la Nación por brindarnos este espacio y esperamos encontrarnos el año entrante.

martes, noviembre 21, 2006

Integrante: Isabel Linden, Texto: Carnaval / El anuncio - Curso: martes 14.30 a 16.30 hs.

Carnaval

Retumba el redoblante de la murga y es carnaval. Mamá me prometió un disfraz, yo quiero el del zorro, con la espada y el caballo pero mi mamá no sabe si me lo va a comprar, porque no tiene plata, siempre me dice lo mismo, pero yo lo vi en la tienda de disfraces y lo quiero, ¿por qué no?

Me voy a poner la máscara, me voy a subir a Tornado y voy a andar por todo el carnaval con mi espada y mi caballo, comeré helados y me divertiré con los cantitos que cantan todos.

Los chicos me miran, les pregunte ¿acaso no me conocen? ¿qué soy? ¿un monito de circo o quizás chirolita? Nadie me mete la mano por la espalda para que yo mueva la boca y hable. Nadie ¿me oyen? Nadie. No me van a asustar ni me van a callar. Soy apenas un disfraz de carnaval. Me vistieron con esta ropa pero yo no tengo ganas de estar así vestido. Ni ganas ni me gusta. Este disfraz es muy grande. Me da ganas de sacármelo y tirarlo pero mi mamá me lo hizo con sus últimos centavos y no la voy a hacer enojar. Ella está muy triste porque papa se fue.

El anuncio

El chillido de un pájaro en el fondo del jardín le hizo pensar en un anuncio de mal agüero. El calor era sofocante y había sido un verano intenso, seco y casi sin lluvias. Ese pájaro la puso de mal humor. Se levantó de la reposera y fue hacia la casa. Se acercó a la heladera y sacó una naranjada para tomar y sacarse el calor, trató de evitar la sensación de sofoco y el chillido del pájaro, miró por la ventana y pensó el calor va a ser más fuerte dentro unas horas! ¡Qué sofocón! Bueno, tomó la guitarra y volvió a salir, vio el pájaro en la rama y sintió de nuevo el aviso de mal agüero. No, no tenía que ser de mal agüero, el pájaro sólo chilló por el calor y avisaba más calor. Era sólo eso, más calor.
Tomó otro vaso de naranjada muy fresca y salió a sentarse en el jardín. La guitarra era su mejor aliento, su descanso y su compañía. Nadie la iba a fastidiar con malos augurios y malas ondas. Se volvió a echar en la reposera. Ningún ruido, ningún fastidio, acomodó la guitarra y se puso a afinar-la, para sentir la necesidad de compañía. La música le hizo olvidar al pájaro que al oír la música volvió a chillar. Estela se dio vuelta para verlo y perdido entre las ramas del ciruelo, divisó al ave. Era renegrido y la miraba con curiosidad, moviendo su cabecita y sus ojitos y escuchando la música de la guitarra, volvió a cantar. Su melodía fatídica cambió por un sonido más intenso y más agudo. Estela pensó, es el calor y yo me siento acomplejada, me voy a tomar un baño.
Dejó la guitarra a un costado de la reposera y se fue hacia la pileta. El pájaro la siguió mirando como buscando el sonido de la guitarra. El chapuzón la reanimó. Se sintió más libre, menos apesadumbrada. El pájaro la seguía mirando, sin moverse de la rama. Estela olvidó sus ideas depresivas y volvió a tocar esa canción de amor que tanto le gustaba, el pájaro empezó a cantar de nuevo con sonidos más alegres e intensos. Más agudos. Estela se sintió mejor. El pájaro siguió en la rama, mirándola y esperando el sonido de la guitarra para cantar con ella. De pronto sonó el teléfono, Estela se levanto. Entró en la casa, levantó el aparato y contestó. Era Manuel. Venía a verla. Ella no quería verlo, estaba fastidiada con él, por lo que le había dicho, eso era, fastidio lo que sentía, por eso le pareció que el canto del pájaro era de mal agüero, pero no ahora que avisó que venía, le iba a poner los puntos sobre las íes. Volvió al jardín y el pájaro seguía allí, en la rama, como esperando que vuelva a tocar la guitarra para hacerle compañía. Los sonidos eran de alegría y de mutuo apoyo. Al rato llegó Manuel. La besó en la mejilla y se sentó a su lado, Estela siguió tocando la guitarra y el pájaro siguió en la rama.
-¿Qué te pasa? Dijo Manuel.
- ¡Nada estoy fastidiada! Le contestó
- ¿Por qué?
- ¡Por lo de ayer!
- ¿Le vas a llevar el apunte a esa tarada?
- Será tarada, pero quiero saber si es cierto.
- ¿Si estuve con ella? mirándola de reojo. Si, estuve con ella pero no le doy importancia. Es una compañera de trabajo y no me interesa.
- Eso no es lo que ella dijo, avisó Estela con furia.
- Ella puede decir lo que quiera y yo no la voy a tener en cuenta. ¡Me está buscando y me va a encontrar! Siguió Manuel.
- ¿A si? dijo ella con displicencia.
- Sí.
Estela volvió con la guitarra y el pájaro se puso a cantar otra vez.
- Me voy a tirar a la pileta. Dijo Manuel.
Entró en la casa y se sacó la ropa que traía y se puso la malla. Salió otra vez al jardín. El calor se-guía sofocante. Estela hacía como que él no existía. Estaba furiosa. Casi enceguecida. Así que dijo que había sido cierto. El pájaro agorero no se equivocó. Manuel sentía que Estela estaba rara. Como si un espantapájaros estuviera entre los dos, miró hacia arriba. Vio al pájaro negro en la rama y le dijo a Estela:
- Qué raro un tordo por aquí, lo debe haber traído el calor. ¡Está asfixiante!
- No. Lo trajo tu amiguita.
- No es mi amiguita. No inventes historias y no me interesa.
- Ella no dijo lo mismo.
- Ella puede decir lo que quiera, pero yo digo que es no, y es no!
- Veremos, dijo Estela, veremos.
El pájaro volvió a cantar, esperando el sonido de la guitarra. Estela volvió a tocar y en la tarde, es-pesa, densa, Manuel sintió que había una especie de nota discordante entre los tres.

Integrante: Alicia Zlotnick Textos: Autobiografía / Siembra, siempre Curso: martes de 14.30 a 16.30 hs

Autobiografía


Yo quería recorrer un camino ilusorio pero sin espinas. ¿Volver atrás?. No – Sólo saber por qué ella (la casa) aparecía misteriosa y sin sentido ante mi, siempre.
Cada vez que quería escribir un temblor atrapaba mi cuerpo y la veía. Me mostraba su fachada frente a la vereda desde donde yo la espiaba. Dos paredes blancuzcas, marcadas como si hubiesen sido de piedra pulida, y en el centro una puerta angosta de hierro negro, bien pintada.
Cuando logré cruzar la calle para verla de cerca no podía creer lo que estaba por hacer: sólo apretar el picaporte entre mis dedos, bajarlo y entrar. Un pasillo, más bien un pasadizo, me llevó hacia una puerta cancel: los vidrios estaban cubiertos por cortinas de macramé muy claras. Y yo seguía sin ver el interior.
Sin voces, sin personas, la casa había concebido un misterio, quizá impenetrable. Un gigante: no sabía si era un Goliath o un tesoro fabuloso (supongo que ambos) me pedía que lo descubriera.
No pude ir más allá, pero corrí las cortinas y vi: un patio, macetas con tierra y sin plantas, muchos cuartos, una escalera. Un toldo de lona se inclinaba hacia un costado vencido y casi sin color. Luego otro patio: sillones de madera con almohadones de colores, debajo del alero verde lleno de glicinas.
Una puerta escondida en la ligustrina rechinó al abrirse y me mostró en ese patio la mesa preparada para una cena de verano, luces encendidas, luciérnagas y un mantelito blanco.
Un patio más: por él había caminado muchas veces el padre. Tenía un enrejado en la parte de atrás. Y una parra sin flores, pero con muchas uvas dulces, brillaba en honor a su memoria.
Después, el piso silencioso del patio de la abuela: El crochet sobre la mesita que ella misma había fabricado con carreteles de madera.
A lo lejos sentí que me encontraba con un patio de tierra, sin piso firme, raro. No lo reconocía, pero sabía que era otra parte de mí.
Y comenzaron a abrirse las ventanas, una tras otra. Algunas estrechas otras muy chicas. Por las más grandes entraba un viento fuerte, caliente, como de verano. Y una bruma espesa quebró mi visión.
De pronto una tristeza y una alegría gemelas, que habían crecido conmigo, se despertaron en el cuarto de los niños. No las había tomado nunca en cuenta. Cuando las ví, quise acariciarlas, pero ellas no me conocieron. Habían estado tan guardadas y tan solas.
Me interné en un lugar que sentía seguro pero lejano: dos patios más, enormes, en forma de cruz. Y justo en el centro, en el cruce de caminos, encontré las palabras que leí en el libro que un mago me regaló hace mucho tiempo: “Alicia, en el País de las Maravillas”.
Hoy conozco tu secreto, casa escondida en mi santuario. Me llevaste hacia el lugar desde donde puedo contemplarme. Me dijiste hoy, que soy la otra, o todas juntas. Por vos me descubrí. No sabía que podía hablar sin miedos, sin pedir permiso. Sos mi interior y mi fachada. Hoy te incluyo en mi vida, te descubrí en mi historia. Hoy puedo escribir.

Siembra, siempre

La aldeana salió del cuadro que la contenía hacía trescientos años. Ya era hora de terminar el trabajo que un pintor le había encomendado y ella por tanto tiempo lo iniciaba segundo a segundo, pegada a la tela y al color. El hombre de gran talento había creado para esta mujer un paisaje perfecto.
Liberación: la sembradora comenzó a caminar por un campo de tierra húmeda y oscura. Llevaba una bolsa de tela colgando de un brazo. Y en ella cientos de semillas esperaban el instante dulcemente mágico de caer en la tierra. Con soltura (conociendo su oficio), la sembradora comenzó a arrojar las pepitas que despertando de un eterno sueño iban por fin a germinar. Una lluvia de ellas cayó, y por cada una se formaba un agujero profundo que llegaba casi al centro de la Tierra. En el fondo murieron, y se abrió cada una en dos, y un viento fuerte y caliente que insuflaba el planeta desde sus entrañas, las hizo ser, transformarse y vivir como redondos girasoles de brillantina que miraban siempre al cielo. De cada hoja que rodeaba el centro amarillo un soplo salía al aire claro, que perfumaba el sembrado.
La mujer miró hacía el estático paisaje, y un árbol gigante nacía en el medio: de tronco grueso y erguido crecía y crecía hacia las nubes. Todo producía encanto, porque esas vidas había sido creadas por amor: por amor de la aldeana, por amor de la tierra.
Pero muy lejos, hacia el lado del mar, una tromba de viento y agua helada, giraba como un cono desafiante y casi vivo y corría hacia el campo de girasoles. Imprevistamente la mano del pintor desgranó una pincelada de óleo rojo y espeso en la orilla del mar. El calor de ese fuego derritió el hielo de la tempestad. Fue sorpresivo: las olas de cinco metros se desarmaron y se convirtieron en espuma.
La mujer, que ya había realizado su trabajo tan esperado, su obra creadora más perfecta, pudo junto al maestro volver con felicidad al paisaje al que perteneció siempre. Y supo desde entonces y para la eternidad que no sólo se siembran vientos para recoger tempestades, también se plantan amores para recoger libertades.

jueves, septiembre 07, 2006

Integrante: Marta Viñas, Texto: Viernes de Milonga, Curso: Jueves de 17 hs a 19 hs.

Dardo Zapiola es metalúrgico, labura desde muy pibe y a sus treinta y cinco años es capataz, que no es poco para un hombre que apenas cuenta con una primaria.
Es morochón, bien plantado y solterísimo. Vive con la vieja y de momento así seguirá, es fanático del dos por cuatro y de las camisas almidonadas, espera la llegada del viernes casi con emoción, para él “Viernes” es igual a milonga. Le gustan las luces, la música, los gomias, otear como viene el minerío, bailar con la colorada Rene un lujo, ni hablar de María... María Gómez, literalmente y como dice el tango "se paraban pá verla bailar" y no es que fuera linda, era diferente, distinta a todas, le batían "trompito" respetuosamente.
En el Social se conocían todos, las minas, los chabones los mozos, personajes que sabían vida y mjlagro de los concurrentes, por eso el día que entró aquel desconocido, todo el mundo lo miraba; vestía un paletó de cuero negro de puta madre, sesentón, entrecano; para el mujerío_ pintón; para los hombres un rival.
Tancredo Ulises Urraballereta Garzón, aparentemente no cuadraba en aquel lugar, sin embargo en su juventud y antes de todo el debacle que era su vida en este momento, ya que lo perseguía más de un acreedor y le estaban por rematar la última propiedad que le quedaba, había sido un asiduo visitante del Marabú, del Tabarís y hasta llegó a conocer los últimos tiempos del Salón La Argentina, catedral del tango en su momento, ahora convertido en restaurante for-export.
Esto era otra cosa. Miraba espantado las luces psicodélicas que se prendían y apagaban cada vez que se cambiaba de ritmo, porque eran cuatro tangos, cuatro milongas, cuatro valses y cuatro cumbias, sin error alguno.
Estaba indeciso, palpó su billetera, todavía le quedaban ciento y pico de pesos, fruto de su último empeño ¡ má si! pensó, esto no cambia nada, capaz que hasta encuentro una señorita que me de asilo.
Se sentó en una mesa, llamó al mozo, le entregó su paletó y pidió un Old Smuggler con hielo yagua, el trago le tenía que durar, ¡Mon Dieu ¡si lo vieran su amistades en semejante antro ¿Cómo había llegado allí? Recordó que se había subido a un colectivo en Santa Fe y Austria y que pensando, pensando no se dio cuenta que el mismo llegó al final del recorrido
“ Mataderos". Estimó que había caminado dos cuadras cuando sintió la música y vio las luces del bailongo y ahí estaba.­
Las minas con grandes escotes y taco aguja, lo miraban descaradamente, el hombre decidió ponerse en acción y a pesar de conocer ciertos códigos, no se animaba a cabecear, así que cuando vio a la René que lo fichaba con insistencia, se levantó, se acercó a la mesa y de una la sacó a bailar
Todos los tipos de la barra esperaban ansiosos que fuera un bagre, pero Tancredo había sido un buen bailarín, sumado “su elegancia innata”, se dieron cuenta que no era ningún pelandrún y quedaron boquiabiertos con su gran estilo.
Dardo Zapiola, acodado en el mostrador no podía creer lo que veía, lo único que faltaba que le birlaran la mina, encima la muñeca, se hacía la distraída, apenas le hizo un saludo levantando la mano cuando girando como una ruleta pasó delante suyo. ¡Pero qué caradura ¡ ,
Habría que esperar el cambio de ritmo y que la Colo se sentara .Se dispuso a esperar Estaba tomando una cerveza cuando llegó el rusito Elias.
-Qué hacés Dardito, ¿no bailas? ­
-Qué dice ruso ¿Sabes quién es el chabón que baila con la Colo?
El ruso que no tenía idea de nada para hacerse el interesante le dice que si, que es del "Sol de Villa Lugano y que es de la pesada.
-¿Si? ¡ mirá vos! Y a mí qué me importa, yo soy más pesado que él ¿Sabés los fierros que levanto en el laburo'!
-Pero viejo, calmate, con la sota que tenés minas te sobran
-Sí, pero que bailen como ella, no, además yo soy el de la casa -¿o no?
Cambió el ritmo y la René seguía en la pista, la furia de Dardo no tenía límites, se acercó a la pareja y con el dedo índice tamborileando en la espalda del hombre, le dijo-
Es mi turno, tomátelas
IQué Candombe! La Colo empezó a gritar, la María que estaba bailando pegada a ella con El Bala Quinteros , que así le decían por lo rápido y certero que era con los puños, le dio un empujón a Zapiola que lo hizo trastabillar, este pensando que había sido Tancredo, sin pensar se le fue encima, le tiró un piñón que de haber llegado al mentón lo hubiera dejado sin zapatos, pero el hombre lo esquivó y el puño fue a dar a la cara del Bala, de ahí en mas ya no se sabía quién le pegaba a quién, entró el Ruso queriendo calmar los ánimos y terminó inconsciente detrás de la barra, empezaron a volar botellas por el aire, los manteles estaban por el suelo y todos corriendo, cuando se oyó el ruido de las sirenas. Entró la ruta pitando con palos y cachiporras y a la gayola señoras y señores.
Cuando todo se calmó un poco, el hombre del paletó ya no estaba, en el entrevero se había ido deslizando en cuatro patas hasta casi la salida. Recogió su abrigo y sin un rasguño, salió caminando lentamente, dejando atrás todo el bolonqui. Iba sonriendo y pensando en sus amigos del Malba, lástima que lo sucedido era incontable.
Ya era de día cuando Zapiola y Quinteros salían de la comisaría.
Qué trompada me encajaste Dardito.
Perdoná Bala, vos sabés que no era para vos, ¡ qué mal me puso ese otario! Encima mirá como me quedó la camisa recién almidonada, una lágrima hermano y encima ese hijo de puta desapareció, se hizo humo
Bueno, calmate y vamos a buscar a las chicas por la otra puerta que ya les deben dar salida
- ¡Dale!- yo invito el café con leche

viernes, septiembre 01, 2006

Integrante: María del Carmen Cerezal; Texto; Poesía, Curso: Jueves 17 a 19 hs.

POESIA

Y ni yo
calle
sueños
alma sol
ventana muerte
soy
ante
desde
el recuerdo
profundo doloroso
soy
Viento
Octubre
Ruido
Pasos
Ladròn tiempo
Espacio
Mar austero
Soy
Silenciosa
Campana
Esmeralda Soy

Integrantes: Marta Viñas/ Boris Borquez , Texto: ZZU-ZZUZ-ROM/Jitanjáfora 21, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.

ZZU-ZZUZ-ROM

La luna altísima, le sonreía con toda su redondez, daba de lleno en la habitación, dándole un toque diferente ...romántico.
Juana se acomodó los almohadones y sintió nostalgias de un señor a su lado, pero uno que le produjera ese zzuzuzrom, esa sensación, de estar cabunta, batihonda y cachichonda. Venían a sus memoria unos cuantos, pero lamentablemente en este momento solo tenía de compañero un televisor viejo , achorroso, pachote y michojo, sin acapate, lleno de aguatus y pepilante. ¡ Qué buenos tiempos aquellos llenos de zzuzzuzron.! Se miró al espejo y muy convencida se dijo, muñeca," no volverán".
Haciéndole una caricia al televisor, lo apagó y lo miro casi con cariño, de última era lo que había, se arrebujó en la cobijas, miró la luna y comenzó a murmurarle bajito ¡ llampona, pilonga, malpachafa!

Marta Viñas


Jitanjafóra 21

Diba de arriba
Acompaña la maleida
Perruchi suelta veritos
al carucho de noctos.
Diba derriba
nabujos a mansalva
Pelón, pelón con mostachón
deñeñales llenos de barbacon
Maruca venita las urnachas
aguada mañida de puchas
¿Quien tiene mi peisupeyo?
Variño contesta por especho
No veo papuchos
en la veregna de hitaduchos

Boris Borquez

Integrante: Rodolfo Sangiovanni, Textos: El cocinero y la millonaria, El hospital donde alguien ha muerto, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs

EL COCINERO Y LA MILLONARIA

Era una viuda joven y muy bella, que heredó una cuantiosa fortuna, incluso un deslumbrante castillo ubicado en lo alto de una pendiente, cerca de un río de aguas transparentes y tremulosas. Ese verano decidió disfrutar unos dias lejos de la ciudad. Hizo los preparativos ordenándole a su mayordomo que dispusiera lo necesario, éste era un hombre de experiencia, detallista, de modo que hasta pensó contratar un cocinero, recomendado por su buen gusto e imaginación.
La primera noche de esas cortas vacaciones le gustó tanto la cena a Sofía que al otro día quiso conocer personalmente a quien fue capaz de crear tanto deleite para el sentido del gusto. Estaba vestida con un mini short y una remera transparente que dejaba vislumbrar su íntima belleza, cuando se hizo presente el joven cocinero en el jardín que rodeaba la piscina; éste vestía una camisa muy ceñida al cuerpo que resaltaba su figura atletica, alto, delgado bien parecido, sus ojos verdes y mirada profunda produjo una extraña sensación en la joven mujer.
Mucho gusto-quería conocerte y felicitarte- conversar sobre futuras preparaciones culinarias, pienso quedarme un mes aquí y experimentar todos los gustos posibles…él la miró ahora, como acariciándola, le contestó con un tono de voz insinuante: todos los gustos son posibles si nos ponemos de acuerdo. Ella sonrió pícaramente, levantando su remera intencionalmente y se inclinó para tomar una copa lo que permitió al muchacho ver sus blancos y aterciopelados pechos; entonces dijo: de eso se trata, ponerse de acuerdo…
Quisiera complacerte pero necesito tu ayuda. Decime ¿cómo querés que te ayude?
La naturaleza que es muy generosa ofrece variedad de alimentos con diferencia de sabores, aromas, texturas e incluso colores; dame una orientación y prometo preparar exquisiteces que exalten tus deseos.
Te diré, sólo preciso probar y descubrir la esencia de lo que me ofrezcas, así soy para todo, curiosa por naturaleza, tengo necesidad de que las cosas me exciten, que me conduzcan a un climax y luego, enlazarme al deseo de beber algo que llegue muy profundo a mi interior y calmar ese estado, reencontrándome con un manso bienestar.
Soy amante de lo que dé vigor y plenitud; aquello que proporciona y realza la belleza. A veces pienso que tengo un pacto con Afrodita y quisiera mantener para siempre una figura plena de juventud.
Trataré de complacer tus deseos, sólo te pido que seas muy sincera, así podré mejorar lo que te ofrezca. Bueno, a propósito, me llamo Ariel.
Por la tarde, el mayordomo, se acercó a la sala donde Sofia tomaba el té. Le entregó una caja dorada con una gran cinta roja, era un envío de Lion D’or, tenía una tarjeta escrita: “Nada mejor que el chocolate, genera bienestar y permite percibir sutilmente todo lo que contacta con tu piel.” Firmaba “A”.
Se fueron sucediendo los días, los platos que preparaba Ariel eran mensajes llenos de calidez. Todas las mañanas el apuesto muchacho le servía a Sofía jugos de frutas naturales, no faltaban los cítricos y el kiwi, explicándole que eran esenciales para la fertilidad. Mutuamente sentían una atracción cada día mayor.
Transcurría ya la tercera semana y el sábado a media mañana llega Ariel con una gran copa de jugos adornada con trocitos de frutas; ella sin esperar que la sirviera estiró su brazo y al tomarla zozobró entre las manos volcando líquido entre sus piernas. Les provocó mucha risa. El humedeció el extremo de una servilleta y la pasó delicadamente sobre la piel; ella se sonrojó, tomó la mano del muchacho apoyándola sobre su cuerpo. Ariel, ésta noche quiero que cenemos juntos, le daré franco al personal y la velada será toda nuestra, yo misma haré los preparativos en la salita íntima que da al jardín, vos disponé lo demás. A las diez tendré todo listo, él le tomó las manos y contestó: de acuerdo.
Fue una noche mágica, se unieron el romanticismo y el arte refinado en la preparación culinaria, la selección era pródiga en manjares. No faltó el toque de la iluminación intimista con velas y un suave resplandor que daban las luces del parque adyacente.
Al principio tomaron un jerez noble, de añejado sabor; él mojó su dedo y le acarició su labio inferior, el gesto de la joven fue de grato deleite.
Para comenzar la cena sirvieron una copa de mariscos acompañada con un aromático y fresco sauvignon blanco, todo una delicia.
Ningún alimento tiene la propiedad excitante de la carne roja, bien sazonada y aromatizada. El joven gourmet eligió un lomo tierno, en rodajas moderadamente gruesas acompañado con una salsa de champignones; realzando sus propiedades le agregó un toque de pimienta árabe. Para acompañar una ensalada con mezcla de apio, manzanas y ananá unidas con una crema acariciante.
El postre fue el complemento ideal, básicamente helado de vainilla, que aumenta la resistencia física, desinhibe y reduce la ansiedad; salpicado con frutos de arándano-aumenta la circulación sanguínea y favorece el amor íntimo. Todo tenía el matiz de una música suave, apropiada a la situación y el infaltable, burbujeante champan.
Comieron frugalmente, bebiendo con discreción; la idea era disfrutar la noche a pleno y ardientemente; bailaron muy juntos bajo la luz de la luna; a medianoche, luego de interminables caricias y besos se encaminaron hacia la alcoba. Ella caminaba adelante, al subir la escalera, movía graciosamente sus caderas, mientras él, detrás, la contemplaba y llevaba en sus manos dos copas de cristal.

El hospital donde alguien ha muerto

Carmelo Carella, tuvo una jornada extenuante; le había dedicado a sus tareas casi doce horas de labor.
Después de una reconfortante ducha, se cambió la ropa y se dirigió al comedor atraído por un aroma acariciante; su esposa Andrea estaba cocinando pizza casera.
Se sentaron a la mesa para compartir la comida con deleite, solo ellos, ya que sus dos hijos habían salido y su hija se estaba arreglando para salir en cuanto llegara su novio.
Serían las 23 hs., cuando llegó el novio de Rossana, se anunció haciendo sonar la bocina bitonal de su flamante auto deportivo de color rojo. La chica se despidió de sus padres con un beso y salió a recibir al muchacho.
Luego de cenar ,Carmelo y Andrea tomaron un café, con un toque de cacao y canela y el se sirvió un coñac.
Ya relajado de todas las tensiones causadas por un día muy exigente el hombre se retiró a su dormitorio para descansar, un rato después la señora siguió sus pasos.
Avanzada la madrugada, cerca del amanecer, sonó el teléfono –Carmelo lo atendió- del otro lado de la línea una voz que se presentó como el Oficial Inspector Durán le dijo: señor perdone por la hora, tengo que molestarlo por cuanto tengo un pedido de la guardia del Hospital Regional.
Dígame ¿por que? ¿qué ha sucedido? Preguntó Carmelo evidentemente preocupado. No sé con exactitud, ocurrió un accidente, un auto nuevo de color rojo tuvo un fuerte choque y llamaron del hospital para informar que “alguien ha muerto”, lo requieren para realizar un reconocimiento, no sé nada más.
En unos minutos estoy en su domicilio para acompañarlo.


Integrante: Cristina Stoppello, Textos: Fragancias y deseo, Ella Ford, Curso: Martes de 14.30 a 16.30 hs

FRAGANCIAS Y DESEO

No podía dejar de contemplarlo. Lo había recortado y puesto ahí adrede, entre verduras y hortalizas, porque así era ella, aromática y fresca, un manojo de colores.
Ese beso, como lacre en el papel de su carta, se le había clavado en su propia boca desde que lo había encontrado, rotundo y vivo, al final de los párrafos que exigía la distancia.
“Te envío un beso”, había escrito en la posdata, y estampó su boca roja sobre lo blanco. Esa boca que no dejaba de mirar mientras cocinaba para sus amigos.
Podía imaginarla, su mano llevando lentamente el papel hacia su rostro, el aliento contenido antes de posar los labios sellando las palabras innecesarias, el rouge coloreando la pena del alejamiento obligado y descubriendo la apertura demandante. Su boca, tan deseada que lo fundía en los pliegues de sus labios de papel.
Nando volvió al entorno de ollas y fragancias caseras. Seleccionó hojas de variadas texturas y colores para la ensalada que acompañaría el plato principal, cortó pimientos rojos, verdes y amarillos en tiritas, refrescó la albahaca, y entonces, de nuevo ella, fijada en la boca entreabierta y permisiva, que brillaba frente a sus ojos.
Maldijo el trecho que los separaba impidiendo que apresara esos labios con los suyos. Recordó que su piel olía a especias, y decidió picar la albahaca para extraerle más aroma y así acercarla, seguir recordándola como un obseso, cocerla en sus sueños, condimentarla y regarla..., con la sangre que manaba de sus dedos, de tanto desearla.


ELLA FORD

Siempre dije que el destino es la estupidez más benévola entre las creaciones de la humanidad, soy darwinista, agnóstica y, por lo tanto, me siento responsable de todo lo que hago, en especial de la vida que llevo. Por eso, cuando algo o alguien se interpone en mis decisiones, los resultados suelen ser funestos.
Mi marido está muerto, y no fue el destino o eso que algunos llaman Dios lo que lo mató. Fue voluntad mía: Yo, Ella Ford, lo maté.
¿Por qué? Porque no soportaba más su existencia pegajosa, inspector, su estupidez errante, las manías absurdas, como la de fisgonear. Sí, inspector, el asqueroso era un vulgar voyeur, y dentro de la manía del mirar se le daba también por las películas, pero no veía cualquiera, sino las viejas, esas lacrimógenas y de mediados del siglo pasado como “Lo que el viento se llevó”.
Una y mil veces se prendía a la pantalla del televisor para ver lo que a él le devolvía la juventud y a mí me sumía en un asfixiante olor a naftalina.
Toda su vida pasaba por la mirada desde que se había vuelto más viejo de lo viejo que era cuando lo conocí. ¡Tenía que observarlo, detrás de las puertas, de las persianas, de la mirilla, de las pantallas del televisor o la computadora, husmeando vidas ajenas, fantaseando porquerías!
Sí, señor, yo maté a Rodrigo Iniesta Mendizábal, el otrora gran jurista, el ex director de la petrolera más importante, el licencioso perseguidor de zorras vivas y pulposas como María Soto, esa morocha de veintipico toda belleza y lujuria, hembra inteligente, cazadora de giles, como imán de alfileres.
El idiota nunca me conoció del todo. Partimos mal, yo me casé por su fortuna, él creyó que lo hacía por amor.
¡Amor! Qué palabra cursi, ¿no, inspector?
¿Quién, sino un imbécil, puede creer que una mujer como yo, abogada, joven, atractiva y elegante, podría enamorarse de un jovato con aires de Don Juan, por la pseudo valía de su persona? ¿Admiración? Yo sólo admiro lo bello, señor, y Rodrigo era la antítesis. Feo, demandante perpetuo, títere de humo de fácil manejo, y patético.
Su dinero aseguraba mi futuro económico y profesional, un motivo harto suficiente para aguantarlo, pero todo tiene un límite. Y ese llegó una noche cuando volví a casa, luego de estar con Pablo.
Dormía en su sillón frente al televisor encendido. Despatarrado, con su abultado abdomen fláccido sobresaliendo del apoyabrazos, los pocos pelos blancos revueltos, la boca entreabierta y babeante mientras en la pantalla se renovaba la famosa discusión entre Clark Gable y Maureen O´Hara. Vomitivo, inspector, créame.
Yo todavía me sacudía al recordar las caricias de Pablo, el último beso en el auto antes de entrar, su perfume masculino impregnado en mi cuerpo, su juventud tan demandante como para calmar como nadie la mía. Fue ese choque entre mi ensueño y la realidad grotesca que enfrentaba lo que me decidió a eliminarlo. Aún no sabía cómo ni cuándo.
Apagué la video y Rodrigo se despertó. Como un nene abandonado vino a increparme: Que lo dejaba solo, que mi conducta levantaba comentarios ofensivos a su persona, robándole lo único que le quedaba, su hombría y su honor.
¡Honor!, otra antigüedad, y, en su caso, una carencia congénita. ¿Usted conoce alguien honorable, inspector? Yo no.
Me trató de prostituta.
--¿Y María Soto, qué es?, basura –le grité.
--Me pregunto por qué no te mato de una vez –dijo, aproximándose con las manos crispadas--. María es lo que vos no sos, una mujer digna.
--¿Desde cuándo una puta es digna, viejo ridículo? Es ladrona, va detrás de tu dinero, como yo. ¿Qué más podés ofrecer vos?
El cachetazo me sacudió la cabeza mientras me inundaba con insultos y saliva, y entre esas salpicaduras brotó el nombre de mi amante.
Sentí pánico y asco.
--¿Qué te dicen mis manos, perra? –preguntó, llevándolas a mi cuello.
--Que no sirven para nada –lo desafié, antes de la compresión irracional.
De pronto aflojó la fuerza.
--No puedo –gimió—te amo demasiado.
A pesar de la sofocación, lancé una carcajada.
--¿Cómo a María?
--María es una aventura. Vos sos mi vida, Dios, todo.
No podía más, tanta vulgaridad, tan poca hombría. Pablo volvió a mi mente con su personalidad incuestionable, con la convicción de ser mi dueño, y su cruel pero eficaz manera de ubicarme cuando traspasaba los límites. Y en contraposición, este monigote, volteando despacio rumbo al dormitorio, arrastrando los pies y los brazos, vencido. Cansinamente comenzó a desvestirse luego de poner en la video la tercer copia de “Lo que el viento se llevó”.
Su testamento está a mi nombre. Eso pensé, sólo eso.
Tenía que matarlo. Pero para cobrar la herencia debería hacerlo otro. Entonces surgió su nombre: María Soto.
Ella --nunca el pronombre y mi nombre coincidieron tan bien--, sería su asesina. Pagaría la temeridad de pretender apartarme y quedarse con el dinero de Rodrigo, mi dinero, ganado a costa de soportarlo durante interminables cinco años.
Me hice pasar por la secretaria y le pedí que estuviera en el estudio a las veintiuna, el doctor necesitaba verla con urgencia, alegué. Se sorprendió, preguntó por Ángela, la verdadera secretaria de Rodrigo y cómplice del affaire, le respondí que se había ido enferma. Quiso saber qué pasaba, dado que habían almorzado juntos y... Bocona de mierda.
Usted no se imagina, inspector, las ganas que tuve en ese momento de matarlos a los dos. No sé, señorita, sólo sé que es urgente, le dije lacónica. María consintió la cita. Faltaba la excusa que a él lo hiciera quedar hasta tarde en el buffet. Tengo aptitud para idear pretextos, y encontré enseguida un argumento.
Cuando entré al estudio de Rodrigo, él estaba solo frente al ventanal, en penumbras. De pie, espiaba con sus binoculares la sesión de sexo de la pareja de enfrente, sonreía con lascivia. El portazo y las luces que encendí lo obligaron a suspender su intrusión masturbatoria. Como una rata en apuros, escondió los prismáticos a su espalda y corrió las cortinas.
--¡Qué raro vos por acá!, estaba por irme –dijo, impaciente..
--¿Esperabas el The End de la película porno? –ironicé.
--No seas de mal gusto.
--El mal gusto es tuyo. Pero no vine a discutir sobre tus vicios.
--¿Entonces?...
--Necesito que hablemos.
Noté el disgusto en su cara, resopló, como quien está harto de escuchar el mismo disco y no puede evitarlo.
--¿Tiene que ser ahora y acá?
--¿Interrumpo algún asunto importante, alguna cita de negocios, o quizá una cena de trabajo?
--No, pero podríamos ir a casa y conversar allí, o cenar afuera.
--Prefiero un lugar más neutral y sin testigos. Voy a servir un par de whiskys, los necesitaremos.
--¿Tan grave es?
Me acerqué al bar sin contestar, faltaban escasos minutos para las veintiuna, Rodrigo mostró extrañeza. Prendió un puro y se aplastó en su sillón con la vista perdida en el humo de la primera bocanada. Aproveché su distracción para volcar el veneno en el vaso. Cuando añadí los cubos de hielo, sonó el timbre. El plan marchaba a la perfección.
--¿Esperás a alguien? –pregunté, simulando sorpresa.
--No, es extraño a estas horas. Voy a abrir.
Me escondí tras las cortinas, de pronto era yo la fisgona. María se le tiró al cuello y comenzó a besarlo en la boca. Mi marido intentó frenarla, explicarle, pero era tarde, yo les apuntaba con el revólver.
Su profesión le hará saber, inspector, qué tipo de placeres despierta asumir el dominio de una situación hartamente deseada. El que yo sentí casi podría compararlo al de un orgasmo, no cualquiera, uno como los que me producía Pablo.
Algo morboso me circulaba el cuerpo al verles las caras, caras de pavor, de súplica implícita. María, entre lágrimas, comenzó a tartamudear un por favor trágico. Él, abrazándola, me rogaba que bajara el arma, dijo que las cosas podían arreglarse hablando, que no era necesario lastimar a nadie. Palabras sacadas de alguna de sus películas viejas, actitudes escénicas graciosas por lo burdas, poses de actor venido a menos que, en vez de hacerme recapacitar, me exacerbaban el verdugo en el que me había transformado.
--Vos –le señalé a María— agarrá los dos vasos y sentate en el sofá. Vos, mi querido Rodrigo, abrí la caja fuerte y sacá un fajo de dólares.
--Por favor, Ella...
--Silencio, viejo tarado, o se te va a complicar el final de esta deplorable obra cinematográfica.
Los dos cumplieron las órdenes. María sollozaba.
--Ahora dale el dinero a tu putita, y vos, guardalo en tu cartera.
Le ordené a mi marido que encendiera el televisor y pusiera la película que más le gustara, total, iba a ser la última que vería, por qué no dejarlo disfrutar de su hábito. Casi me descompongo cuando aparecieron los títulos de “Lo que el viento se llevó”. Maldito obsesivo.
--Ahora un brindis –les indiqué, apuntándoles el arma--, el que tiene más hielo es el de María.
El ruido de los cubitos parecía un llamador en las manos de la mocosa que seguía rogando que la dejara ir; ella no quería a Rodrigo, chilló, sólo era un juego, un negocio. Utilizó esa palabra, y la cara de él se volvió gris.
--Así que sos un ente lucrativo para tu amante –lo escarnecí aún más--, pensar que cuando te lo señalé casi me matás.
Rodrigo saltó sobre María y, como a mí antes, comenzó a asfixiarla. Ella luchaba por quitarse las manos del cuello, pero la fuerza del odio y la humillación de mi marido eran invencibles. Miré el espectáculo con una displicencia absoluta, tanto tolerar las manías de Rodrigo me mezclaban la ficción con la realidad. Pasaba de la imagen de la bella Maureen O´Hara a la de las descompuestas facciones de María ahogándose. Cuando salí del limbo, ella estaba tan muerta como la O´Hara hoy.
Me di cuenta de que esa alteración de planes me beneficiaba. Fui acercándome despacio sin dejar de apuntar a la cabeza de Rodrigo.
--Dejame terminar de ver la película –murmuró, sin miedo, acatando la sentencia que yo había dictaminado.
¿Usted no le concedería la última voluntad a un condenado a muerte, inspector?
Cuando Clark Gable finalmente besa a la O´Hara, él me miró como queriendo rescatar algo de esa farsa llamada amor. Te amo, gimió, podemos reintentarlo. Sus ojos de carnero me dieron el impulso necesario para terminar la película, las dos en verdad, la del Viento y la de la absurda vida de mi marido. Porque fue ahí mismo cuando disparé los dos tiros. Me asombré de mi puntería, un perfecto círculo comenzó a manar sangre de su pecho, justo a la altura del corazón, el otro disparo había hecho estallar la pantalla.
Limpié el revólver de mis huellas y lo coloqué en la mano floja de María. Con esfuerzo puse el cuerpo de él sobre el de ella y acerqué sus dedos al esbelto cuello, simulando una lucha mortal. Lavé los vasos de whisky para no dejar rastros del veneno que no había sido necesario, y desparramé los dólares sobre el sillón y el piso. Una perfecta escena de pasión y dinero, mezcla peligrosa, inspector, capaz de llevar a la muerte a cualquiera, o de matar a cualquiera. La codicia...
El entusiasmo me hizo pasar por alto ciertos detalles, sólo pensaba que era rica.
El resto ya lo sabe usted, inspector.
¿Pablo? Cuando fui a su casa estaba con otra, tan parecida a María Soto, que creí era su fantasma.

Integrante: María del Carmen Cerezal, Texto: Personajes Imbarajables, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.

Las Angustias de los arquitectos

De doña Angustias, viuda de López, el barrio solo conoció su etapa de quasi vejez, ya solitaria de hombre y rodeada por sus hijos. También resultaba misterioso cómo esa gallega balbuciente por su hablar atropellado y estentóreo, había parido dos hijas obesas, siendo ella menuda y grácil como una muchacha.
Causaba ternura enterarse de las peleas con la modista que quería ocultar sus rodillas con pudendos ruedos, cuando ella pretendía mostrarlas en cuanto baile o corso se hiciera, adonde, siempre con la excusa de acompañar a sus nietas, concurría, alegre como una criatura.
Eso sí, no existía para ella castigo más horrible que presentarle un espejo: desde sus cuarenta años, que todos suponían gloriosos, se había jurado no volver a verse y lo cumplía a rajatabla: bastaba enfrentarla con alguno y salía corriendo como Draculesa. Preservó la imagen que recordaba de sí y que nunca envejeció, hasta su último día.
El mundo cotidiano y minúsculo de Doña Angustias sólo se vio violado por la aparición de la TV.
Fue ardua tarea explicarle que objeto tenía comprar semejante aparato, y peor aún, porqué, si a Fulano lo había visto caer acribillado por los balazos del convoy de turno dos días antes, hoy aparecía tan pimpante, cabalgando en otra serie.
Ni qué decir de los conflictos lacrimógenos de los teleteatros a los que veía subrepticiamente cuando por sus quehaceres pasaba cerca del aparato y comenzaba a investigar que sucedía en ese momento, interrumpiendo a los que pretendían seguir el argumento.
Y fue antológigo cuando al ver a dos tipos destrozándose a trompada limpia, preguntó por que peleaban de esa forma, a lo que una de sus hijas, molesta, respondió “mamá, obviamente por una mujer, porque sino van dos hombres a querer matarse”. “Hombre, no siempre, yo he sido joven y nadie se mató por mí” fue la lógica y muy seria respuesta de la gallega.
La anécdota, coreada por estentóreas carcajadas, se repitió hasta el hartazgo desde la zapatería del remendón hasta el almacén, pasando por la tintorería, verdulería, etc. , llevada en andas por el sodero y anche el lechero.
La única cosa que realmente le interesaba a su cerebro monoambiente era su familia;, no existía posibilidad alguna de distraerla hacia otro tema, interés más que encomiable si lo hubiera mantenido en un rango de cierta discreción, pero no.
Adoraba hablar de sus hijos y nietos a quien estuviera en su derredor, aún sabiendo que no le prestaban la menor atención. Parecía que el objetivo de este comportamiento era escucharse a sí misma describiendo las bondades con que había sido bendecida, así como el avaro se deleita oyendo caer sus monedas de oro.
Sus interminables encomios filiales se disparaban ante el mínimo estímulo como un resorte todopoderoso, estímulo que sólo ella entendía. Ejemplo: en medio de una agradable reunión donde se hablaba de la admiración que despertaba Hopkins creando tamaña teoría del Big Bang a pesar de estar atado a su silla de ruedas, ella solo decodificaba la última palabra: ruedas. Esto daba origen a las mil y una anécdotas sobre las gracias de su último nieto en el andador, lo que llevaba a otras –los niños eran nueve- y a otras, esta vez referidas a los hijos que eran cuatro. Resumidas cuentas; discurseaba más que Fidel, mientras que los contertulios, ya cejados todos sus esfuerzos para interrumpirla, la sufrían más hieráticos que los faraones de cualquier dinastía que se respete..
Así, hablar de “La noche” de Antonioni, la llevaba a la de sus partos, la inmovilidad de Sidharta, a lo juicioso de su hijo menor, un comentario sobre el Sena, el picnic en el Tigre, etc, etc. Toda referencia, por inusual que fuera, disparaba su discurso de voz tonante y excluyente que convertía cualquier atisbo de reunión en un martirio.

De allí el conflicto que sobrevino.
La cada vez más floreciente economía familiar, llevó a que se decidiera vivir más adecuadamente con el nuevo status.
Remodelarían la vieja casona: se compraron terrenos contiguos para agrandarla, parquizarla y lógicamente, agregar pileta de natación y quincho techado.
Para ello se recurrió a un compañero del Buenos Aires del hijo mayor, devenido en Arquitecto: Claudio Ibarbouru.
La elección no fue al azar. Claudio era bien. De familia bien: hablaba con tonito.
Y esto era garantía de que los convertiría en finos a ellos también.
Una semana antes ya todo el barrio estaba alertado. Y alterado.
Cuando llegó el profesional, las chusmas barrieron durante horas las veredas para no perderse detalle alguno de hombre, vestimenta, autazo.
Claudio, siempre de elegante sport, pañuelo anudado al cuello unas veces, corbata otras,- ambos italianos, por supuesto, al igual que los zapatos-, de camisas impolutas, rasurado impecable after shave of course incluido y gomina petrificante, trajo cuadrilla de obreros al tono, planos, escuadras, reglas de cálculos, todo importado (menos los obreros, claro) y ....una radio con pasacassettes, último grito de la época. Esta, acompañada por prolijo portacassettes donde prolijamente nuestro héroe acuñaba su música, esencialmente clásica. Porque Claudio no podía trabajar sin música: era su fuente de inspiración y sosiego, le daba la paz de espíritu necesaria.
Para él su clima de trabajo lo era todo. Todo.
Siempre un dandy, educado y tranquilo, ordenaba con paciencia y dulzura: jamás perdía la compostura. Nunca un grito destemplado ante un error. Jamás. La reconvención era didáctica, nunca agresiva. Lo Bien, con mayúscula.
Pero, todo paraíso tiene su serpiente.
Y su descuido.
Doña Angustias había sido aleccionada sobre no irrumpir en el ámbito en el que el profesional trabajare, sea cual fuere y no importa ante que circunstancias.
Pensaron que iba a quedarse en el molde, y pensaron mal.
No sería ella!
Se deslizó, sibilinamente, hacia el único que desconocía las virtudes de su familia, ¿cómo perder ese filón virgen?
Le alcanzó un cafecito, que fue recibido con toda cortesía.
Pero,... no se retiró.
Buscó la ocasión.
Paciencia. Ya llegaría su oportunidad.
Deambuló un ratito.
¿Qué escucha, m´hijo? Susurró con sonrisa ingenua...
Momento fatal.
Claudio, ajeno a su destino, contestó, la Inconclusa de Schubert, y llevado por su entusiasmo de melómano que puede elevar a un alma pura a las excelsitudes de la gran música, comenzó a explicarle la triste vida que llevó el compositor, casi ciego en su miopía, su miseria...
No hizo falta más.
Desfilaron con lujo de detalles todos los parientes con dificultades oftalmológicas hasta las varias generaciones perdidas de España. Todo esto, por supuesto, emitido con los decibeles necesarios para tapar a la Sinfónica de Muchich, von Karajan incluido.

Claudio reaccionó como se esperaba.
Un duque.
Impasible.
Claro, le costó una noche de insomnio y cuatro aspirinas.
A partir de ese episodio, el Arquitecto se cuidó muy bien de cruzarla otra vez.
Pero, a doña Angustias viuda de López no le iban a hacer una verónica. ¡Vamos hombre!
Se tomó su tiempo.
Lo esperó.
Agazapada.
En la sombra.
Y lo arrinconó.
Y desplegó toda su artillería.
Una vez. Dos, Tres veces.
Encontró excusas para describir operaciones, muertes, bautismos, partos, fiestas varias y destrezas infinitas.
El dandy escuchó impertérrito y condescendiente, aunque cada vez menos.
Nunca supieron a ciencia cierta qué pasó.
Desapareció como un mago que se esfuma pero sin nube de humo.
Y con él, los obreros.
Nunca respondió a los llamados de su antiguo condiscípulo. No contestó su correspondencia. Imposible de ubicar, dijeron que había partido a Europa, para recibir una herencia por la muerte súbita de un pariente.
Fue todo un misterio para la familia esa evaporación. Y para el barrio.
Nadie sospechó de doña Angustias. Nadie.

Integrante: Flora Levi, Texto: La Panza; Curso: Martes de 14.30 a 16.30 hs

La Panza

Me duele la panza, si le cuento a mi mamá, le cuenta a la abuela y la abuela aparece con la enema, ese tarro de pintas, blancas y negras, que le sale esa manguera enorme rayada que termina en esa enorme punta negra. No, mejor me voy al cole y le digo a la maestra, seguro me da ese licor tan rico y se me pasa, ¡SI Prefiero! Aunque me tenga que aguantar a la directora, seguro que empieza, !Pedro, qué habrás comido! ¿Tu mamá te mandó así ? ¿le habrás contado a tú mamá? ¿Verdad...? ¡Yo la hago rabiar! No, no me dolía en casa, cuando comí las galletitas duras que me dio, seño, !vió! esas que el otro día le rompieron un diente a Juan y Juan lloraba y lloraba, por que los ratones no le iban a dejar plata, por que el diente no se le había caído solo, ahí, después de las galle es que me empezó a doler, ya la veo, me va a mirar con esa cara que tiene, cuando ella pone esa cara de loca, ¡que fea es,! todo el barrio lo dice, mi mamá también dice, ¡ es mas fea que un búho,! ¿cómo serán los búhos?
Bueno, si tengo suerte no me va a doler más, espero que toque la campana para el recreo y listo.
¡Hay, cada rato me duele más, !ups¡ se me escapó uno; cuando estoy en casa y a mi se me escapa la palabrita, la abuela dice, estos chicos, se dice flatu no sé qué, y mi papá se ríe, sí a usted también se lo digo ya somos grandes, es un asqueroso, mi mamá hace que sí con la cabeza ¿Será que la mujeres no se tiran pedos?
¿Qué elijo, la enema o la directora? Mejor la directora.
¡ufa¡ que mal me siento.
La seño está enojada, pero no me aguanto más, --señorita Luisa, me duele mucho la panza, --sí estás muy pálido, vení, vamos a la dirección.-- -- Estaba acostado cuando me desperté, era una pieza toda blanca, abrí bien los ojos, mi mamá me acariciaba la frente,--como estás chiquito, ¿te duele?, le quería decir que no, pero las palabras no me salían, le gritaba, pero no me oían,--- no hables, no hables, descansa, dormí---
Pronto me puse bien, ya sabía que estaba en el hospital, estaba entusiasmado, me iban a llevar en ambulancia, las veía pasar, o la sentía , nunca sabía si eran los bomberos o la poli, fue divertido, aunque me dolió un poco cuando me pusieron en esa camilla tan dura, y también me dio un poco de miedo, pero el chofer me hacía chistes, y para calmarme me mostró como sonaba la sirena, fue algo que nunca me voy a olvidar, cuando se los cuente a los chicos, capaz que ni me creen. Llegamos a casa, me metieron en la cama, la abuela había preparado caldo con fideos de ángel, y manzana asada, todo para mí. Mi hermana lloraba, no sé por qué.
Cuando volví al colegio, todos los chicos me preguntaban, ¿como estás? ¿te dolió? ¡Vino hasta la directora! que me pareció más linda, yo me levantaba la ropa y les mostraba muy orgulloso la cicatriz.
Por un tiempo fui el rey de la apendicitis.

Integrante: Cora Alzona;Texto: Visto y Oido, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.

VISTO Y OIDO

Es domingo y otoño. Cae el sol. El viento sacude las ramas de los árboles.
El dueño del garaje pinta de color verde la reja. La trae y la lleva por el carril ayudando al pincel.
Se oye cerrar una puerta. Está refrescando. Los que pasan cierran sus cuellos y abrigos.
Alguien pedalea lentamente en una bicicleta roja, y enseguida una moto sin silenciador, luego un colectivo vacío. Por un rato, nada.
Contemplo las hojas del árbol bajo la ventana, casi por completo secas y amarillas. Estiro mi mano para tocarlas, como si quisiera evitar que cayeran.
Recuerdo el cuento que contaba a mi hija. ¡Hace ya, tantos años!
En él, una joven enferma ve caer las hojas de un árbol, y piensa que con la última se le irá la vida. Alguien pinta una hoja en el muro.
Frente a mí no hay pared alguna. Sólo la ventana que, como la pantalla de un televisor no programado, transmitiera sólo para mí.
Personas que van y vienen con sus niños y sus perros. Unos gritan y lloran, los otros ladran.
Los días de semana la calle está atestada de vehículos que suenan con insistencia sus bocinas. ¡Cómo si esto cambiara la luz del semáforo!
Ahora una mujer cruza la calle en la mitad de la cuadra. El conductor del colectivo toca la bocina, la mujer se apresura, sube a la vereda y se vuelve enojada. El chófer le grita algo que no alcanzo a oír.
Llama el teléfono. No puedo alcanzarlo. No hay nadie más que yo en casa.
Tal vez vuelvan a llamar más tarde. Debieron dejarlo cerca de mí.
Un fuerte olor a goma quemada sube de la calle a través de las rendijas de la puerta.
La luz se extinguió. Se prende el farol de la calle. Todo se tiñe de un color distinto.
El dueño del garaje dejó de pintar y ahora lava un auto.

lunes, agosto 14, 2006

Integrante: Fernando Falcone, Texto; Jitanjáfora/ Integrante: Carlos Merlino, Jitanjáfora y no Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs.



Lo que me gusta es que desde aquí se puede ver todo. El principio del bosque, al costado las montañas y mas allá la pequeña aldea.
Si, es la mejor vista que se puede tener.
¿Y usted viene siempre aquí?
A veces, cuando tengo que hacer mi entrega mensual de correspondencia.
Y dígame. ¿Es cierto lo que cuentan de estas tierras? Porque yo nunca he cruzado la línea de postes que delimitan la zona.
Si usted se refiere al idioma de los habitantes, si, efectivamente es cierto. Ellos no tienen un idioma fijo pero se entienden. Venga vamos bajando y se va a ir dando cuenta.
Lo del idioma lo entiendo pero lo que se comenta es que con solo cruzar la entrada del pueblo, uno ya empieza a hablar como ellos.
Y, mas o menos. Acompáñeme, es este camino de tierra rojiza.
Como le decía. Es un poco mas lento, uno aprende gradualmente, no sucede de modo tajante sino que el cambio se produce a lo largo de algunos metros.
Pero es imposible, yo no se como hacerlo. Imagínese como voy a...
No se preocupe. Esta es la entrada, usted camine al lado mío y tranquilájese.
¿Cómo dice? A, ya lo entiendo.
Usted me esta infusando que me refloje mas y me dormise un poco.
Perfósicamente amigo. ¿Se da cuenta?
Esto es mayóricamente más flásico de lo que se interposa la gente.
Glago so mis tonso. Ye crosiono muglo iportífero das miglo porso.

Jitanjáfora y no


UNO

El se acercó, mulífico, y la tiranizó con la mirada. Ella hacía como que finiquitaba su pepita, pero en realidad lo inciensizaba de refilón.
El se sentó a su vera efigie, anormalizado ante la posibilidad del arrigoboito. Cuando el mozo lo .esgunfió, le dijo: "lo mismo que está usurpando la quiaca", Ella se dio vuelta y con una gran anatema lo santificó: "¿Usted me atribula?". El se horripiló y sacando un masterito pensó: "ya precipitó". Después, sintiéndose más idealizado la encaró de costalete: "¿Perdoname, vos fustigás?”.

DOS

El tipo estaba parado en el centro del cuarto, -un living no muy grande - apoyado de espaldas contra el aparador. Hablaba como dando clase, aunque parecía darse cuenta de eso y cada tamo metía una broma, algún chiste.
Habían contratado a un mozo, que aparecía cada tanto con bandejas de bebidas y sánguches y saladitos, y el otro, aunque estaba embalado con el relato, cuando aquel pasaba le decía "venga che, perdone", y tomaba de la bandeja un vaso, o algo para comer. Su mujer, sentada en una silla a un costado de donde estaba él, lo miraba con cara seria. Parecía desear que se callara, que la terminara pronto. Pero se notaba que a él le gustaba ser el centro de atención. Era amigo de Juan, el anfitrión, y Juan lo contemplaba y escuchaba embobado, le parecía que todo lo que decía el otro era de primera. "Perdone, che", volvió a pedir, y se quedó con un vaso de güisqui en la mano izquierda, se veía que era zurdo.
Eran casi las doce y había algunos que, pensando en irse, esperaban que terminara. El otro seguía: “Claro, la mujer confiaba en que el otro le diría de salir de allí junto." Miró a su mujer y dijo, levantando el vaso con la zurda,”Salud, querida", y se mandó otro trago. Su cara ya estaba enrojeciendo. Prosiguió: "Bueno, para ir acabando con lo que les cuento, el hombre no se animaba a tirarse porque temía el rechazo, no le gustaba. la cuestión, fue que la mujer, cansada de esperar, se levantó y se fue, con bastante bronca.¡Qué rico tipo!", exclamó, y detuvo al mozo con un "el último, che", y agarró uno de pan negro y jamón crudo. Varios se rieron por cortesía, y todos se fueron levantando de sus asientos.
Su mujer y Juan se acercaron: ¿ Vas a poder manejar?, preguntó ella." Linda la anécdota", le dijo Juan. "Si querida, y sino manejás vos", le contestó. Y a Juan "Es Que de estos tipos hay a montones. Mucho apronte y después fiasco total, bah,..” Terminó la bebida, ya sin hielo , y preguntó " ¿Mi saco?, "."Acá está", le dijo ella, "Vamos” De a poco fueron saliendo todos. Y Juan bajó para abrir la puerta de calle.
A los diez minutos volvió y mirando las mesas con los restos de comida, bebida y colillas de cigarrillos le dijo al mozo que esperaba: "A ver si terminamos en media hora que mañana es lunes, y hay que levantarse temprano"

lunes, julio 17, 2006

Integrante: María del Carmen Cerezal, Texto: De cuando la luna se desalunó, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.


De cuando la Luna de desalunó

Ay maltilio! També tatul, també tatul! La invocación desesperada de la mulata partía el corazón de quien pudiera oírla.
Sultilio malay, tatul també!Profería un grito visceral y desesperado mientras agitaba los huesillos de losancestros sagrados. Pero, ... la Luna seguía sin aparecer.Muda.Indiferente.Como si nunca hubiera existido una Luna.
¡Qué le importaban a la gran Dama del Cielo los pormenores de una vida tan mísera! Estaba fastidiada.Muy fastidiada.
Milatro ramé, tagua tetulia, repetía Tantividita. Tapal que namún, namún recué!
Pero, fue tal el sollozo que sacudió a la jovencita que, madre al fin, decidió contestarle.
Milatro taguá, Tantividita, dijo abriendo su velo y, una luz blanca, tierna,descendió suavemente hacia la Tierra, dulcificando las siluetas de los arbustos y bañando a la niña como en un abrazo total.Mal bilio també tatul. Las palabras de la Luna parecieron devolverle una calma tanto tiempo perdida.
Yambé, contestó la mulata, sintiéndose bendecida .
Milatra taguá, Tantividita?
Yambé...Su corazón ya sabía la respuesta.Ahora sí. Ahora sí.
"Al sultilio maley tatul, ay sultilio maley yambé",repitió la Luna sonriendo para sí.
Cierto, era una vida mísera, con un problema mísero, pero con un maravilloso corazón enamorado.

Integrante: Adriana Páez Montero, Texto: Cuando aprenda a leer, Curso : Jueves de 17 a 19 hs


Cuando aprenda a leer

Se trata de un señor alto. No, de dos señores, uno alto y flaco y el otro gordo y más bajo. No me acuerdo cómo se llamaban. El señor alto era un poco distraído, pero bueno y valiente. El otro también, pero no tanto. Porque el gordo siempre protestaba, se quedaba dormido y quería comer todo el tiempo. Lo acompañaba siempre, a veces lo cuidaba, le daba consejos y le curaba las heridas. Eran buenos amigos y compañeros y viajaban juntos. Iban a caballo a todas partes porque eso pasó hace mucho tiempo y no había aviones ni autos y ni siquiera teléfono, ni televisión, ni computadoras. Hablaban con la gente, querían ayudar a todos, pero a veces hacían líos como cuando el hombre alto se peleó con los molinos o cuando visitaban a su novia que tenía un nombre dulce o cuando iban a las islas, cuando encontraron un burro que se había perdido y muchas veces más.
Mi papá me dijo que cuando sepa leer me va a prestar el libro. Porque dice que esos dos señores están dentro de cada uno de nosotros y que nos hacen hacer cosas. A mí me parece que se meten cuando uno llega a grande. ¿O cuándo se es chico también?

Integrante:Miguel Ángel Grau, Texto: Cosas que pasan...nada más, Curso: Jueves de 17 a 19 hs


Cosas que pasan.. nada más

Llego y no hay nadie…la casa está fría y oscura. Sólo en la cocina hay luz y un poco de calor…de tu calidez. La veo en el brillo de las hornallas…en la presencia inmaculada de tus ollas…tus cacharros que se alinean obedientes, ordenados – como te gusta a vos, que no estás , tener siempre las cosas.
Me sirvo un café, oscuro como tu enojo…no puedo verlo así y el albo hilo de la leche lo vuelve castaño – como tus ojos – tus ojos serenos y con una chispita de alegría o de picardía traviesa…de cuando somos felices.
No llegas y me resigno a cenar solo – con la esperanza de sorprenderte con la cena preparada…con la esperanza de devolverte algo de lo mucho que me has dado, con la esperanza de ofrecerte algo de mí, que te agrade…y que volvamos a reír.
Frío la cebolla en el sartén y el ruido del aceite se me hace el de una tarde de lluvia repiqueteando en la ventana…como cuando nos conocimos y cocinamos juntos por primera vez.
Los trocitos agitados en el aceite hirviendo se me asemejan la frágil barca del amor, atormentada por los conflictos…por las culpas no reconocidas.
Abro la heladera y el rojo morrón me recuerda tus labios, y, me quedo mirándolo…no puedo cortarlo.
Siento la llave en la puerta y el borbotar del agua hirviendo se me vuelve grato como el bullicio de los pajaritos enjaulados en aquella primer tarde de lluvia en que nos conocimos y compartimos para empezar a ser juntos.
Estás ahí y tu sonrisa ante mis desastres en la cocina me devuelve el alma al refugio de mi corazón.

viernes, junio 02, 2006

Integrante: Boris Borquez, Texto: Un papel, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.


UN PAPEL

La puerta antigua del convento* donde vivía fue abierta como todos los días pero el aire estaba espeso o puede ser que el regreso de otra persona no era de lo más agradable.
Lanzó sobre la cama el pesado sobretodo y se arrojó en avalancha sobre la silla de mimbre quedando despatarrado.
Alcanza con sus pinzas**, al tiempo que bosteza su cansancio, una manzana jugosa que sin cerrar la boca abraza en una mordida bestial.
Empieza a experimentar una gran satisfacción, su gula lo provee de una porción de relax.
La parte de la manzana que le obsequia mayor alimento lo tiene atrapado, cuando observa el papel que parece tener un mensaje entre incandescentes resplandores.
Esa carta tiene una nota sola pero basta para exaltarlo de su postura perezosa.
Sale del convento velozmente, al mismo tiempo que estallan los vidrios en el suelo por el portazo que da.
Corre por la carretera hasta encontrarse en el bosque, atajo que utilizaba diariamente.
Un dolor en la cabeza lo paraliza, al compás de una visión cada vez más difusa, como vidrios en el suelo erosionado por el tiempo.
Nuestro amigo queriendo apurar la marcha cae en el río donde solía pescar los amaneceres domingueros.
Su cuerpo yace flotando en las aguas; un vecino se acerca a socorrerlo lo lleva inconsciente al hospital y aunque insiste en despabilarlo no consigue respuesta.
Un papel en el suelo se desploma en un tiròn de subida a la camilla, ahora ese era su último lecho de descanso.
La nota decía: Vida me entere de tu aventura con Doña Marta, se su proyecto de irse al pueblo juntos. Quiero hacerte acordar que juraste estar conmigo hasta la muerte.Por eso corazón te dejo estos deliciosos frutos que te llevaran inmediatamente a tu destino.
No te preocupes que ella te acompañara pronto, estoy yendo a visitarla.
Chao cariño, por favor allá arriba, ¿tendrías la amabilidad de dar mis disculpas por la visita poco cortés?

*convento: conventillo
** pinzas: dedos

Integrante: Boris Borquez, Textos: Viento, Mar, Nieve, Curso: Jueves de 17 a 19 hs


Esta serie de textos poéticos, surge de la consigna "Describir un objeto, fenómeno o sentimiento como si fuera la primera vez" basada en la teoría del extrañamiento.

VIENTO

Un remolino marea mi cordura, toda la conciencia que poseo sobre esta realidad fue abatida, quizás puede sonar absurdo pero es semejante al ataque de las ventiscas sobre las indefensas montañas, un infinito soplo de la naturaleza desgarra esta concentración colosal de minerales. Parece extraño ver como rocas tan grandes pueden caer bajo el dominio de mordiscos carnívoros que acciona el mismo agente llamado brisa un día, huracán en otro mas triste.
En mi cabeza danzaron muchas ideas en un solo suspiro de viento.


MAR


Constelaciones derretidas
Sobre una pelota que es mundo.
Los fríos polos derraman lamentos
Con figuras muy bebibles
Tanto como ellos lo esperaban.

Suspiro interminable
por un respeto gigante.
Madre de todas las vidas,
vidas que sembraste
y te contemplan.


NIEVE

Mis botas fabrican huellas profundas, como un guerrero poderoso que puedo sacar de mis sueños.
Papá y mamá están con los seres de su edad, a ninguno le interesa disfrutar un colchón de granadas blancas o esferas congelantes.
Esta lluvia de cápsulas pálidas, provocan escalofríos en los espacios de vulnerabilidad que dejo olvidado la madre de este héroe que pisa fuerte sobre la majestuosa nieve.

jueves, junio 01, 2006

Integrante: Miguel Angel Grau, Texto: Diálogo entre el hombrecito y el laberinto, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.


Diálogo entre el Hombrecito y el Laberinto

- Yo soy el hombrecito que todas las tardes toma el colectivo de las 16.50 hs. el que siempre se sienta en el primer asiento, y , que por lo general no mira quienes son sus compañeros de viaje. Soy el hombrecito que durante el recorrido - a pesar del rico paisaje de barros cerrados, huertas, clubes y feas casuchas carcomidas por la humedad - sólo piensa en llegar a su nuevo hogar, la casa que tanto cuesta construir: el objeto de tantos sueños que se convierten en realidad.

- Yo soy el laberinto, existo físicamente si ustedes quieren. Hola, ¿Cómo estás? AL FIN TE DECIDISTE A DIRIGIRME LA PALABRA ¿Te has convencido de que realmente existo y qu eno soy simplemente lo intrincado del camino que este anticuado colectivo recorre todos los días?

- El camino es un calco del verdadero laberinto, que, como huésped no deseado se ha fijado, sin pedir permiso, en lo más profundo de mi mente.

- Sin embargo debes reconocer, que, si en más de una oportunidad "TE EMBROLLÉ Y EXTRAVIÉ Y OSCURECÍ TURUTA PARA ALCANZAR TUS SUEÑOS " fui un compañero en la soledad de muchas noches, y que "A VECES FUI LO SUFICIENTEMENTE GENEROS PARA MOSTRARTE ALTERNATIVAS PARA CONCRETAR TUS SUEÑOS" y que sólo tú elegiste algunas.

- Laberinto, creo que en parte sigo confundido y extraviado en algunos de mis deseos, construí la casa, MI SUEÑO ERA NO ESTAR SOLO. Pero ahora que está terminada, aquellos para quienes la construí ya no quieren estar en ella. CONSTRUÍ LA CASA PARA MATAR MI SOLEDAD, pero extravié el camino, algo a fallado porque llegué al fin PERO SIGO SOLO. Estoy envuelto en un laberinto dle que creía encontrar al salida: pero, para mi sorpresa NO ES ESA SALIDA.

- Hombrecito amigo, SI NO FUERA ASÍ, YO NO SERÍA REALMENTE UN LABERINTO. Te acompañé en todas tus vicisitudes para llegar a construir tu obra. TE MOSTRÉ MIL SALIDAS A LOS PROBLEMAS QUE SE TE IBAN PRESENTANDO. Lo confieso, algunas eran falsas salidas: PERO FUISTE LO SUFICIENTEMENTE HÁBIL PARA DARTE CUENTA DE MUCHAS. Crees no encontrar la salida: PERO LA SALIDA ESTÁ EXCLUSIVAMENTE EN TI, SOLO TÚ PUEDES ENCONTRARLA. A partir de ahora solo tú serás el laberinto y a la vez la salida.

Integrante: Cristina Stopello, Texto: La cuchara, Curso: Martes 14.30 hs. a 16.30 hs.

La cuchara

Un rayo de sol se expande sobre el mantel y se asienta en ella, pequeña, deslucida hasta que el rayo la ilumina, le da vida, y me lleva. La cuchara de té me lleva de su mano hasta el pasado, un pasado con vos, tan lejano. Vos y el pasado, ambos lejanos.
Este abril otoñal que refleja mi propio otoño se vuelve primavera, y en ella estoy proyectada en tu mirada clara, como el sol en este pequeño utensilio que parece tan fútil, y sin embargo es mágico. Su magia está en ser detonante de una felicidad perdida, en restituírmela por un momento y volver espejo las verdes lagunas de tus ojos añorados, como si la luz se hubiese metido en mi alma y en la tuya, no en la hueca existencia de una cuchara de té.

Integrantes: Isabel Linden, Rodolfo Sangiovanni; Texto: La cuchara, Curso: Martes de 14.30 a 16.30 hs.



La cuchara



Densa. Espesa. Curvilínea. Penetra impaciente sin esperar a ser buscada. Tiene vida propia. Está sobre la mesa y es ella: prepotente y ansiosa. ¿Quién la puso sobre la mesa? ¿Quién le dió vida?¿Un duende, una brisa? ¿Tomó vida propia?.
Subió en un arco elegante hasta el tarro de miel y se incrustó para obtener una partecia que depositó dentro de la taza.
Nadie la forzó. Nadie le ordenó. Fue su propia voluntad de introducirse en ese pequeño panal que modifica la vida y su sabor al entrar en el té que acaricia la tarde.

Isabel Linden


La cucharita


Un suburbio en Buenos Aires
un bar
Un ventanal, que mira la lluvia
Sobre la mesa de madera
desteñida
un café, un pocillo…
un humeante y aromático café
y para acompañar un cigarrillo
Luego de manera necesaria
formando parte del ritual
el azúcar y por sobre todas las cosas…
La cucharita
para unir las partes
y darles ese dulzor
al paladar
a los pensamientos…

Rodolfo Sangiovanni



sábado, mayo 13, 2006

Integrante: María Elsa Arias, Texto : La cuchara, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs


La muchacha insistía una vez más.
- Comé de una vez, tragá, vamos. Será posible. Todos los días la misma historia.
¡Uy, no! ¿y ahora qué? Ufa, se volvió atrás. Ojalá que no me muerda. Y sí, no es que yo sea mal pensada pero sé muy bien con los bueyes que aro.
Son muchos años de estar en esta casa, son tantos que ya me olvidé cuántos.
Recuerdo al niño Oscar, el que hoy es abuelo de este malcriado; todo el tiempo me mordía, aún conservo sus marcas. Y sus padres nunca le decían nada.
¿Y ahora qué pasa? ah, es la madre del energúmeno, también, con los gritos que dio.

- Clara ¿qué sucede? No insista si el niño no quiere, no quiere y menos con ésa que está muy gastada, se puede lastimar. Tírela ya, no es más que una cuchara de alpaca.

Integrante: Flora Levi, Texto: Miedo, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs


En medio del tumulto enloquezco
me atropello
desorden
miedo
¿dónde estoy?

Me indigna su presencia
desentona
se pierde ignorante
de destino
¿qué busca?

no encuentra
no encuentro
la salida
¿qué salida?

Estoy presa
atrapada
No, Señora, está libre
pero ciega.

Integrante: Flora Levi, Texto: Primera versión "El hombrecito y el Laberinto", Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs



Personaje:

Intento
lucho
veo y desespero
reniego del poder
y pierdo forma
me entrego
c
a
i
g
o

Laberinto:

Amor te canto
amor te envuelvo
amor te abraso

Diálogo:

Asfixia
lucho por vos
yo te cano
Veo y me desespero
yo te envuelvo
resisto y caigo
yo te abraso
no soporto y muero.

viernes, mayo 12, 2006

Integrante: Marta Viñas, Texto: La cuchara, Curso: Jueves de 17 a 19 hs.


Ella no corta
ni pincha
no tiene dientes
ni filo
es suave
sedosa
de plata de oro de metal
sus finas formas saben a dulces
y a sopa
de mamá.

Marta Viñas

Integrante: Marta Viñas, Texto: El laberinto, Curso: Jueves de 17 a 19 hs


¡ Ay Dios mío! Parece que me perdí ¿dónde estoy? Qué setos tan altos y tan verdes, cuántos pasillos. No sé como llegué aquí, pero si entré, seguro que por algún lado podré salir, encima tengo hambre y no tengo ni una golosina, a ver si encuentro un bebedero porque también tengo sed,¡Ufa que fastidio!
A lo mejor no estoy solo, gritaré fuerte, alguien me va a escuchar - HAY ALGUIEN AQUIIIIIII - PUEDEN AYUDARMEEEEEE .
Mm., me parece que estoy solo... tengo que pensar, no asustarme ,voy a salir... voy a salir.

¡Pobrecito! Cree que me va a poder, no sabe lo intrincado que soy, algunos hasta dicen que soy cruel, en realidad no se dan cuenta pero esto es como la vida, ir, venir, subir, bajar .El solo tendrá que recordar y no es poco, a veces no podemos o no queremos recordar, creemos que el camino es como una línea recta, que no tiene vueltas.
Alcanzar los objetivos muchas veces no es fácil, pero se puede, ¿el cómo? veremos la garra que tiene para lograrlo.


-Mirá que sos rebuscado, cuántos recodos, estuve horas recorriéndote, tuve que desandarte veinte veces, pero ¡já! ahora te estoy mirando de frente y puedo decir ¡Te gané - te gané ! Estoy afuera.-

-Me alegro... te vi muy desorientado, sólo cuando detuviste esa carrera loca, cuanto te serenaste y levantaste la vista, me di cuenta que podrías lograrlo- Tengo que felicitarte y pedirte un favor, no vayas por ahí vanagloriándote.. No le cuentes a nadie que mes has vencido.

Marta Viñas

Integrante: María del Carmen Cerezal, Texto: El hombrecito y el laberinto, Curso: Jueves de 15 a 17 hs


1.- El hombrecito

Yo soy el que está aquí
en el centro mismo,
ombligo del mundo:
aquí finjo estar vivo
aquí a su abrigo
hay un afuera que sospecho
hay una puerta que imagino
y un latido que me ahoga
y un quizás definitivo.


2.- El laberinto

Yo soy el laberinto
la niebla que se expande
la incertidumbre que acomete
el juego de espejos más bruñidos
que juega con salidas y desvíos
eso soy yo,
por siempre y para siempre,
el laberinto.

3.- El diálogo

¿Por qué no te abres paso?
demanda el laberinto
y el hombrecito duda;
¿me engañarás de nuevo?
gimotea perdido;
¿no encuentras el coraje?
burlón el eco emite
¿quién dijo que mis muros
fueran definitivos?
El caso es que mi miedo
es en sí un abismo
responde, el hombre,
pequeñito.

María del Carmen Cerezal

Integrante: María del Carmen Cerezal, Texto: Sólo culpa, Curso: Jueves de 17 a 19 hs


Ya no más, nunca más.
De todas las palabras de todas las frases de la carta, solamente esas, certezas de final, le saltaron a los ojos azorados.
Todo el antes se le borró de la conciencia; lo había perdido para siempre.
La desesperación le impedía razonar, la angustia le rebalsaba. Tras un instante de incertidumbre, salió corriendo como un poseído a tratar de evitar lo inevitable.
Ya no podía más que sentir.¿Dolor? Culpa. Culpa..Culpa.
Jadeaba, trastabillaba. Todo su cuerpo se desvanecía mientras el ritmo de su carrera lacerante era una letanía: culpa, culpa, culpa.
La ruta no tenía fin; era tan eterna como lo sería la muerte anunciada.
Imperturbable, la noche se apoderaba del hombre y del camino.
La culpa también.

María del Carmen Cerezal, Jueves de 17 a 19 hs.

Integrante: Cori Olmo, Texto: El diván, Curso: Martes de 14.30 a 16.30


EL DIVAN

Ramón no veía la hora de ir a lo de su analista para poderse desahogar, pero cuando entró al consultorio la encontró llorando. Para disimular su embarazo le preguntó “Desea una sesión?” “Si” dijo ella, y se tendió en el diván. *

--Bueno, veamos que le está pasando. ¿Por qué las lágrimas? ¿Qué la pone tan triste?
--No estoy triste, son lágrimas de culpa.
--Creí que Ud. ya tenía la culpa trabajada con su analista. Sigamos, ¿culpa de qué?
--De haber pensado que Norberto era un pelotudo más en la larga lista.
--Disculpe, ¿lista de pelotudos? ¿Ud. tiene una lista?
--Sí, los que me contacté a través de Internet.
--¡Ah! Entiendo, no sabía licenciada que Ud. se contactaba con hombres de esa manera; pensé que lo tenía todo resuelto.
--No sea ingenuo Ramón.
--Está bien. Cuénteme sobre este señor Norberto.
--Después de muchos e-mails y conversaciones telefónicas habíamos acordado en conocernos el jueves pasado. Para esto yo debía llamarlo e íbamos a concretar lugar y hora. Yo, que soy una persona de palabra, como Ud. ya sabe, lo llamé a su casa donde me contestó un aparato pidiéndome que dejara un mensaje, así lo hice. Más tarde llamé al celular con el mismo resultado. En total dejé 3 mensajes.
--Pero licenciada, eso no es tan terrible.
--Claro que no, lo terrible fue mi pensamiento “¡Qué hijo de ....!”
--Dígalo, no se preocupe todo queda entre estas cuatro paredes.
--Sigo, ¡Qué culpable me sentí cuando me enteré lo que le había pasado!
--¿Le paso algo grave?
--¿Y Ud. licenciado qué piensa? ¡Pobre Norberto! Me siento una cretina, una mala persona.
--Bueno, bueno, basta de flagelarse, dígame.
--Noberto no pudo descifrar los 3 mensajes que le deje porque tuvo un coágulo cerebral, se le chispotearon las neuronas y dejó de entender castellano para solo entender árabe. Como no es un cretino, como pensé, buscó desesperadamente una traductora de árabe/castellano, encontró una mujer austriaca, media parienta de Beethoven, pero ella tenia una enfermedad congénita, había heredado la sordera de su pariente entonces tampoco pudo oir mis mensajes. Como él se sentía mal por no avisarme se subió al auto y trató de ir a un cibercafé para mandarme un mail, pero como el pobre no entendía mas castellano no pudo leer los nombres de las calles ni los carteles y terminó en Irak donde lo confundieron con un mercenario, no se dió cuenta de tirar rápidamente la granada que llevaba y esta le reventó en la mano y quedó manco, pero él, si o si, quería avisarme porque sabía que era lo correcto, entonces se fue a un ciber en Bagdad y decidió escribir el mail con los dedos de los pies, pero esta vez tuvo mala suerte porque se le corrió la silla con rueditas y se fue al suelo, como es un tipo muy inteligente, en esas pocas horas que había estado en Irak ya había aprendido iraquí y al caerse empezó a reputear, como el reputeo en ese país es ilegal y también una ofensa muy grande, lo metieron en preso y decidieron hacerle lo mismo que a todos los prisioneros, cortarle la cabeza, así que le dijeron: #^H#(¡_%&\}{ (bájese los pantalones y abra las piernas que le cortaremos el cerebro) yo traduzco porque también hablo iraqui. Ahí fue cuando el Mr. President Bush se enteró del hecho y tomó cartas en el asunto; se fue de New Orleáns diciendo que tenia una urgencia y que se arreglaran como pudieran y llamó directamente al presi de Irak: “Seniour presidentei usted tener un prisiounerou y exijou su libertad o le mandou más tanques y negrous de New Orleans (de pasou me los sacou de encima)” . Cuando el presi le explica que este señor había cometido una grave falta, Mr. Bush le dice que un insulto más o menos que le puede hace a un país tan amado por su gobierno, que lo libere al tipo. “Mr. “Presi Bush , este prisionero no es norteamericano es Argentino”
“¡Ah! Haberlou dichou antes, este es el sudaca hijou de mil putas que dejou plantada a la pobrei licenciada sudacai . Toulerancia zero. Coretenlei las boulas y asi comou yo nou podra pensar más”. Así fue Ramón, el final se lo puede imaginar, para que mierda me iba a llamar si le habían cortado el cerebro y ya no tenia nada para meter.
Realmente me siento muy culpable por haber pensado mal de Norberto y tantos otros que tal vez corrieron la misma suerte, creo que debo repensar mi actitud tan poco cristiana y tener un poco más de piedad como Mr. Bush que es un cristiano de ley.
--Ya trabajaremos esto de la culpa, no se preocupe ahora, lo principal es que calmemos su angustia para que no se tire de cabeza a la heladera como es su costumbre. ¿Entonces el episodio terminó ahí?
--No Ramón, no pude dejarlo ahí, tomé cartas en el asunto y decidí hacer un piquete en Piazza San Marcos frente al Vaticano, a pesar del temor que las palomas me cagaran la cabeza, de cualquier forma son mas europeas que las de Plaza de Mayo y ya sabemos como son las cagadas europeas. Me fui al banco Boston en Florida y Diagonal a sacar mis ahorros, tuve que abrirme paso entre las señoras de barrio norte vestiditas con sus conjuntos de “banlon” color pastel y sus collarcitos de perlas auténticas comprados en el barrio chino de New York, que en su mejor acento a lo Graciela Borges y aplastándole la cabeza a los cajeros con las tapas de las ollas de acero inoxidable les decían en un muy buen castellano: devolvéme la guita hijo de mil putas. Saque mis ahorros, que por suerte no tuve que usar armas para que me los dieran y me di cuenta que solo me alcanzaba para el pasaje de ida, la carpa, las pancartas pero no para el tetra, desistí, entonces averigüé el mail del Herr Papa para escribirle y pedirle que ya que tiene línea directa le exigiera al dios católico que hiciera un “mea culpa”, claro que sin mojar la tabla porque las mujeres nos ponemos muy locas.
--Un segundo licenciada, ¿a qué viene este pedido?
--Ramón, Ramón, nobleza obliga, (soy muy noble, tengo acciones en Clarín) debo hacer una descarga a favor del hombre, es más, de su desgracia lo hago totalmente responsable a dios.
--¿A dios? ¿Cómo es eso?
--Si, claro, ¿A quién más? Ramón, ¿Me está escuchando o se durmió?
--La escucho atentamente, como Ud. a mí en mis sesiones.
--Bien, le explico. Nosotras, las mujeres, pensamos que la menstruación, parir, la menopausia o lavar el baño son cosas terribles, ¡cuan equivocadas hemos vivido!, piense por un momento, a los hombres dios los hizo con una costilla extra, por lo tanto, tienen una más para que se les rompa, aun peor, les puso la cabeza entre las piernas como ya lo hemos comprobado, esto les ha causado grandes problemas desde pequeños, primero el manoseo constante encerrados en el baño, luego los jeans muy ajustados y luego, luego, que puedo decir, no tenemos la menor idea donde han metido sus cabezotas, la cosa es que tanto franeleo deriva en coágulos y los coágulos cerebrales son malos, ¡malo, malo coágulo!, pero en el caso del hombre en cuestión fue peor, recuerde la situación estresante que paso en Irak, no fue moco de pavo, el shock al ver el cuchillo en manos de un iraquí retándolo por mal educado fue muy grande y le causó amnesia, y la amnesia si que es peligrosa, sobre todo porque siempre se manifiesta en los hombres, creo que es una cosa genérica o solo existe en el vocabulario masculino “No me acuerdo” “¿Me lo dijiste?” “¿Estás segura?”, en fin, a este pobre señor lo atrapó la maldita enfermedad.
--Debo darle la razón licenciada, la culpa es de dios, nosotros si que tenemos problemas graves por solo ser hombres, siga por favor.
--Vio que somos buenas, jamás los haríamos cargo a Uds. de semejante responsabilidad. Sigo, entonces un día de la semana cualquiera, a una hora en que una mujer como yo con la cabeza sobre los hombros, aunque otras veces entre las piernas de un Sr., lo llama por teléfono al fulano y él atiende muy alegremente. Al preguntarle si le paso algo el jueves, solo responde que había trabajado hasta muy tarde, que ni siquiera había podido dar su clase nocturna y nada más. Realmente, la puta amnesia hizo estragos, me dije yo, claro ni se acordó que habíamos quedado en conocernos (¿Conocer a quién? ¿Quien soy? ¿Dónde estoy? ¿Quién es esta mujer que me habla en castellano, no era que yo no entendía?) Tampoco acusó recibo que me había pedido que lo llamara para concretar cita (cita, ¿Que cita? ).
--Claro, claro, ¿había sido un pedido de él, no?
--Por supuesto, y yo lo llamé como persona responsable que soy dejando 3 mensajes, 2 en el celular que obviamente no tiene alcance hasta Irak y otro en el teléfono de línea que seguramente se lo habían cortado por olvidarse de pagarlo gracias a la amnesia o en su defecto, al coágulo. Mire Ramón que mal estaría que ni se acordaba, o ni se había dado cuenta que tenia un servicio de e-mail con el cual habíamos entablado un dialogo virtual y que podía aprovecharlo para cancelar el intento de cita o tal vez disculparse al día siguiente. Lo bueno de todo esto es que por suerte su castellano estaba como antes, es más, repetía algunas frases famosas: “¿qué lindo que me llamaste!” “¿cómo estás corazón?”
Ud. comprende Ramón que no iba a llamarme por mi nombre, mire si no era yo y era una iraquí refugiada con una bomba lista para tirársela,
--Comprendo, comprendo.
--Entonces Norberto siguió hablando, “a ver cuando nos conocemos” ,claro que mi esperanza era que él se pudiera conocer y reconocer antes de encontrarse conmigo, pero tanto no se le puede pedir a un amnésico, ¿No Ramón?
--¿Cómo dijo? Por favor repita la pregunta, me aprietan un poco los jeans y estoy molesto.
--Olvídelo. Después entramos en el rubro gastronómico que es lo que a él le gusta, ahí fue donde se entusiasmó con la idea de cocinar una paella juntos. ¡Qué buena idea! dije yo, pero con temor que la amnesia no le permita recordar que juntos significa ponerse de acuerdo y estar los dos en el mismo lugar al mismo tiempo. La conversación siguió muy amena cuando de pronto se le movió el coágulo o se le aflojaron los jeans y dijo: veámonos este fin de semana, hablamos y arreglamos día y hora.
--Pobre hombre, cuantos problemas tiene. ¡Ah! Hablábamos de Ud. y su culpa. ¿Tiene algo más para contarme?
--No, para contarle no, solo quiero hacer una reflexión y le pediría que se la trasmita a sus pacientes femeninas.
--Por supuesto, cuente con eso, a ver de que se trata, dígame.
--Mujeres, Mujeres con mayúscula como las piden los hombres en estos maravillosos servicios de encuentros, ¿Cuándo vamos a entenderlos? ¿Cuándo sabremos que lo que dicen no es lo que quieren decir? ¿Cuándo ellos dirán lo que piensan? Estos son los grandes misterios que nos ha dejado dios para nosotras descifrar.
--¿Ud. licenciada tiene respuestas?
--Si, yo ya lo descifré y he sacado una conclusión: mandemos todos a Irak y que se hagan cargo ellos de la solución definitiva, ¡A CORTÁRSELAS!, si después de todo parece que no la quieren usar.
Se habrá dado cuenta Ramón que jamás llamó, mandó mail ni se comió la almeja de la paella.
--Almeja, ¿qué almeja licenciada?
--Ramón no pienso explicarle, si no entiende I rest my case.
--¿Algo más licenciada?
--Y si, el asunto del análisis médico.
--No me habló de un análisis. ¿De qué se trata?
--La semana pasada, la que Ud. no vino porque se había olvidado, sonó el teléfono (si, se me cayo y se hizo mierda) aquí en mi consultorio. Ring......ring.....
--¿Me olvide de venir? No lo recuerdo.
--Me imagino, lo que sí recuerde es que me debe pagar la sesión de cualquier forma.
--Está bien. Cuénteme sobre la llamada.

--Hola, la Licenciada Smart?
--Si, ella habla.
--Habla el Dr. Monge, su ginecólogo amigo.
--Hola doctor, ¿qué pasa?
--No se asuste Licenciada., tengo una buena y una mala noticia, cual le digo primero?
--La buena por supuesto.
--Después de los análisis, investigaciones y largas discusiones con mis colegas tenemos un diagnostico, sabemos lo que tiene.
--Me asusta, doc
--No se me asuste lo suyo no es grave.
--Que alegría, ¡viva, viva ! ¿Y la mala?
--Bueno, en fin, no se como decirlo, aquí va, sin anestesia, no es grave pero no tiene cura.
--¿CÓMO? Pero dígame que tengo.
--Lo suyo es muy normal, esto le pasa a todas las mujeres, no importa la edad, no es cuestión de hormonas o si es joven o si ya llegó a la menopausia, desgraciadamente es genérico, y Ud. cuando fue a Once se compró un género barato, je, je, chiste de médico, sigamos, el diagnóstico es “Inchadious los Ovariums” esto es, este Sr. Norberto aportó una pelotudez más para rebasar los Ovariums.
--¿Qué hago, doc? ¿Cómo lo soluciono? ¿Tiene solución?
--No en nuestro país, en Irak como ya sabemos la tienen. Nuestras legisladoras trataron de pasar una ley parecida a la de Irak, pero los legisladores se negaron a votarla y les gritaron “histéricas de mierda” “mal cogidas”, a lo que ellas les contestaron “de eso se trata tontitos, a ver si se ponen las pilas”. La Sra. Cristina trató de pasar la ley Iraquí pero su esposo mirándola a los ojos, mejor dicho, la miraba con un ojo y el otro que mira al costado veía a Scioli haciéndole señas desesperadas de: ¡NOOOOOO!, hasta que se le cayó la mano y el presi no entendió si fue el gancho que se rompió o había cambiado de opinión.
En fin Licenciada., va a tener que encontrar otra solución. Pienso que algunos ejercicios de “descarga”, por ejemplo pruebe esto: inspire..... descargue, inspire.....descargue, inspire..... ¿tomó Factor AG de 200 o 400???? Vamos, pruebe otra cosa, mándele un mail en ayunas al bicho, perdón, al virus que le causó la hinchazón final y dígale sutilmente lo que piensa de él, y llámeme mañana la semana que viene.

--Licenciada, ¿De quién me dijo que era parienta la traductora?

Cori Olmo

* Incipit de la consigna

viernes, mayo 05, 2006

Integrante: Cori Olmo, Texto: 70 policías y ninguna cucharita, Curso: Martes 14.30 a 16.30 hs


70 POLICIAS Y NINGUNA CUCHARITA

¿Tía, qué le pasa al abuelo? Mirá qué serio que está. ¿Le duele la panza o la cabeza? ¿Por qué no para de revolver el té? Tía, me molesta el ruido, pedile que pare. ¿Te parece tía que le duele el cuerpo o el alma?
¿Por qué preguntas eso?
Ayer también hacía ruido con la cucharita y hablaba solo.
¿Qué decía?
No entendí mucho, hablaba de su sobrino; ese hijo de su hermana, el que vinieron a buscar, no entendí, algo de los 70. ¿Qué son los 70? ¿Son policías?¿ por qué lo vinieron a buscar? ¿Dónde está ese chico? ¿Qué pasó, se robó una cucharita? Ah! Debe ser por eso que el abuelo se concentraba tanto en la cucharita, ¿no?

Cori Olmo – Taller de Escritura – Martes 14.30 a 16.30 hs